Miguel A. fue encontrado culpable del femicidio de Amelia. El hecho tuvo tres testigos presenciales, que dieron su testimonio en audiencia de juicio. Foto: Cortesía Fiscalía
Un Tribunal de Garantías Penales sentenció este jueves 25 de julio del 2019 a Miguel Adolfo A. a 26 años de cárcel por el femicidio de Amelia. El hecho violento se registró el 8 de febrero del 2019 en La Pisulí, en el norte de Quito, en presencia de la madre de la víctima.
Las juezas del Tribunal, Paola Logroño, Olga Ruiz y Mabel Tapia, lo encontraron culpable del delito y lo sentenciaron con la pena máxima del artículo 141 del Código Orgánico Integral Penal (COIP) y con las circunstancias agravantes del 142, en sus numerales 2 y 3 (que exista o haya existido una relación conyugal y cometer el delito en presencia de un familiar).
También deberá pagar una multa de 1 000 salarios básicos unificados y la entrega de USD 40 000 como reparación integral a los tres hijos de la pareja (mayores de 18 años). La familia de la víctima también deberá recibir terapias psicológicas, por orden judicial.
El 8 de febrero del 2019, Miguel Adolfo A., de 59 años, atacó con un cuchillo a Amelia de 47 años en la vía pública cuando ella salía de su casa acompañada por su madre.
Minutos antes del femicidio, Miguel emboscó a Amelia a unos metros de su vivienda y quiso obligarla a regresar al inmueble para hablar con él. Su objetivo era restablecer la relación matrimonial de treinta años que Amelia había dado por concluida, debido a la violencia intrafamiliar de la que era víctima y por la que ya existía una investigación previa en curso, señaló la Fiscalía en un comunicado.
Pero Amelia, que estaba acompañada de su madre, se rehusó a conversar: “yo no tengo nada que hablar con usted”, fue lo último que le dijo. Entonces empezaron los empujones y forcejeos. La madre trató de llevarse a su hija del lugar, pero Miguel sacó de su cintura un cuchillo que llevaba envuelto en papel y amenazó a la madre para que no interviniera.
El ahora sentenciado empujó a Amelia hasta ponerla de rodillas en la calle. La primera puñalada le cayó en el rostro y las veinte restantes le fueron lacerando el pecho. Inmediatamente, él también se acuchilló –y herido– se tumbó sobre el cuerpo de la mujer.
Una vecina, desde el tercer piso de su casa, grabó con su celular los últimos momentos del femicidio.
Dos vecinas más fueron testigos presenciales de los hechos. Una de ellas hizo parar una moto para trasladarse a la Unidad de Policía Comunitaria de Pisulí y alertar a los agentes de servicio urbano.
La otra llamó al ECU 911 para que envíen una ambulancia. Otro vecino trató de detener la agresión amenazándolo con un palo, pero no lo logró.
Cuando llegó la ayuda médica, Miguel Adolfo A. fue trasladado a un hospital público, donde los galenos trataron las heridas que se provocó. Al día siguiente, la Fiscalía le formuló cargos en esa casa de salud.
Cuando arribaron la Policía Judicial, Dinased, Criminalística y la Fiscalía se levantó el cadáver de Amelia, se recolectaron muestras genéticas y se recuperaron los indicios, como el cuchillo y el teléfono celular con el que la vecina registró el hecho. También buscaron a testigos presenciales del femicidio y a familiares de la víctima.
El análisis genético realizado a las muestras de fluidos tomadas del cuchillo resultó positivo en la comparación con las muestras tomadas del cuerpo de Amelia y a las entregadas por Miguel Adolfo A.
Estos hechos fueron relatados en 11 testimonios de peritos y testigos presentados por la fiscal especializada en Violencia de Género, María Alejandra Sigcha.
En el juicio, el procesado entregó su testimonio libre y voluntario. Dijo que en 30 años de matrimonio nunca la trató mal, que él trabajaba conduciendo camiones y que de un momento a otro el trato que le daba era pésimo. “No me atendía, no me hacía el desayuno, no me daba de comer (…). Llegó el día en que me decidí (…) el trato era pésimo y me botó de la casa”.
Pero la madre de Amelia, en su testimonio, dijo lo contrario: “vivió años con él, la chantajeaba, la trataba mal (…) siempre la obligaba a que volviera. Mi hija decía que lo hacía por sus hijos (…)”.
La Fiscalía demostró que Miguel Adolfo A. es autor de femicidio, un delito que tiene como antecedente las relaciones violentas de poder que terminan con la agresión y muerte de una mujer, siendo este el último eslabón del ciclo de la violencia.
Con los ojos fijos sobre el Tribunal de Garantías Penales de Pichincha y las manos en sus rodillas, Aguirre escuchó su sentencia condenatoria.