Urcuquí apuesta por sus atractivos de naturaleza y aventura

La cascada Conrayaro (der.) es una de las más famosas del Geoparque Imbabura. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

La cascada Conrayaro (der.) es una de las más famosas del Geoparque Imbabura. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

Para llegar a Conrayaro, a dos km de distancia, se pueden alquilar caballos. Fotos: Julio Estrella / El Comercio

Para diversificar su fama de destino internacional de turismo de bienestar por sus aguas termales, Urcuquí propone cuatro circuitos que recorren su legado histórico, belleza natural, gastronomía y cultura nativa.

Timbuyacu, ubicado en la comunidad de Iruguincho, a 3 km del centro de Urcuquí, es uno de los atractivos que recientemente se incluyó en la oferta turística. En sus piscinas de aguas termales de las vertientes de los cerros La Viuda y Cruz Sacha se implementaron piscinas, turco, hidromasaje y baños de cajón.

A un costado del complejo existe un sendero que conduce hacia las cascadas de Guagala y Conrayaro, ubicadas a 1,5 km y 2 km, respectivamente.

Un equipo francés, traído por el Ministerio de Turismo, implementará este fin de semana las seguridades necesarias para realizar canyoning en la cascada de Conrayaro, una de las más famosas en el Geoparque Imbabura.

Ese lugar encierra la leyenda de que al final de su caída de agua, en una cierta época del año, aparece una olla de oro que incluso un grupo de chamanes no logró extraer.

La tilapia frita es uno de los platillos que se oferta en este sector. El pescado se obtiene de las piscinas aledañas y que, al estar en un ambiente de páramo, su sabor dista de los que se ofrece en la provincia.

La cascada Conrayaro (der.) es una de las más famosas del Geoparque Imbabura. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

Otra de las iniciativas turísticas implementadas en Urcuquí es Montaña de Luz. Este es un lugar que ofrece alojamiento en uno de los cerros más altos del cantón (2 480 msnm). Allí, en los últimos tres años se han plantado más de 15 000 árboles dentro de las 44 hectáreas de la propiedad.

Este lugar, que lleva como lema “la música del silencio”, pretende convertirse en el jardín botánico más grande y biodiverso de los Andes. Entre los cholanes y guarangos -especies originarias del bosque seco espinoso de Imbabura- se han plantado arupos, buganvillas, 20 variedades de palmas, ocho tipos de bambú, entre otras. Se destacan los 30 árboles de ceibo traídos de Manabí que se adaptaron al terreno del sector y ya miden 2 m de alto.

En su huerta orgánica sobresale también su variedad frutal: mandarinas, limones, naranjas, toronjas, guayabas, manzanas, duraznos, chirimoyas, nísperos, guabas, mangos y sambos de gran tamaño, los cuales crecen a la par de la mora silvestre andina.

En los alrededores de Yachay se puede realizar ciclismo. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

La iniciativa de Marcelo Vinueza de sembrar árboles en ese sector permitió que ahora sea más común observar en ese cerro a golondrinas, huiracchuros, colibríes, gorriones, gavilanes y chotacabras, esta última considerada el ave emblemática de la zona. En ocasiones, el cóndor también sobrevuela el cerro.

Una ruta que va ganando popularidad en la zona es la de bicicleta, con la cual se pueden recorrer los alrededores de Yachay y también pasar frente a las haciendas más representativas del cantón, entre estas San Francisco, Chachimbiro, La Banda, Pantaví o San José. Esta última fue reconocida como Patrimonio Cultural del Ecuador, debido a que formó parte de un emporio de desarrollo económico desde tiempos de la Colonia.

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