Gerónima Abarca cumplió 98 años el 21 de marzo del 2020 y la familia compartió con ella un pastel. Foto: Cortesía
A sus 98 años, María Gerónima Abarca venció al covid-19. Ella vive en la ciudad amazónica de Macas, provincia de Morona Santiago.
Abarca fue diagnosticada con el virus el 13 de julio, una semana después de que su nieto, Claudio Jaramillo, de 38 años, también diera positivo. Él labora como conductor de la ambulancia del Hospital General de Macas y en ese espacio de primera línea, se contagió.
“Por esta situación, sabíamos que –en cualquier momento- llegaría el virus a nuestra casa y pusimos especial cuidado en mi mamá, manteniéndola aislada del resto de nosotros”, dijo Cozeta Rodríguez, de 59 años, la mayor de nueve hermanos.
Con él empezó la propagación del virus en la casa de la familia Rodríguez-Abarca, en el barrio El Mirador. Los cinco habitantes de ese inmueble se infectaron (niños, jóvenes y adultos), al igual que otras cinco personas -hijas y nietos de Rodríguez- que viven en una casa contigua.
Al principio de la pandemia, Jaramillo intentó rentar un cuarto en la ciudad para precautelar la salud de su familia, pero por su situación de exposición nadie le ayudó. Entonces se quedó en un cuarto de la misma casa manteniendo el distanciamiento social.
A partir del 12 de julio, Cozeta Rodríguez empezó a sentir dolor del cuerpo y de la garganta, y se percató que su mamá también presentaba un cuadro de decaimiento, tos y falta de apetito. Como eran días lluviosos y fríos, creyó que se trata de un resfrío.
Pero tras la atención médica en un consultorio privado y la prueba rápida les confirmaron que padecían de covid–19. “Cuando recibí la noticia pensé en lo peor, por la avanzada edad de mi madre y porque padece de baja frecuencia cardíaca”.
En medio de sus dolencias, Cozeta Rodríguez, quien padece de diabetes, estaba al frente del cuidado de su madre en casa y contó que por un momento estuvo a punto de quebrarse porque sentía que la salud de su madre estaba empeorando.
Para no hospitalizarla y por sugerencia del médico de la familia, contrataron a dos enfermeras que la asistieron las 24 horas en el suministro de fármacos, sueros, oxígeno, toma de los signos vitales de forma permanente y alimentación.
“Sola no habría podido salir de esta situación”, dice Rodríguez, quien recibió el apoyo económico y moral de sus hermanos, hijos y nietos. Ella calcula que solo en la atención de su madre los gastos superan los USD 5 000.
La radiografía del tórax determinó que uno de sus pulmones de Gerónima Abarca estaba más afectado. Permaneció dos semanas con oxígeno y hacía cuadros de fiebre, afección respiratoria, casi no comía y bajó bastante de peso.
El médico aplicó un tratamiento para mantener elevadas las defensas del organismo. Con eso, dice Cozeta Rodríguez, empezó a ver mejoría. “Si estamos con las defensas de nuestro organismo altas, el coronavirus pasará golpeándonos como un vientecito. Para eso hay que alimentarnos sano y saludable”, dijo.
Pero también se ayudaban con vaporizaciones con aceite de eucalipto y gárgaras con aguas de plantas naturales. Hacíamos cadenas de oración dentro de la familia y allegados, cuenta Vanessa Jaramillo, una de las nietas. “Nunca perdimos la fe de su recuperación”.
La familia de Gerónima Abarca es extensa. Tiene más de 50 nietos, bisnietos y tataranietos que han visto como un milagro la recuperación de la abuelita. El último hisopado nasofaríngeo realizado el 28 de julio en un centro de salud público dio negativo.
Pero aún enfrenta los estragos del virus –como la tos y el dolor del pecho, comenta su hija quien sigue pendiente de sus cuidados.