Una visión sobre el agua y el poder es ganadora de la Bienal de Guayaquil

El artista guayaquileño Andrés Velásquez posa junto a Physis, la obra ganadora de la Bienal de este 2018. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.

El artista guayaquileño Andrés Velásquez posa junto a Physis, la obra ganadora de la Bienal de este 2018. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.

El artista guayaquileño Andrés Velásquez posa junto a Physis, la obra ganadora de la Bienal de este 2018. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.

‘Physis’, palabra para designar a la naturaleza en griego antiguo, le da al título al paisaje desfragmentado de la obra ganadora de la sexta Bienal Internacional de Pintura de Guayaquil, que se adjudicó los USD 10 000 del primer premio del certamen. La pintura de Andrés Velásquez Dután juega con planos arquitectónicos y geometrías superpuestas, inspiradas en los antiguos acueductos de Roma.

Con la obra, el artista ecuatoriano ahonda en la exploración de la relación entre arquitectura y poder, un tema que marca su trabajo. Physis hace parte de la exposición de la Bienal de Pintura que este año tuvo como temática central al agua, una exhibición que permanecerá abierta hasta finales de mayo en el Museo Luis A. Noboa Naranjo, del Puerto Principal.

Son 81 obras exhibidas de 153 pinturas de 20 países y tres continentes presentadas este año al certamen. El segundo premio, de USD 3 000, recayó en el artista panameño Octavio Arosemena, por la obra Espectador latinoamericano mirando el nacimiento de la vida, un lienzo celeste y abstracto donde se insinúa la aparición de un pez primordial.

El jurado internacional de la Bienal -integrado por los artistas Gino Orvieto, Fernando Coral, Arístides Ureña y por los galeristas Madeleine Hollander y Mirko Rodic- concedió además cuatro menciones de honor y el museo otorgó una mención especial. Las obras de la muestra incluyen paisajes y visiones plácidas, incluso desnudos, acerca del agua, pinturas sobre la contaminación, hasta surrealismo y abstracción.

La pieza ganadora, con preponderantes colores fríos, muestra el laberítinco entramado de una suerte de ciudad donde asoman canales y fuentes, un juego de perspectivas que pueden desubicar y confundir al espectador pero que, al mismo tiempo, resulta atrayente al visitante.

“Hay una necesidad de desbaratar la realidad, de desfragmentar el paisaje en una superposición de imágenes; al ir pintando, encuentro que cada fragmento es un universo de posibilidades”, señaló el artista guayaquileño de 28 años.

La pintura, en grafito y acrílico sobre lienzo (de 150 por 150 centímetros), usa también la pintura acrílica a modo acuarela, para describir en tonos verdes los depósitos y corredores de agua en la obra.

“El acueducto de Roma llevaba el agua a casas particulares y a las fuentes de la ciudad, siempre me estoy planteando cómo influye la posición social en el acceso a este tipo de recursos”, indicó Velásquez, egresado del Instituto Tecnológico Superior de Artes del Ecuador (ITAE), ahora alumno de último curso de la Universidad de las Artes (UArtes).

“Mi trabajo indaga en la arquitectura, en los procesos urbanísticos, históricos y sociales, cuestiones de jerarquía y en la arquitectura del poder a lo largo de la historia”, sostiene Velásquez. Su primera exposición individual data del 2016, en el marco de la Residencia 103 M, dirigida por el artista cubano-ecuatoriano Saidel Brito, profesor de la Universidad de las Artes.

Ahora prepara dos muestras individuales, una de con piezas de pequeño formato y otra de pintura y esculturas en la que espera incluir centenares de pequeñas libélulas de vidrio, trabajos en los que sigue partiendo de su visión personal de lo arquitectónico en conjunto con lo artístico.

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