Soledad Chango es una de las violinistas del pueblo Salasaka, en Tungurahua. Foto: Modesto Moreta / El Comercio
Durante los últimos tres años, su violín suena en los matrimonios, fiestas ancestrales como los Caporales, los Capitanes y otras celebraciones en el Pueblo Indígena Salasaka. Es Soledad Chango, la violinista que con su hermano mayor creó el Dúo Chango.
La labor de la joven es importante, porque hace tres años trabaja en la recuperación de los ritmos de su pueblo y los trasladó a su repertorio con arreglos modernos, pero no perdieron la esencia andina.
La idea es llegar a los niños y jóvenes para que esas melodías no se pierdan.
La joven, de 25 años, vive en la comunidad Wasalata de esta parroquia, localizada en la vía Ambato–Baños. Uno de los ritmos más principales de la comuna y que puso en escena es el Chaquipunta. “Investigamos a los taitas y las mamas de la comunidad, es una melodía autóctona donde baila la madrina en el matrimonio. Se caracteriza porque los pasos son a punta de pie”, dice Chango.
La joven se inició en el violín a los 15 años, aunque de pequeña prefería la flauta traversa y otros instrumentos de viento. Cuando ingresó a estudiar violín en el Conservatorio de Música, en Ambato, sacó a flote su talento en este instrumento musical. En los seis años de estudio logró obtener una tecnología y se convirtió en la ‘Violinista de Salasaka’.
Dedica cuatro horas al día a los ensayos y a leer sobre los grandes maestros del violín, aunque no ha dejado de estudiar Música. En la Universidad Técnica de Ambato se graduó como profesora de inglés. Es por eso que en los tiempos libres enseña el idioma a jóvenes que requieren de su ayuda.
Hace un año y medio se integró al grupo Runa Suite, en el que logró dar un salto importante, puesto que sus integrantes son músicos expertos.
“De los instrumentos, el violín es uno de los más complicados, porque no tiene trastes para ubicar los dedos y solo nos manejamos con el oído para la afinación”, cuenta Chango.
Posee un repertorio de 35 canciones de música andina, que la ayudó a salir a conciertos en Quito, Ambato, Cuenca y otras ciudades del país con su hermano. Según Chango, los ritmos antiguos de Salasaka se caracterizan por el uso de instrumentos como el pingullo, el bombo, el redoblante, la flauta, la guitarra y el violín.
Por esa razón, sus melodías tienen arreglos donde lo andino se fusiona con sonidos electrónicos. “Eso nos ayudó a conectarnos con la gente en especial de niños y jóvenes. Es un ritmo bien movido”, cuenta.
Según Chango, en la música antigua de Salasaka no había partituras, sino que se guiaban por el oído y eso aún lo hace para trasladar las melodías al violín. Sin embargo, su objetivo es convertirse en una solista de la música andina y los sonidos de su pueblo. Pronto publicará en YouTube un ‘cover’ andino dedicado a sus fans.