Entre 1979 y 1998, los presidentes asumían el poder los 10 de agosto. En la foto, la transición Borja-Durán Ballén, 1992. Foto: Archivo/ EL COMERCIO
Insistir en que las fiestas cívicas locales restaron importancia al Primer Grito de Independencia y que por eso el 10 de Agosto no se ha consolidado como el Día Nacional es un argumento falaz.
Varias son las razones que se esgrimen cada vez que se aborda este viejo debate. Y como sucede en otros aspectos de la vida nacional, en la debilidad del 10 de Agosto como la principal fecha patria, la clase política ecuatoriana de las últimas generaciones tiene su culpa.
El historiador Vladimir Serrano argumenta que en los siglos XIX y XX, el 10 de Agosto se consideraba como la fecha política más importante. Desde la Constitución de 1851, por ejemplo, se dispuso que el Poder Legislativo se reuniera el 10 de Agosto de cada año o de cada dos años, según era el caso.
Serrano recuerda que el presidente Gabriel García Moreno, cuando cayó asesinado a machetazos por Faustino Rayo el 6 de Agosto de 1875, llevaba consigo el Informe a la Nación que debía leer cuatro días más tarde ante el Congreso de la época, a las puertas de iniciarse su tercer mandato de seis años.
Como la Legislatura se instalaba en ese día, lo común era que los presidentes de la República que asumían el poder en tiempos de estabilidad -cosa muy extraña por cierto-, lo hicieran el 1 de septiembre. Fue el caso de Leonidas Plaza, Lizardo García, Emilio Estrada, Alfredo Baquerizo, José Luis Tamayo, Gonzalo Córdova, Velasco Ibarra (cuatro de sus cinco períodos), Arroyo del Río, Galo Plaza y Camilo Ponce.
Finalmente, en la Constitución de 1978 comenzó la tradición de que los mandatarios asumieran el poder el 10 de Agosto. Jaime Roldós fue el primero, al poner fin a casi ocho años de dictaduras militares.
Como lo constata el historiador guayaquileño Melvin Hoyos, en aquel momento, el 10 de Agosto se convirtió en una fecha de doble significado político: el Primer Grito de la Independencia y también el día en que, en 1979, el Ecuador retomaba su cauce democrático.
Así, en la memoria política contemporánea, el 10 de Agosto quedó como una fecha de transiciones presidenciales y de informes a la nación. También era el día de la lucha, a veces intestina, de los partidos por controlar el Congreso, pues cada año -hasta 1998- se cambiaba de autoridades.
Para Hoyos fue un error que la Constitución de 1998 moviera del 10 de Agosto al 15 de enero la fecha de las posesiones presidenciales. El secretario de la Asamblea Constitucional de Sangolquí, Diego Ordóñez, argumenta que el cambio se hizo por una razón práctica: que el nuevo período presidencial coincidiera con el inicio del ejercicio presupuestario anual, para tener un mayor orden en el manejo de los recursos fiscales. Esa explicación, señala Ordóñez, no deja de lado la constancia de que, en adelante, el 10 de Agosto perdió significado.
Esta suerte de error histórico no se solucionó en la Constitución de Montecristi, que mudó el día de las posesiones presidenciales y de los informes a la nación al 24 de mayo.
Para Serrano, el nuevo cambio de fecha fue una decisión de los constituyentes por revalorizar la huella bolivariana que tuvo la Batalla de Pichincha, con la que se finiquitó el proceso de independencia de la patria. Hoyos asegura que el 24 de Mayo, en efecto, pudiera ser considerado como el día nacional por excelencia, pero eso no impedía que en el 10 de Agosto se mantuviera la tradición de los relevos políticos.
Estas decisiones mermaron más la importancia de este día cívico que el hecho de que cada ciudad celebre sus propias fiestas de independencia o fundación. Hoyos insiste en que el Estado no se ha convertido en el gran promotor de la identidad nacional a través de la revalorización de fechas como esta.
Serrano advierte que es una lástima que el 10 de Agosto haya perdido el gran mensaje de rebeldía y de construcción de la verdadera nacionalidad. “La Batalla de Pichincha de 1822 tuvo la influencia de agentes externos, como el Ejército colombiano que lideró Sucre, entre otros. En cambio, en 1809 fueros nuestros patriotas, quiteños y guayaquileños los que dieron ese primer grito y que luego fueron masacrados el 2 de Agosto de 1810”.
Fue el historiador guayaquileño Camilo Destruge, apunta Hoyos, quien defendió ante el continente la condición de Luz de América de la gesta quiteña por encima de procesos similares como la Revolución de Chuquisaca (Bolivia) de 1809.
“Nos falta reencontrarnos con la historia”, concluye el educador Fausto Segovia cuando reflexiona sobre este día patrio y su debilitamiento en la conciencia colectiva. Otra explicación es que Quito en particular, y la Sierra en general, están de vacaciones en agosto. Las escuelas, colegios y universidades, como escenarios donde se fomenta el civismo, no pueden reunir a docentes y alumnos y conmemorar este día. Para cubrir este vacío, las alcaldías quiteñas desde 1992 hicieron de agosto un mes de fiesta cívica y cultural.
Es posible que este debate deje en el ecuatoriano cierto sinsabor de que la gloria del 10 de Agosto se desvanece poco a poco en nuestra memoria. Pero no es así: hay un espacio maravilloso en el que siempre vivirá el Primer Grito de Independencia. Está en la segunda estrofa del Himno Nacional que todos coreamos con patriotismo. Aquellos versos sobre “los primeros los hijos del suelo…” hacen referencia a ese 10 de Agosto, que inició ese período de 13 años que duró la emancipación ante España.