Introducción:
Zandra Díaz me recibe en su casa en uno de esos días enloquecedores de fin de año. Apenas ha llegado de alguna de las múltiples actividades navideñas y está toda agitada, pero sonriente. Al principio, mientras sus hijos juegan fútbol cerca de nosotras, está nerviosa porque no sabe si está contestando bien las preguntas. Zandra es una de las pocas mujeres de esta serie que pasa la mayor parte de su tiempo ocupada con las tareas de la casa; una opción que ella considera una bendición, y un camino inimaginable 15 años atrás, cuando Zandra era una ejecutiva ‘workaholic’ y exitosa en el área de mercadeo de grandes transnacionales.
Testimonio:
Me casé ‘vieja’ para aquí (a los 31), tuve a mis hijos ‘vieja’ (a los 32), pero eso me permitió tener 10 años de ‘full’ trabajo. Yo creo que si me hubiera casado joven, tenido hijos muy joven y recién ahorita hubiera querido trabajar, nunca hubiera tenido la experiencia de estar en empresas (transnacionales) que te sacan el jugo y que además te enseñan un montón. Porque a esta edad conseguir un trabajo así ya es difícil.
Empecé en ventas y llegué hasta jefa de Producto en BellSouth y manejaba la mensajería, los SMS que ahora ya no son nada, pero cuando yo empecé eran lo máximo. Luego pasé a Coca-Cola Company, que tiene sede en Atlanta; ahí manejé Fanta y Sprite. Esa empresa es increíble; viajé y aprendí bastantísimo. Y salí porque tuve una mejor oferta en Kraft.
Pero me casé y renuncié para poner un negocio. Justo me quedé embarazada y cuando nació Gabriel (hoy de 8 años) me puse el negocio con una colega que también salió de Kraft: un centro de matemáticas. Nos iba muy bien, pero nuestra persona de confianza murió. Y justo nació mi segundo hijo, también el hijo de mi exsocia, y nos quedamos en el aire y al final ya no abrimos más.
Yo siempre he hecho mucho deporte, quizá porque soy hiperactiva y necesito hacer un montón de cosas. Estoy en todo, me meto en todo, organizo todo. Por eso aunque he estado de ama de casa, todo el tiempo he estado involucrada en algo más.
Solo cuando Gabriel era chiquito estuve únicamente en casa. Pero ya cuando nació Emiliano (de 6 años) empecé a hacer mis ventas (de filtros de agua). Y estaba haciendo asesorías en marketing desde la casa; mi marido hasta me hizo una oficina, pero trabajar ‘freelance’ en marketing es muy difícil, porque las empresas no quieren pagar, y todavía no hay cultura de trabajo en casa. Ahora estoy en una inmobiliaria, pero sin horario.
Hace un tiempo tuvimos una época bien difícil con mi marido (que estuvo un período corto sin trabajo) que me enseñó mucho. Y fue por eso que empecé a trabajar de nuevo. Porque dije: Pasa algo con mi marido, se muere, me divorcio o lo que sea y me friego. Yo estaba superbién solo de mamá y de repente esta situación me movió el piso.
A veces veo a mis amigas que no dejaron de trabajar y ahora están en puestazos y digo: ¡Ay, capaz que eso era! Pero vengo acá y estoy con mis enanos y sé que volvería a hacer cien veces lo mismo.
Y no sé si suene mediocre, pero siento que tengo todo lo que quiero: no importa si no es económico, si no es a nivel profesional. Tengo todo lo que siempre quise: mis enanos, mi marido, mi casa, el perro y un trabajo que aunque no es fijo me da un ingreso.