La Virgen del Visne convoca cada año a miles de fieles de todo el país en su procesión. Foto: Archivo / EL COMERCIO
El mito de origen de la Virgen del Cisne, recogido por el cronista Fernando Montesinos, cuenta que en 1594 se produjo en Loja una prolongada sequía, que se agravó con la aparición de una plaga de langostas y luego una “formidable plaga de ratones, que consumió en breve todo cuanto pudo sobrevivir a los rayos del sol”.
Añade que cuando todos los indígenas querían marcharse al Oriente abandonando los pueblos de reducción, elevaron fervorosas oraciones al cielo, prometieron construir un templo a María y ella los socorrió, enviándoles copiosas lluvias para aliviarles el hambre y la enfermedad.
Una información independiente, las Actas de Cabildo de la ciudad de Trujillo, confirman que los hechos narrados en el mito fueron ciertos. En 1596 se produjo un fenómeno de El Niño justo cuando se colocó la Virgen en el pueblo de El Cisne, que había sido mandada a tallar dos años antes, por los indígenas, con el escultor Diego de Robles, que la esculpió a la imagen de la Virgen de Guadalupe, de México.
No era la primera vez que en Loja había una sequía y un El Niño. Estos eventos se alternaban de manera caprichosa, creando unan zona de enorme inestabilidad climática, incertidumbre que había dado lugar en la época aborigen -antes de la invasión española- a la creación de un sistema de predicción de lluvias, un sistema ritual de relación con los dioses; y un complejo y sofisticado manejo de la humedad, que gestionaba inteligentemente la enorme variabilidad climática del territorio y los ciclos hidrológicos, basado en tecnologías sencillas, una fuerte organización social y una cosmovisión mítico-racional que le daba coherencia.
Poderosos chamanes, que adicionalmente eran dirigentes políticos, predecían el tipo de año (lluvioso, seco, moderado), de manera que los ciclos agropecuarios se organizaban en torno a este sistema de predicciones, que interpretaba las ‘señas’ diversas del clima, de los seres vivos, del cosmos, de los seres sobrenaturales y hasta de los sueños. La principal deidad del pueblo Palta era la diosa-montaña-ave, denominada Pisaca (perdiz en español) y su pareja el cerro Cango (el guerrero), que propiciaban la fertilidad y las lluvias.
Junto a este sistema ritual y de predicción del clima funcionaba un complejo sistema de manejo de la humedad, que consistía en la construcción de “cochas de altura” (humedales) para almacenar el agua lluvia, propiciar una lenta infiltración y recargar las fuentes de agua para mantenerlas todo el año; la construcción de pequeños diques (tajamares) a lo largo de las quebradas para controlar la escorrentía, propiciar el crecimiento de plantas protectoras y proteger la humedad; desarrollaron la huerta agroforestal para controlar el viento, guardar humedad, asegurar la producción diversificada y manejar la fertilidad; y una serie de conocimientos prácticos para adaptarse según las precipitaciones, pero sobre todo una poderosa organización de la fuerza de trabajo para conducir diversas parcelas y cultivos.
La conquista española produjo un colapso poblacional difícil de dimensionar, aunque se lo estima de 10 a 1. La combinación de nuevas enfermedades (viruela, sarampión), las entradas de conquista al Oriente, que llevaban cientos de indígenas de manera compulsiva, las minas de Zaruma y Zamora, las cargas excesivas, entre otras, originaron un colapso del sistema religioso antiguo, un enorme desorden y desconcierto, que clamaba por un nuevo pacto con los dioses. Los españoles reemplazaron a la Pisaca, con la Cisne para cumplir las mismas funciones .
Este cambio fue bien meditado. La ortodoxia de los primeros obispos de Quito, especialmente la de Fray Pedro de la Peña (1566-1583) había logrado escasos resultados en
la evangelización de los indígenas. En esos primeros años, los doctrineros usaron la idea de la “tabula rasa” en la evangelización, es decir, negaron la existencia de un sistema religioso local, que podía ser usado para la evangelización.
Tal fue la negación, que no se aceptaron milagros, ni siquiera aquellos reportados por algunas órdenes religiosas. Sin embargo, con la muerte de este Obispo y la llegada de Fray Luis López de Solís, las cosas cambiaron. Se conocían ya los resultados espectaculares producidos en la evangelización de los indios en México con la solución sincrética que algunos indígenas y curas habían logrado en torno a la Virgen Guadalupe, más cercana a los patrones culturales indígenas.
En Loja, Fray Gregorio García (cura doctrinero de Gonzanamá, entre 1586-1595) construyó una serie de relaciones entre la religión de los paltas, el cristianismo y la religión hebrea. Se había asumido la idea de los jesuitas: “Entra con lo de ellos y sale con lo tuyo”.
Una diosa ave, la Cisne, reemplazó a la diosa ave indígena, la Pisaca. Se eligió el lugar, el pueblo de El Cisne, que según la novena de la Virgen era un villorrio indígena hasta hoy muy frecuentado por los llamados brujos, y contiguo a una roca escarpada, Potochuro, que fue un oratorio religioso de alguna de las parcialidades paltas y los del Cisne.
Las primeras celebraciones se organizaron bajo el sistema tripartito incaico, según lo relata Montesinos: “Celébrase su fiesta por diciembre, día de la concepción, habiendo sido su aparición a 12 de octubre. Es la misa solemnísima y dura tres días: el primero lo hacen los de Loja, el segundo los indios naturales de aquella Doctrina, y el tercero los indios naturales de toda la comarca, que vienen más de treinta leguas a dichos días …”. Los incas organizaban sus fiestas con ese mismo patrón: el primer día los incas, el segundo los locales y el tercero los forasteros. Hasta la iconografía de la imagen fue modificada: 50 años después se colocó al Niño en sus brazos como símbolo de fertilidad, en el s. XVIII se la hizo churona y peregrina.
Sin embargo, si el cambio del sistema religioso palta por el cristiano fue progresivo y direccionado en contra de los chamanes, el impacto más violento fue el abandono del sistema de manejo de la humedad, es decir, se dejó de manejar la recarga, la escorrentía, la cubierta vegetal, para sustituirla por la veneración, la devoción, el ruego, los donativos y sacrificios para que lloviera.
Cuando sobrevinieron otras sequías el sistema de manejo de la humedad estaba colapsado. La factura fue enorme. Un ejemplo: entre el 2001 y el 2010 migró el 32,10% de la población
En la actualidad, la ‘Churonita’ goza de una enorme popularidad. Es elemento de convocatoria e identidad de los lojanos de la diáspora. Es invocada para socorrer a los lojanos en sequías, tempestades, terremotos, calamidades, enfermedades, viajes. Genera importantes negocios: visitas y artículos religiosos, ofrendas (dijes de oro), limosnas, ferias (internacionales y locales) y disputas por su posesión. Es la representación de la pureza, la belleza femenina (churona), es reina, es madre, está viva, es amuleto, opulenta y peregrina. Tal es su trascendencia y complejidad.