Introducción:
Yesenia Acosta es una de los pocos psiquiatras del país; ella asegura que no llegan a 150. Le causa gracia y le quita importancia al prejuicio que aún persiste: “Si es hombre es doctor, si es mujer es enfermera”. Desde pequeña quiso ser doctora; y era tal su afición que le pedía a un tío médico que le regalase las jeringuillas usadas.
“Imagínese la inconsciencia”, me dice riéndose en la sala de su casa nueva, en Ibarra, donde me recibe. Esa casa que ya es suya, donde vive con sus hijos Nataly (9) y Gabriel (6) y su esposo, Rodrigo (también médico), ha sido una de sus mayores ilusiones estos últimos años. Finalmente se siente estable; está en paz y se le nota
Testimonio:
Me encanta mi profesión porque me parece que la psiquiatría es la especialidad más humana de la medicina. Muchas dolencias físicas tienen origen en problemas emocionales relacionados con la vida social del individuo; el estrés que genera la pobreza, por ejemplo.
Yo decidí seguir psiquiatría gracias al doctor Nelson Samaniego, que era mi maestro. Me sentaba primerita en su clase de psiquiatría y pasaba embobada, escuchándolo. Luego, para ayudarme en los estudios, tuve la oportunidad de colaborar con el proyecto del Muchacho Trabajador. Ahí me relacioné con grupos vulnerables. Entonces todo fue encajando y me di cuenta de cuál era mi vocación.
La mayoría de médicos le teme a la psiquiatría, es la rama oscura (risas). En una época se distorsionó todo alrededor de la salud mental; sus enfermedades eran vistas como la suciedad de la sociedad. Tal vez por eso somos muy pocos y se necesitan muchos más psiquiatras aquí.
Sí, en la psiquiatría todo es triste porque la enfermedad mental es penosa. Pero ver la recuperación de los pacientes te pone feliz. Cada paciente viene a mí con una piedra y me da la responsabilidad de ayudarle a cargar con ese peso o hacérselo más liviano. Y cuando ya veo que se van contentos esa es mi mayor alegría. Una sonrisa es mi mejor paga.
Ahora solo atiendo en consulta privada para poder estar con mis hijos. Así descubrí que en Ibarra hay un fenómeno especial: más pacientes psiquiátricos hombres. Pese a que la estadística de patología mental se sabe que es más alta en mujeres, pero en consulta privada es al revés; en consulta pública sí son más mujeres.
Por la cercanía a la frontera (con Colombia) trato bastantes casos relacionados a la violencia. Por ejemplo, personas que son perseguidas por la guerrilla y tienen estrés postraumático. Sus historias parecen de ficción, pero son sufrimientos reales tremendos los que soportan. Y hace más o menos dos años yo también viví un intento de extorsión.
Un día mi esposo recibió una llamada en la que le dicen que son del frente tal y tal, y que nos tienen totalmente vigilados. Nos pedían 50 000 dólares si no…
Mi esposo les dijo que no tenía esa cantidad y que no podía conseguirla. Igual le dieron un mes para conseguirla. Empezaron las llamadas, el acoso. Sabían todo de nosotros. Llamamos a la Policía y con su asesoramiento salimos de ese lío.
Mis hijos y yo fuimos a terapia, porque fue terrible. Mi hijo empezó con un tartamudeo, la situación era muy tensionante. Oían una llamada telefónica y los dos corrían a esconderse debajo de la mesa. Pero ahora estamos bien, todo eso ya pasó.