Las actrices españolas, Ariadna Gil y Victoria Abril, compartieron con un grupo de intérpretes nacionales en La Orquídea. Foto: Xavier Caivinagua/ EL COMERCIO
Fue una misma actividad en la programación del Festival de cine La Orquídea, en Cuenca: el taller de actuación en la Sala Alfonso Carrasco para una decena de actores ecuatorianos, bajo la conducción de Tito Molina y Raúl Teba. Pero en días distintos y con un aparataje diferente el espacio recibió las charlas que brindaron Ariadna Gil y Victoria Abril.
Si bien en ambas la informalidad permitió un acercamiento del público y los medios a las experiencias de las españolas, la puesta en escena varió, como también variarían las perspectivas de cada actriz sobre el oficio que desarrollan.
Para Ariadna Gil se propuso una conversación directa con los talleristas, quienes sentados en corro interpelaron a la barcelonesa. Victoria Abril recibió las preguntas de la prensa primero y de los talleristas después; la malagueña en el escenario, los otros en las butacas.
Procesos para la interpretación, (des)apego por los roles, la relación de los actores con los directores, experiencias de rodaje y más de una anécdota fueron parte de las charlas.
Sobre si Ariadna proyecta físicamente al personaje cuando lo está construyendo, dice que es una cosa que va y viene, que no lo asume racionalmente y que sus ideas van en conjunto con la propuesta del resto del equipo, del vestuarista, de los decorados.
La actriz, premiada con el Goya por su rol en ‘Belle Époque’, no se acerca al personaje desde lo psicológico o el conflicto, sino desde cosas externas… una enfermedad, disparar un arma, el habla, si es otro país, otra cultura, otro tiempo, “todo lo periférico de la historia”, dijo.
Además no tiene un método específico, un patrón técnico, sabe que la van a dirigir y se entrega a ello: “El director elige a uno u otro por lo que transmite, es así justo o injusto”, comentó en un ‘mi-dire’ (un decir a medias) que domina su expresión.
Victoria, en su día, contó que en el plató hace la escena del director y luego propone otras, si gusta pasan a otra cosa, si no “esto es algo que se ajusta”; hay veces –apuntó- que hace lo que el director propone, pero piensa lo que le da la gana (“el actor tiene que hacer la película que quiere el director”).
Cuantificando, “tus personajes son 80% tú y 20% lo que aportan otros”, dijo –modulando el tono, cómplice de su audiencia- Victoria Abril, quien es la suma de las 100 mujeres que ha interpretado, de los directores con los que ha trabajado, del total de esas historias; mientras que Victoria Mérida (nombre real) es otra, “pero una no existiría sin la otra”.
Como empezó a los 14 años, en el mes de abril, Abril no es actriz de escuela, pero huyendo de un destino que le habían escrito -el de ser secretaria- se lanzó sin paracaídas, pero con sentido común, una actriz de corazón, de ‘tripas’. Referente del cine ibérico, entre los 80 y 90, cumplía con dos aspectos esenciales: credibilidad y vulnerabilidad; y así, autodidacta, construyó su método para dar luz y sombra a sus personajes.