Los alumnos de la unidad educativa de la Fuerza Aérea Ecuatoriana de Latacunga caminaron ayer (7 de octubre) a la zona segura dentro del ejercicio de evacuación. Foto: Glenda Giacometti / El Comercio
El desorden, desesperación y el apuro por llegar a las zonas seguras fueron la constante en el simulacro simultáneo realizado en Latacunga y Salcedo.
Los alumnos de los 49 centros educativos, que están ubicados en las zonas de riesgo por su cercanía a los ríos Cutuchi, Aláquez y Pumacunchi, participaron en el ejercicio de evacuación masiva.
Se trató del primer simulacro en la provincia para prepararse ante el posible descenso de lahares del volcán Cotopaxi, que está en proceso de erupción.
Los jóvenes de bachillerato de algunas instituciones educativas abandonaron a sus apadrinados. Los adolescentes son los encargados de ayudar a los más pequeños a trasladarse a los puntos de encuentro y zonas seguras en el lado oriental y occidental de las urbes.
Los 1 459 alumnos de la unidad educativa de la Fuerza Aérea Ecuatoriana de Latacunga salieron en precipitada carrera de las aulas cuando escucharon la sirena. Los estudiantes de los primeros años y escuela permanecieron en las canchas de tierra, mientras los más grandes salieron corriendo por las dos puertas de evacuación.
Los profesores comenzaron a gritar que no corrieran y se mantuvieran unidos. Los niños se desesperaron e iniciaron el trayecto por su cuenta. Otros fueron agarrados de las manos y acompañados de su profesora para bajar por una pendiente cercana al río Aláquez.
“No se separen del grupo niños”, “no corran”, “caminen jóvenes” eran algunas de las arengas de la docente. El caos se evidenció al momento de agruparse y hacer una sola fila para dirigirse a la unidad educativa Vicente León, en el oriente de la urbe.
Mientras, un grupo de estudiantes de bachillerato retornaba en busca de sus apadrinados. Entre el polvo, los adolescentes tomaban a los más pequeños para avanzar.
María Través, alumna de bachillerato, contó que hubo descoordinación al momento de salir del colegio. “Los hombres tenían que haberles cogido a los más chiquitos, pero no pasó. Se supone que nosotros somos los responsables de ellos para ir a la zona de seguridad. En el caso de no encontrar a nuestro ahijado debemos apropiarnos de otro y salir presurosos”, indicó enojada Través.
Las acciones del simulacro eran anotadas por los observadores de la Secretaría de Gestión de Riesgos (SGR), Cruz Roja y del Ministerio del Ambiente. En hojas apuntaban si cumplieron el recorrido de la ruta de evacuación, el tiempo de arribo a las zonas seguras, la coordinación entre las autoridades, la respuesta de las brigadas y el apadrinamiento.
Pamela Chachi, alumna de bachillerato, indicó que su grupo estaba unido y que fue fácil salir a la zona designada.
La joven comentó que otros compañeros se fueron y dejaron a los pequeños. Ella tenía agarrados de las manos a dos niños y una niña. Los menores tenían puestas sus gafas, gorra y mascarilla. En su pequeña mochila cargaban una botella con agua y cuadernos. “Los profesores nos deben indicar cómo estuvimos en el simulacro”, comentó Chachi.
La presentación entre los alumnos de bachillerato y los denominados ahijados se realizó en las actividades que desarrolló la institución militar, antes del simulacro.
Según las indicaciones, los jóvenes deben entregar sus apadrinados a sus progenitores con la supervisión del docente. Mientras arriben los padres de familia los estudiantes deben entretenerlos y jugar para que no tengan miedo y se asusten.
Según Wilson Ortega, viceministro de Gestión Educativa, que asistió a la evacuación, este es un proceso de aprendizaje y capacitación que se está realizando en toda la comunidad educativa. “Nuestra prioridad es resguardar la seguridad de los alumnos. Por eso, vamos a evaluar las falencias que tuvimos al salir de la institución, cómo se dirigieron a las zonas seguras y falta mejorar”.
Mientras, los 2 300 alumnos de la unidad educativa particular Hermano Miguel y los docentes fueron divididos en dos grupos. Al lado oriental de la urbe se dirigió una parte y el otro a la explanada de la Universidad Técnica de Cotopaxi, ubicada en el occidente.
Los jóvenes, niños y profesores tuvieron que cruzar la Panamericana o E35 y los puentes que están sobre los afluentes del Cutuchi, Aláquez y Pumacunchi. Por estos desfogues naturales descenderían los flujos de lodo, piedras y escombros.
“Pero debemos ir al otro lado para salvar nuestras vidas. Si venimos por acá es una muerte segura”, comentó con ironía el estudiante Juan Medina.
El tiempo que caminaron desde el colegio a la UTC fue de 28 minutos. Bruno Galas, director general de la institución, explicó que los padres de familia pueden retirar sin inconvenientes a los alumnos.
El religioso dijo que el 45% de los estudiantes vive en Pujilí y las zonas del occidente de la ciudad. Mientras que el 55% tiene sus familiares en el lado oriental. “En el caso de haber el descenso de lahares tendremos 40 minutos para cruzar el Cutuchi y Aláquez. Se supone que en la Panamericana no va haber carros y si hay tendríamos que poner piedras para pasar”, dijo el sacerdote Galas.
Pablo Morillo, coordinador Zonal de la SGR, recalcó que estos ejercicios de evacuación sirven para corregir errores.