El uso del botón de seguridad mutó con la crisis sanitaria del covid-19

Los policías Carlos Criollo (der.) y Alex Castro revisan el botón de Olivia Caizatoa. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Los policías Carlos Criollo (der.) y Alex Castro revisan el botón de Olivia Caizatoa. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Los policías Carlos Criollo (der.) y Alex Castro revisan el botón de Olivia Caizatoa. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Las alertas a través de los botones de seguridad son frecuentes. Este sistema, instalado en los celulares de los vecinos, surgió como un plan antidelincuencial para el feriado de Navidad y fin de año del 2011. Pero con la pandemia su uso cambió.

En medio de la crisis sanitaria el número de activaciones se elevó; la gente empezó a reportar no solo asaltos sino también consumo de licor en la vía pública, riñas, fiestas clandestinas y aglomeraciones.

A escala nacional están habilitados1 588 728 botones. Solo en este año sumaron 130 951. El mayor número se registró en agosto, 15 571, y en noviembre, 17 315.

Los policías de los barrios saben que las llamadas también han subido. Las cifras oficiales ratifican esas versiones.

Por ejemplo, en abril por medio de este mecanismo se registraron 11 714 alertas. Noviembre cerró con 20 646. Las advertencias llegan de todas las provincias. En Quito ingresan desde el centro, sur, norte de la ciudad y desde los valles.

Hace dos semanas, Sandra Puertas accedió a este servicio y alertó una riña callejera afuera de su casa, en La Vicentina.

Recuerda que desde la ventana observó cómo dos hombres que consumían licor comenzaron a golpearse.

Un hecho similar ocurrió la madrugada del 11 de diciembre del 2020, en la República de El Salvador.

Este Diario conversó con Paola Burbano, dirigente de esa zona, quien cuenta que 15 jóvenes escuchaban música a todo volumen afuera de su vivienda. “No usaban mascarilla, no guardaban distancia y también consumían alcohol. Mandé la alarma a la Unidad de Policía Comunitaria, me llamaron y les conté lo que sucedía en ese instante”.

En Calderón, en cambio, se advirtió de una fiesta clandestina. El 28 de noviembre, los policías de esa zona llegaron al lugar tras recibir alertas de vecinos que se despertaron por el alboroto. Se trató de una reunión de cumpleaños con 45 personas. Uno de los moradores contó que los asistentes estaban borrachos y dos de ellos protagonizaron una riña.

Carmen Silva, moradora de La Argelia, en el sur de Quito, recuerda que el martes a las 23:30 tuvo que utilizar el botón de seguridad, luego de ver que cinco personas trajeron una jaba de cerveza y se sentaron a beber afuera de su casa.

Informes de la Dirección Nacional de Policía Comunitaria muestran que el 47% de alertas recibidas este año tiene relación con personas que consumen licor en la calle y por escándalo público. En este último grupo están las aglomeraciones y las fiestas no permitidas, por el coronavirus.

Antes de la pandemia, comunicaciones de este tipo eran mínimas y más se usaban para temas delictivos. Pese a eso, las alertas sobre asaltos son altas.

Karol Muñoz, una moradora del sector de Cochapamba, un barrio del norte quiteño, recuerda que usó este sistema la madrugada del 8 de diciembre.
Por la ventana vio que dos personas se bajaron de un vehículo y empezaron a vulnerar las seguridades de su casa.

Dice que uno de ellos utilizaba una llave maestra para abrir la puerta, mientras el otro vigilaba que nadie se acercara.

En la base de datos de la Policía además consta el caso de José Delgado, dueño de una tienda en el sector de Pifo, en las afueras de la capital. El comerciante activó el botón al ver que dos sospechosos merodeaban afuera de su negocio por más de 15 minutos.

Cuando los policías comunitarios llegaron, comprobaron que ambos tenían antecedentes penales por robo. Además, portaban un cuchillo.

Janeth Loza, dueña de una tienda en el sector de la Pío XII, cuenta que habilitó ese mecanismo en su celular un día después de que su local fuera asaltado por dos hombres.

En contexto

En el 2011, cuando se implementó el botón, la idea fue habilitarlo en hoteles y restaurantes en la Ruta del Spondylus, que abarca Esmeraldas, Manabí, Guayas y Santa Elena. Inicialmente se comenzó con 313 dispositivos, pero poco a poco esa cantidad se extendió.

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