Vladimir Valle analiza los bioplásticos en el Centro de Investigación Aplicada a Polímeros (CIAP). Foto: Patricio Terán / El Comercio
Es un material versátil y se lo encuentra fácilmente en el entorno. Ya sea en forma de botellas, fundas, tuberías o como componente de algún artículo tecnológico. Se trata del plástico, uno de los elementos más contaminantes en el mundo, que ha puesto en alerta a la comunidad científica y a las industrias debido principalmente a su disposición final.
Según datos de la organización PlasticsEurope, la producción mundial de plásticos en el 2012 fue de 241 megatoneladas. Como alternativa a los daños ambientales que producen los desechos plásticos, a escala mundial se plantea el uso y desarrollo de objetos biodegradables que se descompongan en un menor tiempo.
Así lo explicó Vladimir Valle, docente e investigador del Centro de Investigación Aplicada a Polímeros (CIAP) de la Escuela Politécnica Nacional. En ese centro, actualmente se trabaja en un proyecto para elaborar bioplástico a base de almidón de achira, una planta que se cultiva en el sur del país.
Con esa fuente renovable ya se han desarrollado láminas de bioplástico, en las que se analiza la consistencia y la resistencia mecánica de los compuestos. “Se busca obtener propiedades similares o superiores a las que presenta el plástico tradicional”.
Una propuesta similar se desarrolló en la Universidad Salesiana de Guayaquil, en donde se creó plástico biodegradable a partir de los desechos de cáscaras de banano.
Los plásticos tradicionales, dependiendo de su estructura y de sus características morfológicas, pueden tener un tiempo promedio de degradación de entre 200 y 400 años. Los bioplásticos, en cambio, al estar formados por material polimérico biodegradable, pueden reducir esa descomposición a décadas, o en el mejor de los casos, a meses e incluso días.
Pero para llegar a ese punto, primero deben transcurrir dos fases fundamentales. Al hablar de descomposición de plásticos, dijo el experto, se busca que las grandes cadenas que lo componen se fragmenten.
Esta es la fase abiótica, en la que se degradan los componentes del plástico por efectos de la luz o la temperatura.
Posteriormente, en la fase biótica, se necesita de la acción de microorganismos para que ingieran los productos degradados y completen el proceso.
El problema, aseguró Valle, es que hasta el momento se ha logrado cumplir con todas esas condiciones (temperatura, exposición a la luz, presencia de sistemas enzimáticos microbianos) solo en el interior de los laboratorios. No en vano, los teóricos e investigadores de esta rama enuncian dos postulados totalmente contrarios sobre la degradación.
Por un lado, se agrupan quienes afirman que sí, efectivamente los plásticos elaborados a partir de biopolímeros se degradan bajo ciertas condiciones. Pero en el otro extremo se ubican postulados que ponen en tela de duda la posibilidad de alcanzar todos los factores necesarios para la descomposición en el exterior, donde realmente terminan los desechos: botaderos de basura, plantas de tratamiento de residuos, ‘islas de plástico’ en los océanos…
Guillermo Pazmiño, experto en temas ambientales, considera que es indispensable avanzar en las investigaciones para sustituir las fundas de plástico tradicionales, compuestas principalmente por polietileno de alta o baja densidad.
Sin embargo, a su criterio, el tema es muy complejo, debido a la ausencia de una industria que propicie la producción de bioplásticos a gran escala. Además del costo mucho menor del plástico tradicional. “La gente también debe disminuir el uso innecesario del plástico”, Para Jorge Vintimilla, decano de la Facultad de Ingeniería Civil y Ambiental de la Politécnica Nacional, el panorama se complica aún más, si se toma en cuenta que no hay una cultura de clasificación de desechos.