La homosexualidad se consideraba un delito en Ecuador hasta 1997, con penas privativas de la libertad que iban desde cuatro hasta ocho años. Foto: Yadira Trujillo / EL COMERCIO
Los colores celeste, rosa y blanco, símbolos de la población transgénero, flamearon en una bandera de 10 metros que se colocó este miércoles 27 de noviembre del 2019 en el edificio de la Secretaría de Inclusión del Municipio de Quito, ubicada en la calle Jorge Washington y avenida Amazonas.
En uno de los pisos altos de la entidad municipal, la bandera se exhibió desde las 08:00 hasta las 18:00, en la conmemoración de los 22 años de la despenalización de la homosexualidad en Ecuador y como un homenaje a las personas transgénero que lucharon por ese objetivo.
Lorena Bonilla, representante de la Fundación Amor y Fortaleza, que lucha por los derechos de la niñez trans, dijo que se trata de un acto simbólico que es tomarse el espacio público que ha sido muchas veces negado a las personas trans. “Constantemente miras a personas trans adultas en las tinieblas por su situación precaria y eso debe cambiar”.
La homosexualidad se consideraba un delito en Ecuador hasta 1997, con penas privativas de la libertad que iban desde cuatro hasta ocho años.
Bonilla señala que la bandera en ese espacio municipal es un mensaje, para que funcionarios e instituciones recuerden que la obligación del Estado es trabajar por las minorías y principalmente por los más vulnerables: niños y adolescentes.
El 25 de noviembre de 1997, el Tribunal Constitucional declaró inconstitucional el primer inciso del artículo 516 del Código Penal y dispuso la suspensión de sus efectos. La norma establecía cárcel para las personas homosexuales.
A 22 años de la despenalización, Pamela Troya, activista Lgbti, señala que aunque en el país hay avances significativos en cuanto a los derechos de estás personas, falta mucho por hacer. “No es lo mismo ser delincuente y que te persigan por amar ‘distinto’, que finalmente es el mismo amor; que ahora poder casarnos y divorciarnos haciendo uso de las instituciones, como es nuestro derecho”.
Pero asegura que dentro de los mismos logros quedan pendientes varios temas, como una verdadera garantía a la autodeterminación de las personas trans, especialmente a los niños.
“Aunque hemos tenido logros, todavía hay deficiencias en cuanto a la aplicación y exigencia de nuestros derechos. Hay un tabú cultural y social todavía arraigado”.
Troya señala que falta discutir el tema de las diversidades sexogenéricas en el sistema educativo. “Es increíble que ni siquiera la educación sexual heterosexual pueda ser tratada sin tabú y con completa naturalidad porque existe oposición de grupos religiosos, a los que yo denomino antiderechos”.
Peor aún -asegura- se puede pensar en una educación sexual que aborde las realidades sexodiversas. Esto -enfatiza- debería darse para otorgar herramientas y prevenir el embarazo adolescente, que va en aumento en el país. Además para prevenir el abuso sexual en los entornos familiares a niñas y adolescentes y para prevenir el bullying escolar.