Con curvas de la Organización Mundial de la Salud se mide el crecimiento

Yessenia Freire, del Andrade Marín, con Nicolás, de 9.

Yessenia Freire, del Andrade Marín, con Nicolás, de 9.

Natasha Giler, del Andrade Marín, con Nicolás, de nueve años. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Los padres tienden a comparar a sus hijos con los de sus familiares o con sus compañeros de escuela. Todo el tiempo. Cuando son más altos que el promedio, orgullosos cuentan cuál es la talla. Y si caso contrario, están más bajitos, preocupados recurren a los pediatras.

“La mayoría sueña con que sus hijos sean más altos”, anota María Augusta Calderón. Le piden a esta pediatra que les recete vitaminas, y ella responde que no ayudan a crecer. “Lo que funciona es la buena alimentación, ejercicio y dormir de siete a nueve horas”.

Para monitorear el correcto crecimiento de un niño o niña se usan curvas de crecimiento. A través de ellas, los médicos comparan la estatura, el peso y las medidas del tórax y extremidades frente a estándares óptimos, según la edad.

En Ecuador no hay una curva de crecimiento local, basada en estándares nacionales. Eso es lo que pide poner en discusión el epidemiólogo e investigador Wilmer Tarupi, también docente de la Universidad UTE. En un parámetro nacional, adaptado a la población ecuatoriana, ha trabajado junto con la U. Libre de Bruselas y la pediatra María Luisa Félix.

En el país, los médicos utilizan las curvas de crecimiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS), del 2006. Estas, explica el Ministerio del ramo, fueron elaboradas a partir del Estudio Multicéntrico Referencial de Crecimiento.

El análisis empezó en 1991; se aplicó en Brasil, EE.UU., Ghana, India, Noruega y Omán. Para la Cartera es representativo de la población mundial infantil, de hasta cinco años.

La investigación concluye “irrefutablemente que en promedio, todos los niños del mundo tienen el mismo potencial de crecimiento”. Y, según Salud, las prevalencias de desnutrición crónica, anemia y más problemas nutricionales se deben a factores sociales, económicos y ambientales.

“En nuestro país, las tasas de desnutrición crónica o talla baja para la edad son altas en familias con dificultades económicas, baja escolarización y no acceso a agua segura”.

Para la pediatra Félix, que trabajó en los patrones locales, no se trata de negar la validez de las curvas de la OMS. Pero, “estas son una muestra de lo ideal. Se debe hacer un análisis realista, partiendo de la base genética del ecuatoriano”.

Según Tarupi, sus investigaciones muestran que, por ejemplo, en promedio una chica estadounidense a los 18 años mide 162 centímetros. Mientras una ecuatoriana, 154 cm.

En varones, la diferencia entre la curva de la OMS y el parámetro local, que ellos construyeron, alcanza los 7 cm y en mujeres, 9 cm. Así, dice Tarupi, se podría inferir que por eso hay tan altos porcentajes de chicos con diagnóstico de desnutrición y peso bajo en el país.

“Esos niños, que van debajo del promedio internacional, son derivados al endocrinólogo, en busca de hormonas, para que crezcan. Y entre los padres se crean falsas expectativas”, apunta Félix, y añade que Colombia y Argentina tienen sus propias curvas. Cita un estudio europeo, que concluye que en países cercanos al Mediterráneo, con influencia latina, son más bajos que los nórdicos.

Para Salud, la idea de la UTE resulta de interés en el campo académico. Pero no provee de datos sobre cómo deberían crecer los niños en entornos favorables. “Eso es necesario para el diagnóstico epidemiológico y para intervenir y reducir la desnutrición crónica”.

“No me rijo al 100% en las curvas de la OMS, me sirve como referencia, para ver si el crecimiento va en el mismo carril”, anota Yessenia Freire, especialista en nutrición pediátrica del Hospital Carlos Andrade Marín, del IESS.

Ella prefiere decirles a los padres de sus pacientes cuál es la talla genética que se puede esperar alcance su hijo. Por ejemplo, si la mamá mide 1,45 cm y el papá, 1,55, el niño podría llegar al 1,55. Esto si no enferma, ya que eso alteraría su crecimiento. También podría influir la talla de un ancestro.

“Sería importante contar con curvas de crecimiento nacionales”, dice. A este hospital de tercer nivel -relata- a veces llegan niños derivados con diagnóstico de desnutrición crónica. Los reviso y veo que tienen talla genética baja, pero está normal. Y ella se pone de ejemplo: mide 150 cm; “mis padres me alimentaron bien”.

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