Imagen referencial. Mario (nombre protegido) perdió a su padre a causa del covid-19. No conoce el paradero del cadáver, su madre se encuentra hospitalizada por el virus y él se mantiene aislado. Foto: Reuters
Los últimos 10 días han sido una pesadilla para Mario (nombre protegido). Perdió a su papá, hospitalizó a su mamá y debió aislarse en su casa debido al covid-19. El hombre, de 27 años, está encerrado en su domicilio, por su probable contagio, sin poder visitar a su madre. Él prefirió mantener en reserva su nombre, pero accedió a contar su historia.
Su padre, de 71 años, falleció el 31 de marzo pasado, en su casa, y su cuerpo lo levantaron tres días después. Hay incertidumbre. Hasta hoy, Mario vive con la desesperación de no saber dónde están sus restos: los datos no aparecen en la página web habilitada por el Gobierno.
“Han sido días horribles, tener que pasar por lo de mi papá y ahora hay cosas que se repiten con mi mamá. Hay temas para los que uno no se prepara y que todo pase así de golpe es abrumador”, relató Mario, por vía telefónica.
“Un viernes (27 de marzo) mi papá me dijo que se sentía mal, con mucha fiebre, seguramente tenía síntomas antes pero no me dijo por esa creencia absurda que tienen los padres, de sentirse como una carga para los hijos, cuando no es así. Aunque me asusté, no esperé que todo tomará este rumbo”.
Una de sus primas es médico; ella recomendó que tomé paracetamol y azitromicina, que forman parte del tratamiento primario contra el virus. Debido al toque de queda y la escasez en las farmacias, recién pudo llevar los medicamentos el lunes 30 de marzo, hasta la casa de sus padres, ubicada en el centro de Guayaquil.
“Mi papá bajó las escaleras para recibir las medicinas y sintió que se ahogaba, ahí empezaron los problemas. Me asustó y fuimos al hospital Guayaquil. Entrar a emergencia fue complicado, dijeron que sus signos vitales estaban bien, aunque lo mandaron a hacer exámenes porque se seguía ahogando”, contó.
Hasta ese momento, Mario no entendía los términos médicos, las complicaciones por la saturación de oxígeno en la sangre. Para él, todo era nuevo, se limitaba a escuchar al doctor y evitaba ver a su alrededor. En ese momento, lo que importaba era su papá.
“Su saturación era de 89-90 y lo mandaron a la casa. Ahora sé que con esos valores debieron internarlo. Le dijeron que duerma boca abajo, nada más. Ese día regresamos a la casa a las 19:00, desinfectamos todo, se bañó, se acostó y mi mamá preparó la comida y un suero. Cuando ella se desocupó y fue al cuarto, cerca de las 01:00 del 31 de marzo, y él había fallecido”, relató.
“Fue un momento terrible, yo llegué en la madrugada cuando me dieron la noticia y lo vi en la cama con una expresión de ahogo”, recuerda Mario. Entonces, se acercó a su padre -quien lo acompañó durante toda su vida- para cerrar sus ojos y envolverlo en una sábana. “En medio de todo el dolor me llevé a mamá a mi casa, porque ya sabía de las demoras en recoger los cuerpos y no quería dejarla sola. Nos acompañamos”, contó.
Había que unir esfuerzos. Mario tiene una hermana paterna, que lo ayudó buscando ayuda para conseguir un féretro, una bóveda y una empresa de servicios exequiales. Pero fue en vano. No tenían respuestas, tampoco consiguieron ayuda de autoridades, pese a que publicaron su caso en redes sociales.
“Cuando conseguí un ataúd y una bóveda, no tenía quien lo traslade. Dentro de todo el dolor, no estaba preparado psicológicamente para levantar el cuerpo en descomposición de mi papá, verlo así. Tuvimos que llamar a la Policía para que hagan el proceso”.
El personal de Criminalística que levantó el cuerpo le entregó el certificado de INEC, pero no le dio información adicional. Hasta este 10 de abril, Mario desconoce el paradero del cuerpo de su papá. No sabe si está enterrado, cremado o refrigerado en uno de los contenedores emergentes.
“Mi hermana ha estado buscando en la página todos los días, con el número de cédula, pero no aparece. Nosotros no tenemos contactos o ‘palancas‘ para hacer la averiguación. Hemos optado por esperar. Solo queremos que tenga un lugar para que sus restos descansen”, dijo.
Mario tuvo pocos días de duelo, porque su mamá también presentó síntomas del virus. La llevó al hospital del Guasmo, pero cuenta que no pudo ingresarla. Decidió buscar un hospital privado.
“No la quisieron internar en el hospital del Guasmo, aunque sus marcadores eran críticos, teniendo 68 años, tiene derecho a recibir atención médica. Me dio impotencia porque no la recibieron pese a que me dijeron que la carga viral aumentaría”, relató.
Mario siente la ausencia de su padre, pero guarda esperanza. “Tiene cuatro días en un buen hospital, ayer me llamaron a decirme que está mejorando. No puedo visitarla porque también estoy en cuarentena, pero cada día espero una llamada para saber que está mejor”.
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