En la vida hay que optar por algo

Christian Arteaga, en los exteriores de la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador. En esta institución trabaja, desde hace alguno años, como docente titular. Vicente Costales/ EL COMERCIO

Christian Arteaga, en los exteriores de la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador. En esta institución trabaja, desde hace alguno años, como docente titular. Vicente Costales/ EL COMERCIO

Christian Arteaga, en los exteriores de la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador. En esta institución trabaja, desde hace alguno años, como docente titular. Vicente Costales/ EL COMERCIO

Relativizar la vida se ha convertido en una impronta del mundo contemporáneo. En esta entrevista, el catedrático Christian Arteaga reflexiona sobre cómo esta forma de asumir la existencia personal puede afectar a la convivencia social, cultural y política de toda la humanidad.

Michel de Montaigne decía que en la vida todo es relativo menos la moral y la ética de cada cultura, ¿usted, qué piensa?
El relativismo es un rasgo característico de las sociedades posfordistas, donde todo comienza a fluctuar y a ser evanescente. Eso está provocando un crecimiento brutal de las subjetividades en relación con la moral. El relativismo moral ha permitido justificar una serie de opiniones y acciones como el racismo y el machismo. También pienso en los terraplanistas, esa gente que todavía cree que la Tierra es plana, o las comunidades que se están configurando en contra de las vacunas para los niños. Fíjate cuánto le ha costado a la humanidad todos los procesos de experimentación para tratar de alargar la vida, para que vengan personas a decir que no hay que usar vacunas.

¿Por qué hay esa idea generalizada de que todo en la vida contemporánea es relativo o puede serlo?
El capitalismo actual se configura en las dinámicas de la obsolescencia absoluta. Siento que el relativismo es constitutivo de un proceso estructural más que un aditamento solamente cultural. Thomas Piketty tiene un texto sobre la desigualdad, en el que plantea algo interesante y es que el capitalismo actual acumula en el día y redistribuye en la noche. Lo mismo sucede con la dinámica del relativismo. En ese contexto aparecen las apuestas de la gente por el todo vale, pero también por el nada vale.

¿Puede pensar en algo que, en la actualidad, tenga un valor absoluto y un carácter universal o todo es relativo?
El debate sobre lo universal estuvo muy presente en los siglos XIX y XX. Nunca ha existido una dinámica absolutamente universal después del inicio de la modernidad. Pienso que solo en la modernidad hubo un proyecto universal y ese fue el civilizatorio, que definió Europa para sí y para el mundo, que fue el capitalismo. Más bien siempre han existido tensiones alrededor de querer universalizar las cosas.

¿Cuál cree que es el derecho humano que más se ha relativizado y por qué?
Creo que hay dos: el derecho a la movilidad y el derecho a la vida. El derecho a la vida ha llegado a ser tan relativizado, que en algunas partes del mundo la pena de muerte es legal. Ese es un ejemplo de cómo se han construido derechos conculcando otros y ahí hay una violencia brutal. Respecto del derecho a la movilidad hay una paradoja. Pensemos en que hay libertad de movilidad del capital, de las transacciones y los negocios y al mismo tiempo ves las caravanas de personas que están en México queriendo cruzar hacia Estados Unidos y son detenidas.

El relativismo es una teoría filosófica y antropológica que se convirtió en un término de uso común en la sociedad contemporánea, ¿cómo está siendo utilizado este concepto en la vida cotidiana?
De varias maneras, por ejemplo, cuando se piensa que este es un país diverso; pero cuando aparece esa diversidad, mucha gente se siente amenazada. Ahí crece el discurso de la exclusión, sobre todo con los indígenas, que, recordemos, también son parte de este Estado nación.

