A diario se realizan sanitizaciones de las carrozas fúnebres que prestan servicios. Foto: Diego Pallero / El Comercio
Despedir a un ser querido nunca es fácil. Pero en tiempos de aislamiento preventivo y obligatorio, frente a la propagación del covid-19 en el país, la situación es más compleja.
Las funerarias son parte del sector de salud y su trabajo no se detiene. Según el más reciente Directorio de Empresas del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), hasta el 2018 se registraron 290 empresas de pompas fúnebres y actividades conexas. Y solo en Quito constan 68 firmas.
Sebastián Barona, gerente del Grupo La Paz, señala que la Federación de Funerarias del Ecuador cuenta con unos 700 socios y se calcula que existen unas 100 más. En Quito hay 29 funerarias y muchas de ellas tienen varias sucursales. Cuando llega la hora de despedir a un ser querido, los trabajadores de estas empresas están listos para ayudar a las familias. Pero ahora, la situación es distinta. No hay dulces y estremecedoras voces interpretando canciones de consuelo para quienes se quedan ni para quienes se van.
No hay sacerdotes ofreciendo misas ni pastores dirigiendo una reflexión en la que se hable sobre la esperanza de otra vida para un reencuentro eterno en el paraíso prometido. No hay abrazos de amigos, vecinos, familia ampliada.
Barona cuenta que estos cambios afectan a las familias que han perdido a sus seres queridos desde que el Comité de Operaciones de Emergencia Nacional (COE) aumentó restricciones de reuniones.
Los entierros y cremaciones no pueden detenerse. Pero los velatorios ahora son más cortos, como máximo duran dos horas. En las salas de las funerarias La Paz y Los Lirios, que son parte de este grupo, pueden caber entre 50 y 300 personas. Pero ahora solo asiste el grupo familiar más cercano.
Los cementerios, explica Barona, están atendiendo hasta las 14:00 y el Registro Civil también. Y por el toque de queda, la corta despedida no puede realizarse en las noches. Algunos entienden la situación y se resignan pronto. Pero hay otros que reclaman y les cuesta aceptar ese solitario adiós.
Según el Municipio, se hacen controles en funerales solo en el caso de que se vean grupos numerosos ingresando. Si se diera un caso de detectar un grupo de más de 30 personas, el personal del Cabildo exhortaría a la gente a alejarse, para evitar una aglomeración.
Hay quienes, a pesar del dolor, temen poner en riesgo a sus familias, dice Ximena Naranjo, gerenta de Memorial. Entre el lunes y el miércoles, realizaron los servicios fúnebres para unas 10 personas, la mitad fue de entierros y la otra, de cremaciones.
En dos casos, la gente pidió una ceremonia corta, que incluyó una oración para el descanso de la persona fallecida. Pero en algunas de las cremaciones, los familiares solamente hicieron el trámite vía telefónica, se aseguraron de que todo estuviera en orden para la incineración y se fueron a casa.
En general, las despedidas duran aproximadamente lo que toma realizar los trámites de ley, como el registro de la defunción. Y estos, debido a la emergencia sanitaria, se realizan en corto tiempo.
En Memorial se restringió la operación para trabajar con el mínimo personal. En esta, y en todas las funerarias, es necesario circular con los salvoconductos que otorga el Ministerio del Interior y portando credenciales de la empresa.
En estas circunstancias, Memorial decidió ofrecer un servicio adicional: el soporte psicológico vía telefónica, para que las personas puedan desahogarse y hallar alternativas para soportar una despedida en medio del aislamiento de quienes serían su apoyo en un momento como este.
Las funerarias también están acordando, como parte de los servicios exequiales, realizar una misa, un homenaje o lo que gusten las familias cuando pase la emergencia sanitaria. Aunque saben que no es lo mismo, los familiares lo aceptan porque ahora lo primordial es frenar al covid-19.
Pero las velaciones no son las únicas prácticas que han cambiado en las empresas de pompas fúnebres en estos días.
En Quito no se registraron hasta ayer fallecimientos a causa de la enfermedad causada por el coronavirus. Sin embargo, las funerarias han extremado sus protocolos de bioseguridad y no todas pueden realizar servicios fúnebres si un caso de estos llega a ocurrir. Solo pueden hacerlo aquellas que tengan un crematorio propio, pues esto debe realizar de forma inmediata.
El domingo pasado, representantes de estas firmas participaron de una mesa técnica del COE Nacional, con autoridades del Gobierno, del Ministerio de Salud, del IESS, médicos y científicos, dice Barona.
Allí se habló del manejo de cuerpos cuando fallecen por covid-19, que incluye medidas más estrictas que las que tenían antes de esta crisis.
En Memorial se aprovisionaron de equipos especiales: el personal usa una bata de cirugía sobre la que se colocan otra impermeable, cofia, mascarilla y zapatones. “El tratamiento es tal cual si fueran a un quirófano”, dice Naranjo.
En estos casos, por disposición gubernamental, el cuerpo se deposita en una funda y en un cofre sellado. No hay tiempo para más que una breve despedida sin contacto, antes de una cremación inmediata.