Los niños se educan desde casa al mismo tiempo que sus padres teletrabajan a causa de la pandemia del coronavirus. Foto: Cortesía
Hace dos semanas, Sophia se puso un vestido de princesa, tomó una guitarra y el micrófono del karaoke de su casa. La niña de cinco años dijo que quiere ser música, así que con esos elementos, su madre, María José Cruz, acopló el disfraz para la clase virtual en la que la pequeña aprendería sobre las profesiones. Sophia cursa el inicial dos, en una institución particular.
Desde el 13 de marzo niños y adolescentes se capacitan desde casa, al mismo tiempo que muchos padres teletrabajan, por la emergencia sanitaria del covid-19.
Hay días –dicen los padres de Sophia– en que la situación se vuelve caótica. Todas las mañanas, Sophia debe haber desayunado y estar lista a las 08:00 para sus clases virtuales. Las actividades son didácticas, cuenta su madre.
El día anterior a cada clase a los padres les envían la lista de materiales que los niños necesitarán. Este lunes 4 de mayo del 2020 les pidieron una caja vacía de jugo, para crear un micrófono y hablar sobre los medios de comunicación.
También hay actividades en las que la niña debe buscar vocales, pintarlas, etc. La familia no tiene equipo para imprimir las hojas de esas tareas, así que el papá de Sophia, “que por suerte es caricaturista”, como dice María José, dibuja todo a mano.
Eso lo cumple en medio de sus tareas laborales como community manager de una empresa pública. Ambos, además, se turnan para acompañar las clases de Sophia, en la mañana, y sus tareas, en la tarde.
“Mi esposo y yo a veces nos concentramos en nuestro trabajo y no nos damos cuenta de que la profesora está haciendo una cosa y Sophi está volando, en otra. Pone atención pero como es pequeña se distrae, por lo que siempre uno de los dos tiene que sentarse con ella a la clase”.
Tienen dos computadoras, que usa cada uno para su trabajo. Y Sophia recibe clases en el celular de uno de los dos. En medio de las jornadas diarias reciben llamadas, así que conectan la clase al otro celular para atender los requerimientos laborales.
Pasadas las 19:00, cuando terminan su jornada laboral, estos padres empiezan a preparar los materiales de Sophia, por ejemplo, los dibujos hechos por el papá, Carlos Armijos.
Él comenta que además deben dedicar tiempo en la tarde para las tareas, lo que casi a diario retrasa el trabajo y, por eso, sus jornadas laborales son más largas desde casa.
Valeria Izurieta, profesora de educación inicial, dice que se envían trabajos para casa, que no son muy largos, sino de refuerzo, con actividades lúdicas y con materiales que se encuentran en el hogar para que los padres no tengan que salir.
Si necesitan harina, lentejas y otros materiales sensoriales, les avisan con anticipación para que los adquieran el día que salen a hacer las compras, señaló.
También desarrollan actividades, conjuntamente con los Departamentos de Consejería Estudiantil (DECE) para dar acompañamiento a padres, a través de talleres.
Lo recomendable –dice Izurieta– es que se dé a los niños su espacio para las actividades escolares, donde no haya distractores y tenga los materiales que requiere a la mano. Además, la maestra señala que es importante mantener una rutina para que los niños sepan a qué hora del día se levantan, comen, estudian, juegan, etc.
En el contexto de la cuarentena, muchos padres han optado por retirar a sus hijos de los centros infantiles, confirma Lourdes Hernández, miembro de la directiva de la Corporación de Representantes de Centros Infantiles Privados del Ecuador (Crecipe).
Asegura que varios centros han tenido que cerrar por eso. El gremio no tiene todavía una cifra sobre cuántos dejaron de funcionar, pero –comenta Hernández– en una actividad que hubo la semana pasada con el Ministerio de Educación, en la que debían formar grupos con delegados de centros infantiles, se informó que de los nueve convocados, cinco ya estaban cerrados.
Hernández asegura que los centros infantiles son los más golpeados por la crisis, ya que los padres ven a la educación inicial como una opción de cuidado para sus hijos y, ahora que están en casa, ellos se hacen cargo de los chicos.
Además –dice– muchos padres se quedaron sin trabajo o sufrieron rebajas en sus sueldos, que no les permite pagar las pensiones. Hernández asegura que los centros infantiles privados han reducido las mensualidades hasta en un 50% para no tener que cerrar. A Crecipe pertenecen 60 centros de Quito.