En un tramo del lado oeste de la av. 9 de Octubre se levanta el Hotel Oro Verde. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.
Ninguna otra vía resume en Guayaquil el espíritu emprendedor de quienes la habitan, como lo hace la avenida 9 de Octubre, que atraviesa el centro de la urbe de este a oeste, y es un eje conector entre el pasado y el presente.
Si el Hemiciclo de la Rotonda que conmemora el encuentro entre los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín remite al pasado; el imponente edificio de La Previsora con sus 35 pisos, frente al Malecón Simón Bolívar, simboliza a la ciudad pujante y cosmopolita.
El lado este del bulevar se extiende a lo largo de nueve cuadras, con el Parque Centenario y el Malecón Simón Bolívar como sus límites y referentes.
La plaza Vicente Rocafuerte, a los pies de la iglesia San Francisco, tiene su identidad propia en el bulevar. El jubilado Federico Jara la frecuenta desde hace 20 años. Por entonces, el tráfico no apagaba el arrullo de las palomas, las eternas huéspedes del parque.
A sus 84 años, Jara ha evidenciado en primera persona la transformación del bulevar. “Antes era más tranquilo, se podía conversar. Ahora hay muchos carros”.
El tramo este sufre una metamorfosis diaria. En la mañana es un bullir de oficinistas, empleados públicos y estudiantes que caminan presurosos; al mediodía, es una gran vitrina de comercios de todo tipo; y ya por la noche, una pasarela para bohemios y turistas.
Arturo Guale conoce las mutaciones de esta avenida porque las ha experimentado y ha cambiado con ellas. Oriundo de Cañar, este vendedor de periódicos tiene su puesto desde hace 15 años en la esquina de la avenida Boyacá, quizás la segunda vía más icónica del centro de la urbe. “Antes vendía solo periódicos y Condorito, ahora tengo guías de la ciudad, postales y recuerdos porque los turistas preguntan”.
La esquina de la 9 de Octubre y Boyacá combina el pasado y el presente. En el costado este se yergue el edificio de estilo neoclásico de propiedad de la familia Eljuri. La edificación fue levantada en 1927 y desde 1990 está en la lista de bienes patrimoniales del país. La casona, que fue rehabilitada hace seis años, es una de las nueve edificaciones patrimoniales que subsisten en el bulevar.
Si el lado este de la avenida -que da al río- está plagado de grandes negocios de venta de electrodomésticos y tiendas de cadena con anchas y coloridas fachadas; en el lado oeste, el contiguo al Estero Salado, la mayoría son negocios pequeños, menos ostentosos, a lo sumo con cuatro metros de ancho y de una sola puerta enrollable de metal. Aunque con adoquines, baldosas y faroles, en ciertos puntos ese tramo lucha por desligarse de la impronta que tiene el lado no regenerado.
En la esquina de Tulcán, los aceros de la estructura de un edificio llevan años expuestos a la corrosión, en un lote rodeado de láminas de zinc. En el sector hay dos locales con anuncios de alquiler y dos lotes en desuso.
Entre Antepara y García Moreno, los comercios aún resienten la salida del Consulado de Estados Unidos, en diciembre del 2013, que estuvo ubicado en el sitio por 50 años.
Las oficinas que albergaron a la Fiscalía entraron en un proceso de remodelación y el rostro de Rumiñahui -en el mural del antiguo edificio del Banco Central- permanece cubierto bajo un tela verde.
El Café 9 de Octubre era un minúsculo puesto de venta de sánduches de chancho, que vendía seis piernas hornadas al día y hasta 600 sánduches, pero sus ventas disminuyeron a un promedio de 100 unidades con la salida del Consulado estadounidense y de la Fiscalía.
“Esto nos obligó a aprovechar mejor el local y nos ampliamos a un centro de servicios, que al mismo tiempo es un cíber, café y puesto de sánduches, donde también ofrecemos los servicios de asesoría consular”, indica Laura Paredes, la administradora.
Los propietarios del El Palacio de los Secos, en el número 1861 de un edificio en la esquina de la calle José Mascote, tuvieron que dar un giro para adaptarse a las dinámicas de la zona. En el sitio quedó Casa Venecia, un local de cocina gourmet que pasó a ser un restaurante de comida popular. Los platos estrellas son los secos de pato y de chivo.
El Palacio está ubicado en una casa de dos pisos de reminiscencias españolas, construida en 1929. Su ambiente con música de piano de 13:00 a 15:00 aísla al público del bullicio y el constante movimiento de buses por la vía.
El restaurante incluye un bar lleno de pósteres de series y películas de gánsteres, además de imágenes de la saga de la película ‘Rocky’.
Sandra Azanza, la chef propietaria, está tan satisfecha con el negocio, que ahora planea abrir el Palacio de los Mariscos en un sótano de la casona.
En el lado oeste, dos villas de dos plantas continúan como residencias familiares. Se ubican entre las calles Carchi y Tulcán, y habitadas por guayaquileños que han residido “por décadas” en el sector, quienes se resisten a dejar la avenida principal de la ciudad y dicen preferir el anonimato.
Este lado de la 9 de Octubre va de Pedro Moncayo al Estero Salado, porque en el puente 5 de Junio el bulevar se convierte en la sinuosa avenida Carlos Julio Arosemena.
En contexto
El icónico bulevar cruza de este a oeste el centro del Puerto Principal, con el Parque Centenario como punto que corta la zona más comercial y turística, con el tramo más sosegado que termina en el Malecón del Salado. Mañana celebrará 195 años de independencia.