Guardacostas de la Armada vigilan la zona del Golfo de Guayaquil, para evitar robos a comuneros y trabajadores. Fotos: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Un canal del estero Salado luce desolado. Solo tres motores de una lancha guardacostas de la Armada rompen el silencio. El cauce de 63 km, que comienza en la Base Naval Sur y desemboca a la altura de la parroquia Posorja, es una de las cinco “rutas seguras”, que la Marina trazó para disminuir los robos en el Golfo de Guayaquil. Esta zona tiene alta presencia de camaroneras y genera el 60% de la producción de camarón del Ecuador, según datos de la Cámara Nacional de Acuacultura (CNA).
Por todo el Golfo circulan 700 embarcaciones de camaroneros, cangrejeros, pescadores artesanales y habitantes de las islas Puná, Mondragón, Las Cajas, Escalante, Chupadores Grande, Chupadores Chico, Verde y Esperanza. Ellos se ven afectados por el ataque de los piratas.
El último atraco se reportó en el sector Cerrito Los Morreños. Ocho personas, a bordo de dos embarcaciones, interceptaron una gabarra que transportaba camarón.
Otro robo ocurrió el 22 de diciembre pasado, en el sector de Puná 3. Eran las 05:00 y cuatro personas que transportaban 4 000 libras de ese producto fueron asaltadas. 15 personas encapuchadas viajaban en dos botes y portaban armas de fuego y chalecos antibalas.
Durante el asalto, los sospechosos dispararon contra los trabajadores y uno de ellos perdió la vida en ese momento.
Un camaronero, que opera en el Golfo hace nueve años, dice que los delincuentes a veces ingresan hasta las instalaciones en las que trabaja y se llevan la producción directamente de las piscinas.
En otras ocasiones, el Comando de Guardacostas de la Armada ha detectado a grupos de hasta 40 personas, que esperan entre los senderos de manglar hasta que pasen los botes con la carga.
El año pasado, la CNA registró ocho asesinatos y 23 heridos en 47 hechos delictivos. Pero no todos denuncian.
La Policía dice que hasta noviembre del año pasado, en el Golfo se presentaron 134 delitos. Durante el 2017, en el mismo período se contabilizaron 135 casos. Los delitos implican no solo el robo de producto (camarón, cangrejo, pescado), también la sustracción de motores, mercadería y hasta se ha detectado tráfico de drogas.
Los afectados dicen que tres bandas operan en el sector y que provienen de Guayaquil.
Esa información es confirmada por la Armada.
Jaime Vela, comandante de Guardacostas, asegura que las redes delictivas que operan en la zona salen desde el puente de la A, muelle La Fragata y La Playita. Otros zarpan desde Posorja y Tenguel.
Sin embargo, para el fiscal de espacios acuáticos, Víctor Calderón, no existen bandas definidas sino personas que cuentan incluso con permisos de navegación y que aprovechan los brazos en el manglar para asaltar. El funcionario dice que debido al territorio -1 600 kilómetros cuadrados- los patrullajes y controles de las autoridades son difíciles y escasos.
Los robos ocurren en las noches y madrugadas, dependen de la marea y de la información que obtengan sobre traslados de camarón, balanceado o productos químicos. Las bandas operan en grupos de hasta 20 personas, que van armadas con fusiles y revólveres.
Por eso, desde enero del 2018 los guardacostas activaron “rutas seguras”, que comprenden los ramales del estero Salado y el río Guayas, y que bordean todo el Golfo.
La navegación por estos senderos dura unas tres horas, pero puede extenderse hasta seis, cuando los uniformados registran las embarcaciones que circulan a diario.
El fiscal Calderón advierte que las “rutas seguras” y los controles no son suficientes.
José Antonio Camposano, presidente de la CNA, sostiene que la presencia de las entidades de seguridad en el Golfo “es nula” y que los operativos que coordinan con la Policía son insuficientes.
Durante el 2018, los camaroneros invirtieron USD 31,1 millones en contratación de seguridad privada. En cambio, los comuneros del Golfo apenas portan machetes para defenderse ante cualquier ataque de las bandas.