¿Qué pasa cuando el relativismo permea el mundo de la política?
Creo que en el mundo de la política es más complicado evidenciar el relativismo. El poder no es unidireccional, no funciona de arriba hacia abajo sino que se construye mientras va circulando. Los políticos necesitan generar objetivos, por eso no creo que lo vuelvan todo relativo, sería una forma de desacralizar su poder. Más bien buscan uniformizar los discursos y transformarlos en universales y absolutos. Pensemos en las dinámicas de las dictaduras y de los populismos autoritarios. Con la misma sonrisa que les hablaba a sus tropas y a su perro, Hitler daba las órdenes de exterminio en los campos de concentración.

También están gobernantes como Bolsonaro.
Walter Benjamin, uno de los grandes filósofos de la Escuela de Fráncfort, decía que todo ascenso del fascismo es fruto de una revolución fracasada. La llegada de personajes como Bolsonaro al poder no solo responde a esta idea del ‘outsider’, sino que hay un antecedente donde el descontento se radicalizó. Hay un artículo de Jacques Ranciére, donde se pregunta cuál es la diferencia entre izquierda y derecha en este momento, y sostiene que ninguna, que la diferencia está en la extrema derecha. Es interesante ver cómo Bolsonaro se declara un tipo homofóbico, machista, que cree en la dictadura y tiene votantes transexuales, travestis y pobres. Eso no quiere decir que estas personas carezcan de raciocinio sino que para ellos todo lo anterior fue la misma cosa.

¿Pensar que todo en la vida es relativo es caer en una trampa?
Totalmente, porque eso significa pensar que en la vida no hay certidumbres. Me pregunto, ¿cómo puedes vivir una vida donde todo te parece relativo? Las certidumbres son posibilidades, son derroteros mínimos que necesitamos para nuestra existencia. Me parece que hay una constante en la vida y es que se pueden flexibilizar ciertos conceptos, pero no puedes relativizar la vida como tal. Sería como vivir en una especie de evanescencia permanente, en donde todo vale o nada vale. Si te enseñan a relativizar la vida, te están enseñando a no optar por algo.

¿Qué se ha legitimado en la sociedad ecuatoriana a través del relativismo?

La universidad ecuatoriana es una institución donde el saber se ha relativizado totalmente por la técnica. Recordemos que la universidad no está para formar obreros sino gente reflexiva. Que en la práctica y el campo laboral aplique o no los saberes impartidos, es otra cosa. Esa relativización de la educación también se ve en cosas como el examen Ser Bachiller. En este caso, se ontologiza el problema de la educación haciéndote creer que si no apruebas el examen la culpa es tuya, cuando la verdad es que es un problema estructural. La realidad es que no importa en el colegio en el que hayas estudiado, en Quito siempre vas a tener mejor educación que la de un chico que viene de ­lugares como Quero, Cevallos o Pujilí.

¿El relativismo ha influenciado en la fragilidad que tienen las democracias actuales?
Me parece que Bolivia es un caso paradigmático en relación con cómo el relativismo ha influenciado en la fragilidad de su democracia. Ahí se ha relativizado la idea del colonialismo histórico. Mira lo paradójico de cuestionar los imaginarios del mundo andino para imponer los imaginarios más brutales del mundo evangélico como forma de gobierno. Uno piensa que la democracia solo es un régimen de deliberación cuando también es siamesa del conflicto. El conflicto es constitutivo de las democracias contemporáneas y hay que abogar para que esos conflictos puedan ser administrados.

Complete la frase. Frente al relativismo….
Frente al relativismo, la crítica. Una crítica que no sea objetivo final sino sea principio. Pensar la crítica como un principio es apostar por la verdad, que para mí está relacionada con el compromiso que uno tiene con la palabra.

¿Puede pensar en algo positivo en relación con el relativismo?

Me parece que sí; por ejemplo, en las ciencias exactas el relativismo ha flexibilizado ciertas posibilidades de estudio y ha amplificado su diálogo con otros saberes como las ciencias sociales, entre ellas la antropología, que dejó de ser una ciencia de Occidente que iba y miraba las culturas no occidentales para convertirse en una ciencia que se mira a sí misma, como sucede con la antropología urbana o la antropología visual.

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