Surkuna, que promueve la campaña ‘Seremos las Últimas’ ha conocido cinco historias más de sobrevivientes de violencia sexual en un gimnasio de Quito. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
“Mi nombre es Stephanie y soy sobreviviente de violencia sexual en mi infancia”. Con esas palabras se presentó una de las cinco mujeres mayores de edad, que denunció haber sido abusada sexualmente por su instructor, en un gimnasio de Quito.
Este lunes 15 de julio del 2019, ella manifestó que conocer a Salomé, otra de las sobrevivientes, ha sido reparador para su vida. En una rueda de prensa, Stephanie se presentó junto a Rubí Torres, padre de Salomé.
Ambos no pierden la esperanza de que la justicia llegará, tras las medidas emitidas por la Junta Metropolitana de Protección de Derechos de la Niñez y Adolescencia La Delicia. Entre ellas está el cierre del gimnasio.
Durante estos días, cuando los casos se hicieron públicos -asegura Ana Cristina Vera, abogada de Surkuna, han conocido de unas cinco historias más de sobrevivientes de supuesta violencia sexual en ese gimnasio, que funciona hace aproximadamente 30 años. Una de las víctimas –dice Vera– fue abusada hace 34 años, cuando tenía 10.
Ella y Stephanie hicieron un llamado a que quienes hayan pasado por este tipo de abusos los denuncien y busquen apoyo en la campaña Seremos las Últimas. Aclararon que si una mujer no quiere ser parte del proceso judicial ni salir a la luz pública se protegerá su identidad. “Lo importante es que sepan que podemos acompañarlas de la forma en que desean”. Esto incluye el apoyo psicológico.
“En el país, la mayor cantidad de casos de violencia sexual se dan en los entornos cercanos de las abusadas”, apunta la abogada. Por eso considera que debe existir una regulación para que el Estado garantice la seguridad de los espacios de educación extracurricular.
Vera aseguró que Surkuna estudia otros caminos, además de la justicia penal. Analizan, por ejemplo, acciones constitucionales, responsabilidad del Estado y de terceros.
“Queremos que Alcides P. sea presentado ante la justicia y pague por todo”, dice Rubí Torres, padre de una víctima. “Salomé y Stephanie están gritando que serán las últimas. Nosotros, como familia, también somos sobrevivientes”.
El padre de familia invitó a la sociedad ecuatoriana a hablar con sus hijos. “Pidamos a nuestros hijos que nos cuenten cualquier incomodidad para poder actuar”, dijo.
Contó que su hija rompió el silencio luego de ocho años de sufrir un infierno interior y de luchar contra demonios que crecieron en un gimnasio. “Su sueño era ser como los artistas del Circo del Sol”, relata.
Pero luego de dos años quiso salir. Y cuatro más tarde les confesó a sus padres lo que había pasado, en una carta que les escribió. Eso –relata Rubí– les causó un shock a él y a su esposa. Sin embargo apoyaron a su hija, denunciaron el hecho ante la Junta de Derechos de la Niñez y –asegura– el caso fue remitido a la Fiscalía. “Sabemos que fue archivado”.
La abogada de Surkuna dijo que han identificado un abuso sexual sistemático, combinado con violencia física y psicológica, por parte del instructor de gimnasia.