Estefanía hace pulseras antes conocer a sus nuevos amigos en el inicio clases. Foto: Julio Esrella/ EL COMERCIO
En septiembre, Estefanía conocerá a sus compañeros. Sus padres esperan que en el nuevo colegio no le hagan bullying por ser nueva ni por su discapacidad intelectual.
La experiencia no es nueva para ella ni para sus padres, Vinicio y Doly. Por cuarta ocasión la chica, de 17 años, irá a un plantel distinto. Ahora vuelve
a Quito, tras vivir en Ibarra.
Entre el 26 de julio y el 10 de agosto fue la fase regular para traslados en el sistema fiscal, para el ciclo que se iniciará en una semana (el 2 de septiembre), en Sierra y Amazonía. Pero a partir del 9 de septiembre, los padres podrán solicitar nuevos traslados, por una sola vez en este año lectivo.
68 866 traslados de plantel se aprobaron en este régimen, que tiene 1,4 millones de alumnos. El 83% fue por movilidad interna (cambio de domicilio). 5 754 cambios se tramitaron para reunir a estudiantes con sus hermanos y 2 689 por movilidad humana.
Por necesidades relacionadas a la discapacidad, el Ministerio de Educación registró 153 traslados. Los padres de Estefanía opinan que el plantel asignado a su hija tiene las características que ella requiere.
Como en otras ocasiones, ellos se acercaron a la institución para hablar sobre las necesidades de su hija. Esperan que se hagan los ajustes curriculares para que aprenda a su ritmo y que los docentes conversen con los chicos sobre la condición de la joven. Así esperan evitar la discriminación.
La psicóloga educativa Carolina Jaramillo señala que para garantizar la adaptación de los chicos con necesidades educativas especiales, los planteles deben analizar si cuentan con los recursos y capacitación. De lo contrario -señala- deberían buscar apoyo o remitir a los alumnos a otra institución.
En el caso de estudiantes en situación de vulnerabilidad, por acoso o riesgo de todo tipo, la psicóloga recomienda explicarles a los chicos que el cambio es para precautelar su integridad. “No deben pensar que se trata de un castigo”.
Yéssica Sevilla revisa documentación para entregarla en la nueva escuela de su hija. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO
Luego de separarse del padre de su hija, a Ingrith Bravo ya no le alcanza el dinero para costear el transporte escolar. Sufre de artritis y requiere medicación, así que decidió solicitar un cambio para un plantel que está más cerca de su casa y adonde pueda ir personalmente a dejarla y a retirarla.
Aunque el inicio de clases se acerca, la madre todavía espera al fin de mes para comprar los uniformes nuevos. El completo, para cada uno de sus dos hijos, cuesta USD 65. Como la niña apenas tiene 5 años, Ingrith espera que el traslado no la afecte emocionalmente.
El impacto de un cambio de plantel es grande en niños y jóvenes, dice la psicóloga Jaramillo. En la escuela y el colegio -sostiene- los chicos generan lazos. Y un cambio representa la ruptura de esos vínculos, importantes a esa edad.
Por ello -anota- el cambio debe concretarse por una razón fundamentada, que beneficie al chico y a la familia.
Los traslados en el sistema fiscal se aprueban por temas de movilidad humana, cambios de domicilio o condiciones de vulnerabilidad. Entre ellas constan la violencia intrafamiliar, por la que se justificaron 245 traslados; y la violencia escolar, con 197 pedidos.
El acompañamiento familiar es clave para acoplarse al cambio, señala la psicóloga. “Los padres deben estar en constante comunicación con el resto de la comunidad educativa”.
Yessica Sevilla no pasa mucho tiempo con sus hijas de 10 y 3 años; trabaja de lunes a domingo, de 13:00 a 00:00. Gestionó el traslado de sus niñas para que estudien más cerca de casa. Antes -cuenta- nunca fue a una sola
En el ciclo que finalizó hubo 1,4 millones de alumnos en 4 802 planteles fiscales.