En la Casa Museo de Riobamba se exhiben collares de seis comunidades diferentes de puruhaes. Foto: Glenda Giacometti/EL COMERCIO
El atuendo de las mujeres indígenas de Chimborazo no está completo si no usan una washka. Estos collares están hechos con piedras de distintas formas y tamaños que se relacionan con el modo de vida y posición socioeconómica de sus propietarias.
El tamaño de las piedras redondas u ovaladas, el número de hebras y los dijes de plata o monedas que se agregan como adornos determinan la prominencia de una mujer, también su posición política, sabiduría y riqueza.
Seis urnas que se exhiben en la Casa Museo de Riobamba contienen casi un centenar de washkas, orejeras y watanas (pulseras) de seis parroquias de esa urbe. La exposición busca revalorizar estas joyas y fortalecer la identidad ancestral en la provincia.
“Lamentablemente la tradición de utilizar la washka se está perdiendo, la pobreza ha hecho que muchas mujeres vendan sus joyas. Con esta exposición esperamos recordar la herencia cultural de estos collares y revalorizarlos”, dice José Parco, director de la Unidad de Interculturalidad del Municipio de Riobamba.
Él explica que antes de la inauguración de la muestra, un equipo de la Unidad de Cultura trabajó en una investigación sobre los detalles de fabricación y el uso de cada washka.
Las que tienen piedras de menor tamaño y entre dos y cinco hebras les pertenecen a las mujeres más jóvenes. Ellas reciben comúnmente estas joyas al iniciar su adolescencia.
Mientras que las piedras de coral más grandes se usan para hacer collares abultados, de entre seis y 12 hebras, y solo las pueden utilizar las mujeres más ancianas porque son las más sabias. También, las esposas de autoridades importantes o mujeres acaudaladas.
“La adquisición de las piedras de coral debe haber sido muy costoso. Ese material solo se encontraba en el mar y son una prueba del intercambio comercial entre los puruhaes y los pueblos de la Costa”, comenta Parco.
Los adornos de plata, como monedas y cruces, que se colocan dispersos junto a cada esfera de coral también implican una posición económica privilegiada y son una muestra del sincretismo de creencias religiosas en las comunidades.
Las washkas que tienen este tipo de adornos solo se utilizan en épocas especiales, como en alguna de las cuatro fiestas del calendario andino o cuando una familia es prioste de una festividad religiosa.
“En los atuendos de gala no puede faltar una washka especial, decorada con dijes y piedras rojas, que representan el color del fuego purificador”, dice María Pomaquiza, una joven que desciende de padres de Cacha y Columbe.
Ella explica que entre los collares que se usa en ambas culturas también hay diferencias marcadas. Las piedras redondas y rojas, por ejemplo, solo se utilizan en la parroquia Cacha.
En otros sitios, como Calpi, las piedras son ovaladas. Los poblados del sur, utilizan piedras de otros colores como blancas y azules.
Cada color tiene una simbología distinta.
Las washkas rojas, por ejemplo, representan la purificación y la fuerza, pues tienen el mismo color del fuego. Las blancas son un símbolo de fertilidad y es por eso que en algunas comunidades las familias acostumbran a regalar un collar de ese color para augurar una familia numerosa.
Valeriana Anaguarqui, una yachak de Chimborazo, recuerda que en la antigüedad todas las mujeres de su comunidad en San Juan usaban las washkas más costosas hechas con piedras de coral que les regalaban las abuelas. Pero hoy, dice, muy pocas las conservan.
“La gente se olvidó del valor que tenían las washkas y empezaron a venderlas a muy bajos precios para solventar los gastos urgentes de las familias”, cuenta Anaguarqui.
De hecho, encontrar una washka original en la actualidad es complicado. Una joya de este tipo cuesta entre USD 300 y 1 000, dependiendo de la cantidad de esferas en el collar y el tipo de piedras utilizadas para su confección.