Organizaciones plantean manual para casos de violencia psicológica

A la fundación María Guare, de Guayaquil, llegan muchas mujeres víctimas de maltrato. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO

Su vida era un campo de batalla. No había tregua y los insultos eran estallidos diarios. “Me ofendía, recuerdo sus palabras… hasta llegar a los golpes. Viví una guerra en mi casa y solo podía gritar en silencio”.
Verónica (nombre protegido) aún lleva dentro de sí las cicatrices que su esposo le marcó por más de cinco años. “Siempre trato de olvidar. No creo que los hombres sean malos, es solo que me enamoré del diablo”, dice en una de las salas de la fundación María Guare.
Por los pasillos de madera de esta antigua casona ubicada en las calles Ballén y Babahoyo, centro de Guayaquil, deambulan las sombras de mujeres que, como Verónica, buscan apoyo psicológico.
No se conocen, pero todas llevan las huellas de una misma batalla. En el país, seis de cada 10 mujeres han sufrido algún tipo de violencia y de ellas el 53,9% ha experimentado violencia psicológica. Las cifras evidencian que las secuelas de este tipo de violencia no son tan distintas a las que puede ocasionar la guerra en los soldados.
De hecho, el psiquiatra Julio Arboleda Florez explica que el trastorno de estrés postraumático, asociado en parte al diagnóstico de víctimas de violencia de género, fue descrito inicialmente tras la Guerra Civil de Estados Unidos. Años después, Judith Herman aterrizó el llamado síndrome de guerra a las relaciones conflictivas de pareja, al mencionar que las mujeres pueden convertirse en víctimas de la guerra entre los sexos, como Verónica.
El síndrome de estrés postraumático es uno de los trastornos más frecuentemente diagnosticados en estos casos. Pero para Arboleda, director del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Queens, en Canadá, no es el único.
Ansiedad, ataques de pánico, irritabilidad, sobrevigilancia, problemas para dormir, tendencias a revivir los episodios de violencia son algunas de las consecuencias, como detalló en una charla en el Instituto de Neurociencias de Guayaquil.
Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) suma otras más, como estrés, miedo, aislamiento que pueden conducir a depresión y suicidio. En el mundo, según el organismo, el 35% de las mujeres ha vivido algún tipo de violencia.
La visita de Arboleda dilucidó varias inquietudes de la Asociación Ecuatoriana de Psicología Jurídica y Forense en la detección de la violencia psicológica contra la mujer o la familia, tipificada en el Código Orgánico Integral Penal (COIP) como delito.
El artículo 157 habla de la afectación a la salud mental por actos de “perturbación, amenaza, manipulación, chantaje, humillación, aislamiento, vigilancia, hostigamiento o control de creencias”. Y establece niveles de daños: leve, moderado y severo, cada uno con pena de prisión que varía de 30 días a tres años, según el grado.
Para Zoraya Bohórquez, presidenta de la asociación, “como el artículo está escrito no es como la psicología lo plantea”. Así que desde octubre elaboran una guía de diagnóstico para ayudar a psicólogos y a jueces a comprenderlo mejor. La guía, que abarca cómo hacer las entrevistas, qué tipo de pruebas tomar, cómo hacer el análisis, entre otros elementos; fue entregado a la Fiscalía para su revisión.
“Lo importante es determinar la presencia de daño psicológico, establecer el nexo causal entre ese daño y la violencia vivida y evaluar riesgos”, explica Bohórquez.
Las paredes de la Fundación María Guare guardan en silencio historias de dolor. Es jueves y la puerta del consultorio de la psicóloga Carmen González se abre.
Baja autoestima, temor, indefensión, depresión… son parte de su diagnóstico a diario.
El año pasado, unas 3 000 personas recibieron terapias psicológicas y también asesoría legal con la abogada Pilar Nieto. Antes del COIP estos casos eran atendidos por las Comisarías de la Mujer. Ahora deben seguir juicios, por lo que muchas mujeres plantean las denuncias pero abandonan los procesos. “De 30 mujeres atendidas en enero, apenas tres siguen los juicios”.
Beatriz Bordes, presidenta de la fundación, asegura que el problema va más allá de un juicio. Ella hace un llamado a romper el círculo de la violencia, principalmente generado por el machismo. “Muchos hombres no ven a la mujer como un ser humano, la ven como una cosa, propiedad de ellos”. Para cambiar ese pensamiento, en María Guare también dan terapias a los niños y a los agresores. “Cuando el tratamiento es familiar, la situación mejorará en un 60 y 70%”.
Esa ayuda psicológica y el amor de su hijo han sido para Verónica un salvavidas. “He recuperado la paz y la tranquilidad. Al final, yo soy quien venció esta batalla”.