Darjeeling es un destino que está encaramado en el techo del mundo, la carretera un espectáculo. Pasamos de las terrazas sembradas de arroz a los cultivos de té, el mejor del mundo por su calidad y variedad.
La ciudad es un laberinto de escalones y terrazas. Está llena de bazares exóticos, hermosas villas, bosques y jardines. Desde allí nos dirigimos al amanecer a la Colina del Tigre, desde donde se puede divisar el imponente Monte Kanchenjunga (8.200 metros, tercero después del Everest) en los días despejados. Tuvimos la suerte de verlo.
Cuando los rayos del sol llegan en su ascenso a cierta altura se proyectan hacia la montaña y se ve perfectamente la cumbre nevada que va del rosado, al amarillo y al blanco.
Es un momento mágico que dura un instante, pero vale el madrugón.
Al regreso visitamos el monasterio de Ghoom, único en su género, donde los monjes veneran al buda que ha de venir: Maitreya, símbolo de paz y felicidad. Otro templo hinduista importante es el de Shiva.
Llegamos hasta las terrazas sembradas de té y vimos el proceso de elaboración desde la recogida, selección y secado, hasta la venta a distribuidores y empaque. En un salón de té degustamos los innumerables sabores y pudimos comprar el producto. Otro paseo fue de una hora en el pequeño tren que antiguamente se usaba para recorridos más largos. Recorrimos la ciudad, construida en la ladera de la montaña, con varias paradas en la ruta.
En la estación terminal está el hermoso Museo Histórico del Tren de Juguete.
La última tarde visitamos el Instituto Himalayo de Montaña, fundado por Nehru, con toda la historia de las expediciones a la cúspide más alta del mundo, y las actividades que se ofrecen, como cursos y entrenamiento para alpinistas.
Nos acercamos al parque zoológico, con fauna de la zona, en un marco natural con los animales sueltos.
Al día siguiente bajamos la montaña cuatro horas hasta Bagdogra para abordar el avión a Calcuta. Realmente fue una experiencia increíble, recomendable a todos los que conocen el norte clásico, Rajastán o el sur. La India todavía tiene mucho más que mostrar; este paseo es uno de ellos. La mejor época para ir es de octubre a marzo.