La convivencia enriquece a los habitantes de Carchi y Nariño

El locutor quiteño Geovanny Muñoz vive en Ipiales, Colombia, desde hace 25 años, pero labora en una radioemisora de la capital del Carchi. Foto: Francisco Espinosa para El Comercio

El locutor quiteño Geovanny Muñoz vive en Ipiales, Colombia, desde hace 25 años, pero labora en una radioemisora de la capital del Carchi. Foto: Francisco Espinosa para El Comercio

Jimena López, psicóloga educativa colombiana, cruza la frontera para laborar en la Escuela San Antonio de Padua, de Tulcán. Foto: Francisco Espinosa para El Comercio

Mientras Geovanny Vizcaíno lleva en su buseta a 14 niños que cruzan de Ecuador a Colombia para asistir a la escuela, Jimena López lo hace desde Colombia hacia Ecuador para ir a su trabajo.

Estudiantes y trabajadores marcan la dinámica en el Puente Internacional de Rumichaca, durante la mañana y pasado el mediodía.

Vizcaíno y López atraviesan ese viaducto a las 06:30, de lunes a viernes. El conductor tiene que llegar antes de las 07:15 a la Institución Educativa Politécnico Marcelo Miranda, ubicada en Ipiales, departamento de Nariño, con los estudiantes ecuatorianos.

Mientras que López, psicóloga educativa colombiana, entra a las 07:00 a la Escuela San Antonio de Padua, de Tulcán, Carchi. Ahí trabaja cinco años.

No es el único caso. Hay cientos de personas que residen en un lado de la frontera y cumplen sus actividades académicas o productivas en el otro, comenta Hugo Enríquez, cónsul de Colombia en Tulcán.

Asegura que no hay cifras exactas de cuántos de sus compatriotas residen en la región. Pero estima que hay 70 000 en Imbabura y Carchi.

En Ipiales, hay 450 residentes ecuatorianos y aproximadamente 250 comerciantes y jornaleros que cruzan la línea limítrofe a diario, calcula Patricio Yar, cónsul de Ecuador en esta urbe fronteriza.

En el vehículo escolar viajan los gemelos Jarley y Joan Conforme Pailacho, de 11 años. Al igual que sus 12 compañeros tienen discapacidad auditiva. Es por ello que la única opción cercana es el plantel colombiano, que posee un aula exclusivamente para personas sordas.

Los hermanos Conforme estuvieron dos años en un plantel de Tulcán, que ofrecía educación formal. Sin embargo, su madre Adriana prefirió buscar una institución que brindara una formación especial, porque -dice- los niños fueron víctimas de acoso y maltrato.

Recorrió Ibarra, Quito, Pasto e Ipiales en búsqueda de un plantel. Este mes, los gemelos carchenses cumplen tres años en el Politécnico Miranda.

Esta institución funciona desde 1904. Pero desde hace cuatro años abrió un espacio para las personas que no escuchan. Cuando los gemelos terminen el colegio, asegura Adriana Pailacho, se mudarán a Pasto, para que ellos cursen la universidad en Colombia.

Álex Yela, profesor de la institución, explica que allí la prioridad es enseñar a los estudiantes el lenguaje de señas. A partir de ese aprendizaje se imparten otras materias, como castellano, matemáticas, biología e historia de Colombia y Ecuador. Esta última se incluyó por los chicos que llegan del Carchi.

El maestro considera que tener alumnos de los dos países es una experiencia enriquecedora, porque fomenta el intercambio de opiniones sobre las realidades de cada nación.

La buseta de la Compañía de Transporte Escolar e Institucional, de placas PBJ-2593, es la única unidad de esta modalidad autorizada para cruzar la frontera con pasajeros, gracias a un convenio entre las munici­palidades de Tulcán e Ipiales.

Los 14 estudiantes con discapacidad auditiva viajan gratuitamente. El Cabildo de Tulcán paga USD 800 al mes por el desplazamiento, como parte del proyecto Transporte Escolar Municipal Gratuito.

Este servicio beneficia a unos 2 500 estudiantes de 12 comunidades, señala Adriana Portilla, directora de Desarrollo Sostenido del Municipio.

Una atención similar reciben 14 estudiantes de la comunidad colombiana de El Salado, ubicada frente a la parroquia ecuatoriana El Carmelo.

De la misma manera, una buseta lleva a los estudiantes desde la frontera hasta la escuela de la cabecera parroquial.

De acuerdo con el cónsul Hugo Enríquez, vivir en esta zona limítrofe tiene sus ventajas. Una de ellas es que los servicios que se ofrecen en un país o en el otro son complementarios. Un ejemplo de ello es que los jóvenes pueden escoger las carreras entre las universidades que existen en los dos lados de la frontera.

En el caso de la Universidad Politécnica Estatal del Carchi, de los 3 500 estudiantes que se matricularon en el último ciclo 111 son extranjeros. De ellos, 103 proceden de Colombia.

En esta zona también se entretejen historias de parejas que formalizaron su relación. Una de ellas es la del radiodifusor quiteño Geovanny Muñoz, que está casado con la colombiana María del Pilar Arias. Tienen tres hijas. ­

Desde hace 25 años viven en Ipiales. Sin embargo, Muñoz trabaja en Tulcán, en Radio La Nueva FM.

Su programa ‘Cheverísimo’ se escucha a los dos lados de la línea fronteriza. Al igual que la mayoría de matrimonios binacionales, sus descendientes tienen la doble nacionalidad.

El locutor quiteño Geovanny Muñoz vive en Ipiales, Colombia, desde hace 25 años, pero labora en una radioemisora de la capital del Carchi. Foto: Francisco Espinosa para El Comercio

La primera hija, Aura Cristina, estudió en la Universidad en Tulcán y ahora trabaja en Tena. Mientras que su segunda hija prefirió preparase en Cali.

Es una situación similar al de los padres de Adriana Portilla. Su madre, Estela Cevallos, nacida en Ipiales, llegó para capacitarse en Enfermería en el Hospital de Tulcán. Ahí conoció a su esposo, el ecuatoriano Juan Portilla. Ahora residen en la capital carchense.

Pero, como muchos, cruzan la frontera por motivos de trabajo, educación, diversión o para visitar a la familia. Así es la rutina en la frontera común.

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