Cristina Molina ofrece a los turistas prendas de vestir bordadas manualmente. Foto: Cortesía.
La fotografía de Rosa Ibasa adorna una de las paredes de la sala de su casa. Este es uno de los seis inmuebles de la comunidad La Magdalena, en el suroriente de Ibarra (Imbabura) que recibe a turistas, especialmente extranjeros.
La campesina, de 47 años, retratada con anaco y una blusa colorida que lucen las mujeres kichwas karankis, se dedica a la agricultura, ganadería y a recibir viajeros.
El inmueble de muros de adobe, techo de teja y amplios ventanales fue reconstruido hace nueve años. Las otras casas también fueron refaccionadas antes de ofertar el turismo de convivencia familiar.
Esta iniciativa tuvo el apoyo de la firma Kleintour, principal cliente de La Magdalena Turismo Comunitario, que traslada a los viajeros foráneos hasta este paraje andino.
Han llegado personas de Estados Unidos, Italia, Francia y Alemania, comenta Cristina Molina, dueña de la casa conocida como de Las Rosas.
Cada vivienda lleva el nombre de una planta que florece en el lugar. La de Ibasa es la de Los Girasoles. También hay de los Geranios, de los Arrayanes, de los Cipreses y de los Alisos. En total tienen capacidad para alojar a 25 personas.
La Magdalena es la comunidad más poblada de la parroquia de Angochagua con 1 200 habitantes. La mayoría de los 267 jefes de familia salen a Ibarra o Quito en busca de trabajo.
Por eso, con esta iniciativa se buscó generar una fuente de ingresos extras para las familias. Cristina Molina alterna la atención de los huéspedes con la crianza de sus cuatro hijos, las tareas del campo y la elaboración de artículos bordados.
Por eso, a los viajeros les proponen participar en tareas cotidianas como sembrar o cosechar en las parcelas agrícolas, pastorear ovejas, alimentar gallinas. También visitar el mirador natural desde donde se puede avistar al volcán Imbabura, el nevado Cayambe, la ciudad de Ibarra.
Una de las actividades que más les agrada a los huéspedes es la visita a la escuela Manuel Freile Larrea, una de las guardianas del idioma kichwa.
Los maestros siempre enseñan a los turistas letras y vocablos en la lengua materna, explica Celso Molina, administrador del proyecto.
Los viajeros también pueden degustar comida típica. Uno de los menús tradicionales es la sopa de chuchuca y un plato fuerte con tilapia.
Además, se ofrece otros platillos como fritada, albóndigas de quinua, llapingachos, pollo cosido en un horno de leña. La mayoría de los productos sale de la huerta de estos campesinos.
Para despedir a los visitantes, en cambio, se brinda un canelazo, mientras un grupo de músicos locales entona ritmos tradicionales kichwas.
La mayoría de visitantes extranjeros arriba de enero a mayo. Por eso ahora se abren campo al turismo nacional.
La Magdalena Turismo Comunitario constará en una guía de atractivos de la zona, explica Alexis Acosta, técnico de la parroquia Angochagua.