La vestimenta tradicional es uno de los aspectos que mantiene preocupadas a las candidatas a Ñusta Andina. Este grupo de concursantes visitó EL COMERCIO antes de la elección de la soberana, cuya celebración, que se realizó el viernes 22 de julio de 2016 en Quito, culminó con la elección de Karen Narváez. Todas aspiran a trabajar en la recuperación de la identidad de los pueblos y nacionalidades.
Las ocho candidatas afirman que la vestimenta es un aspecto por el cual trabajarán. Explican que los jóvenes no se sienten orgullosos de su identidad, por lo tanto prefieren adoptar modas occidentales.
El certamen busca combatir esta problemática, al crear más espacios para los jóvenes indígenas y, de esta manera, también crear modelos que seguir. Cada candidata habla de la belleza de sus trajes. Tienen en común que, a medida de que se ha desarrollado la tecnología textil, las ropas tradicionales también han evolucionado.
En las nacionalidades de la Amazonía, por ejemplo, Quijos y Kichwa han adoptado la tela de algodón para la confección de vestidos y faldas, aunque también mantienen la elaboración de trajes con semillas y fibras de cortezas de árboles.
Por otro lado, en los pueblos Kichwas de la Sierra la ropa de lana de oveja -que es pesada y áspera- ha sido reemplazada por prendas hechas con telas ligeras y suaves, como el paño. En esencia, la vestimenta tradicional sigue siendo la misma, asegura Cristina Fernández, representante de la chola cuencana. En la práctica, cada prenda de los pueblos y nacionalidades indígenas tiene detrás de sí a un artesano que ha heredado el conocimiento de sus antepasados.
Los artículos también tienen significados. Los diseños en honor a la Pacha Mama, los símbolos que dan a conocer el estado civil o el rango social y los colores que expresan sentimientos son algunos motivos que engalanan a las mujeres.
Si bien hay una conciencia de que la cultura no es estática, las candidatas buscan que los jóvenes indígenas se reapropien de estas ropas en las festividades indígenas. También creen que diariamente los jóvenes pueden expresar su identidad a través de los diversos accesorios que cada cultura tiene.
Jeyna Chuquín, representante de Angochagua, parroquia kichwa Karanki de Imbabura, explica que cada vez es más difícil usar la ropa tradicional. El precio de estas prendas es uno de los inconvenientes.
Un traje completo puede superar los USD 400, dice la candidata. El sombrero, la faja y el bordado de la blusa tienen un precio de unos USD 80, cada uno. El anaco cuesta unos USD 50 y la blusa, unos USD 30. Las hualcas cuestan unos USD 100. Los precios son altos, pues estos productos son trabajos artesanales que demandan largos procesos.