Inundación en París por el desbordamiento del río
Sena, en este año. Foto: AFP
Los efectos de una urbanización acelerada y el cambio climático están convergiendo de manera peligrosa. Las ciudades son las principales contribuyentes al calentamiento global, aunque representan menos del 2% de la superficie de la Tierra, según las Naciones Unidas.
Consumen el 78% de la energía mundial, emiten más del 70% del total de los gases de efecto invernadero y producen el 70% de los residuos del planeta.
Paradójicamente, cientos de millones de personas en el mundo que viven en zonas urbanas se ven afectadas por el aumento del nivel del mar, fuertes precipitaciones, inundaciones, sequías, deslaves, ciclones y tormentas más fuertes y frecuentes, producto del cambio climático.
Un estudio de la organización Christian Aid reveló, este año, que para el 2060 más de 1 000 millones de personas en el mundo vivirán en ciudades con riesgo a sufrir inundaciones catastróficas.
En un informe, el Banco de Desarrollo de América Latina dice que las ciudades en zonas montañosas corren el riesgo de sequías prolongadas, aparición de nuevas enfermedades, afectaciones a la disponibilidad de agua potable, heladas, inundaciones, deslaves, granizadas y derretimiento de los glaciares.
En Ecuador, según un estudio de Bolívar Cáceres, glaciólogo ecuatoriano, el Chimborazo ha perdido el 69% de su glaciar desde 1962.
En Quito, la Secretaría del Ambiente estima que las precipitaciones disminuyeron aproximadamente un 8% cada año, entre 1891 y 1999. Las temperaturas mínimas y máximas de la capital están incrementándose a una tasa de entre 0° y 0,5C° por década.
Asimismo, el número de días secos consecutivos aumenta, lo que demuestra que los días con precipitaciones tienden a ser menos frecuentes y las lluvias, más extremas.
Las ciudades juegan un papel importante para evitar que la temperatura global aumente más de 2°C, tal como se acordó el año pasado en París durante la Conferencia sobre el Cambio Climático. Además de ser las que más contribuyen a calentar la Tierra, son el hogar de más de la mitad de la población mundial, y para el 2050, serán 10 000 millones de personas las que se agruparán en ellas.
Por eso, las ciudades y el cambio climático son un tema crucial, que se debatirá en Hábitat III, en Quito, del 17 al 20 de octubre. Para Manuel Molina, director de América Latina de la organización C40, las urbes tienen que trabajar en dos áreas: reducción de emisiones y adaptación.
“Yo diría que no hay una sola ciudad que esté preparada para afrontar los efectos del cambio climático. Van en esa dirección”, afirmó Molina.
En el estudio llamado ‘Actúa ahora o paga después’, de Christian Aid, se estima que las urbes se ahorrarán alrededor de USD 7 por daños futuros por cada dólar que se invierte ahora para reducir el riesgo a desastres.
Para disminuir las emisiones, Molina destaca la energía renovable, el reciclaje, un manejo adecuado de las aguas residuales, la reforestación y un transporte verde. Por ejemplo, en Copenhague el 98% de la energía utilizada para calentar las casas proviene de los residuos energéticos de las termoeléctricas. Con este sistema, la ciudad ha reducido la emisión de un millón de tonelada de dióxido de carbono en una década.
¿Cómo adaptarse al cambio climático? Entre las acciones están la reubicación de asentamientos humanos en quebradas o cerca de ríos; subir las ciudades respecto del nivel del mar; construir un sistema de drenajes para las inundaciones; conservar ecosistemas, como los manglares, que protegen la costa; o ahorrar agua para evitar sequías prolongadas. Tal es el caso de Sídney, una de las ciudades más secas del mundo.
Esta desarrolla un proyecto que recicla más agua de la que consume la ciudad.
Existen varios retos antes de implementar tales acciones. C40, una red de 86 ciudades del mundo, cita seis desafíos: la colaboración de gobiernos nacionales; falta de análisis sobre los beneficios de acciones climáticas; poco convencimiento de las partes interesadas; la relación con el sector privado; falta de financiamiento; y la capacidad de decisión de las alcaldías.
Las ciudades están ante un futuro incierto, que dependerá de las acciones que tomen autoridades y citadinos frente al cambio climático.