Amparito Carrera baila desde hace cuatro años en un grupo folclórico. Con vestidos tradicionales, anima matrimonios, bautizos y fiestas al son de pasillos y otros ritmos. Cada lunes, miércoles y viernes en la mañana hace ejercicio y baileterapia en el Centro de Salud de Chimbacalle, sur de Quito.
Está en constante movimiento. Para cuidar sus pies, con frecuencia coloca unas plantillas a sus zapatos. Son implementos para diabéticos: más gruesas, firmes y con ondulaciones.
La enfermedad causa la pérdida de sensibilidad en esa parte del cuerpo y genera una circulación deficiente. Esto puede provocar lesiones y lastimados, por el roce de los zapatos, que desemboca en gangrena y, en los casos más graves, en amputación.
Hace 10 años, el médico le detectó diabetes. Carrera tenía fuertes dolores en sus brazos y cuerpo. Inicialmente pensó que había dormido mal. Pero como los síntomas se intensificaron, su esposo Bolívar le llevó al control médico.
Su diagnóstico le cambió la vida. En su refrigeradora, la mantequilla o aceite fueron reemplazados por insulina.
Las jeringas y lancetas pasaron a ser parte del presupuesto. Lo mismo que el medidor de la glucosa. Solamente un frasco de 50 tirillas para colocar la sangre supera los USD 50. La insulina le proporciona el Ministerio de Salud.
Sobre el comedor de madera, un frasco de cristal con azúcar morena parece haberse eternizado. Su familia se acostumbró a endulzar las bebidas con edulcorantes. A Carrera le gusta la gaseosa negra. “Fue sumamente difícil dejarla”.
Como presidenta del Club de Diabéticos de Chimbacalle, que registra a 800 personas, especialmente adultos mayores, promueve una dieta saludable, con recetas. No más ‘chimborazos’ de arroz ni fritos. El azúcar, la miel y la panela están prohibidos. Ahora abundan las legumbres y frutas. Si no consume las porciones adecuadas, el nivel de glucosa se eleva.
Cuando le diagnosticaron, ella tenía una concentración de 385 ml; lo normal es entre 70 y 125 ml. Ahora mantiene 125 ml.
Para continuar con los índices adecuados se inyecta insulina. Lo hace media hora antes de desayunar. Como parte de la rutina, mide la dosis de 24 ml. La aguja, de unos dos centímetros, ingresa cerca de su ombligo. La jeringa plástica, al contrario de las antiguas de vidrio y con aguja más grande, puede ser usada dos o tres días. Carrera no siente molestia.
Ella no ha comprado los nuevos esferos de insulina, con un cartucho en su interior y la aguja más delgada y pequeña. El diabetólogo Amador Gómez dice que la insulina debiera ser producida por el páncreas, pero en el caso de los diabéticos hay un déficit, por lo que el azúcar no se puede metabolizar.
En el país, el 2,7% de la población, entre 10 y 59 años, presenta ese cuadro clínico. Las estadísticas de la última Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) develan que el porcentaje sube a 10,3% en el rango de edad de 50 a 59 años.
Fabiola Bolaños de 81 años baila en su casa. En un equipo de sonido que lee acetatos y discos compactos coloca música bailable y hace ejercicios.
Le enseñaron que debe mover la cabeza de un lado a otro y de arriba hacia abajo. Que debe subir y bajar los brazos, estirarse para topar los pies con sus manos y girar las caderas.
En su vivienda, cerca de El Recreo, tiene un dispositivo para medir la glucosa. No tiene medias especiales ni zapatos. Tampoco se inyecta insulina. Sobrelleva la enfermedad con una dieta alimenticia adecuada y con ejercicio. Para Gómez, ahí está la clave, porque “el verdadero médico es el paciente”.
Bertha Andrade, hija de Bolaños, está pendiente de que diariamente tome la medicina para estabilizar la glucosa. 15 minutos antes de desayunar un café endulzado con edulcorantes, un pan con queso sin mantequilla y un huevo, debe ingerir dos pastillas. La misma dosis se repite en la noche.
Para cuidar su alimentación, en macetas sembró apio, acelga, cilantro y albahaca. Recientemente cosechó zanahorias y rábanos. En las tardes se prepara ‘sopitas’, ensaladas variadas y pocos carbohidratos.
Bolaños no quiere tener complicaciones. Cuando el médico le indicó que tenía diabetes, pensó que al día siguiente se iba a morir. Siguiendo las instrucciones del doctor, según Gómez, se pueden evitar otras enfermedades como insuficiencia renal, ceguera, etc.
En el 2014, la Organización Mundial de la Salud (OMS) registró alrededor de 3,4 millones de muertes por diabetes. En Ecuador es la primera causa de mortalidad.
Los chequeos médicos son parte de la rutina de William Huerta. Es miércoles de noche y el doctor Gómez le mide la presión. Su nivel es normal. El médico saca un dispositivo negro: el medidor de glucosa.
Huerta abre su mano derecha y el doctor le pincha el dedo medio. La sangre es colocada en una tirilla e introducida en el aparato electrónico. En segundos, la pantalla digital proyecta el resultado: 149 ml.
Está en un rango aceptable de concentración de glucosa, aunque podría estar más baja. Se excedió en las comidas navideñas y de Año Nuevo.
“Ahora sí le hago caso al doctor. La primera vez que me indicaron que tenía diabetes, en un control rutinario para la empresa en la que trabajo, no lo hice”. Eso ocurrió hace 12 años.
“La diabetes te cambia la vida”, resalta Carrera. Sabe que es vulnerable. Para casos de emergencia, en su muñeca izquierda lleva una pulsera metálica con un mensaje: diabético.
No olvide
- Los zapatos deben tener una horma holgada y con suela gruesa. Las medias, sin costuras que lastimen.
- El medidor de glucosa es necesario para controles periódicos. Existen varios modelos. Para cortarse las uñas se debe tener cuidado. Es preferible usar una lupa o ir a un profesional. Una herida puede gangrenarse.
- El esfero de insulina tiene un cartucho con la dosis. Es fácil de aplicar y no produce dolor, porque la aguja es pequeña.
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