En la sala de Psiquiatría del Hospital del Guasmo, la doctora Bettsy Castro visita a un paciente. Ella trabaja con los parientes para que recuperen su autonomía. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.
Edad, estatura, características físicas, el nombre que les dieron -porque el suyo lo olvidaron- y una foto. Con esos datos constan 198 usuarios del Instituto de Neurociencias de Guayaquil en el portal Desaparecidos Ecuador.
Sus historias son similares: tuvieron una crisis psiquiátrica, fueron internados de emergencia y con el tiempo su familia los olvidó. Desde entonces, ese centro de la Junta de Beneficencia es su hogar. Para ellos, los terapeutas son sus padres.
“Algunos han cumplido 45 o 50 años; otros, después de mucho tiempo, han fallecido aquí, sin que su familia venga por ellos”, cuenta Susana Ordóñez, jefa de Residencias de Neurociencias.
Mientras habla casi no se mueve. Está posando para Antonio, un dibujante que llegó al instituto hace 24 años.
Al preguntarle por sus familiares, no responde, sigue dibujando. Entonces, empieza a recordar una larga lista de nombres. Con voz infantil enumera a sus hermanos; ninguno quiere acogerlo. “La medicación no lo es todo. La familia es la mejor medicina”, dice Ordóñez.
Lo dice porque en el país se ha acostumbrado a abandonar al paciente en hospitales psiquiátricos. Hoy se busca cambiar eso con otra visión de la rehabilitación, que involucra más a familias e instituciones.
Desde marzo, Neurociencias y el Ministerio del Interior incluyeron a pacientes psiquiátricos en un programa que intenta acercarlos a sus casas para mejorar su condición. Sus perfiles se despliegan al dar clic a ‘Busco a mi familia’.
Hospitalizaciones cortas, reinserción social y consultas periódicas son parte del esquema de atención de pacientes psiquiátricos en el Plan Nacional de Salud Mental. El apoyo de la familia es clave.
Sara Torres, jefa del Hospital Psiquiátrico de Neurociencias, dice que los largos internamientos quedaron en el pasado. En el Instituto no pasan de 28 días. En ese tiempo estabilizan al paciente.
También trabajan con la familia en terapias grupales. Cuando reciben el alta, un equipo de psicoterapeutas los ayuda a sobrellevar la situación y a detectar signos de alerta para evitar las recaídas.
En el hospital ya no hay uniformes para los usuarios. Tampoco pasan en sus camas; hay talleres ocupacionales y de gimnasia. Comparten el comedor con el personal médico.
En el Ministerio de Salud, las estrategias son similares para evitar el desarraigo y el abandono paulatino de la familia.
Así, en el país, la atención psiquiátrica de pacientes con un cuadro agudo de trastorno mental se brinda en 28 hospitales generales, con un promedio de estadía de 15 días. Y en 45 centros de salud de primer nivel, que dan el servicio ambulatorio a gente con consumo problemático de alcohol y drogas y trastornos graves. Para recibir atención en salud mental hay que llamar al 171.
La consulta básica se realiza en centros y subcentros. Y solo para casos crónicos se deriva al Hospital Psiquiátrico Especializado Julio Endara, en Quito, que cuenta con 131 camas.
El año pasado, Salud registró 1,5 millones de atenciones en psiquiatría. Los trastornos de humor -como manías, depresión y bipolaridad– otros relacionados con estrés, vinculados al consumo de drogas, retraso mental y esquizofrenia son las causas más comunes.
El viernes pasado (4 de mayo del 2018), Julio permanecía de pie junto a su cama en una habitación del Hospital General Guasmo Sur, en Guayaquil. El hombre, de 40, padece de esquizofrenia paranoide y hace ocho días tuvo una recaída. Los pacientes psiquiátricos no están en un área aislada. Son atendidos en la sala general y al igual que otros permanecen junto a un familiar.
Bettsy Castro, líder del servicio de Psiquiatría, resume que la atención tiene enfoque comunitario. El paciente es monitoreado, hasta en casa, para evitar que deje el tratamiento. Es citado continuamente a consultas e incluido en programas de reinserción, para que recupere su autonomía.
Para el seguimiento han capacitado a médicos generales, de centros y subcentros en la detección de síntomas y en el suministro de medicina. Así reducen la brecha de especialistas; el Ministerio tiene 72 psiquiatras en el país. Hay 714 profesionales de salud mental.
La psicoeducación es otro enfoque para el trabajo con la familia. La psicóloga María Fernanda González dice que en sesiones grupales afianzan el apego a la medicación, a los controles y les dan herramientas contra el estigma social.
“Creen que la enfermedad es producto de hechicería, brujería o mal de ojo. Eliminamos prejuicios y trabajamos para crear un soporte familiar”.
En el Instituto de Neurociencias, algunos de los 308 residentes llegaron por epilepsia. Otros eran solo niños cuando los abandonaron por retardo mental. El 80% padece esquizofrenia, trastorno que causa distorsión del pensamiento.
Aunque fueron estabilizados hace mucho con medicación, aún no regresan a casa.
“A mayor encierro, el deterioro es mayor. A mayor actividad, la persona sale más rápido”, dice la jefa de Residencias, quien coordina talleres.
La campaña con el Ministerio del Interior busca recuperar el sentido de responsabilidad de las familias en el tratamiento. Junto a los perfiles también se difunde el art. 153 del Código Orgánico Integral Penal, que sanciona el abandono de personas por enfermedades o discapacidad con prisión de 1 a 3 años.