Tungurahua: 13 comunas cuidan el páramo al sur de Ambato

Los indígenas pactaron sanciones para conservar el área comunal, ubicada al sur de Ambato. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Los indígenas pactaron sanciones para conservar el área comunal, ubicada al sur de Ambato. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Los indígenas pactaron sanciones para conservar el área comunal, ubicada al sur de Ambato. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Los dirigentes de la Corporación de Organizaciones Campesinas de Pilahuín (Cocap) son los encargados de cuidar 8 554 hectáreas de pajonales y bosques andinos. Para eso, siembran plantas nativas, ubican cercos alambrados y sancionan económicamente a los propietarios de los animales que atraviesan al área natural que colinda con la Reserva de Producción Faunística Chimborazo.

Una de las decisiones severas de los dirigentes es matar a los semovientes si persisten en atravesar la zona de conservación. La oveja, llama o vaca sacrificada es preparada en la plaza central de Pilahuín y se la comparte con las familias de las 13 comunas de la Cocap, en la denominada pambamesa.

Estas resoluciones están vigentes desde el 2 000, tras firmar un acuerdo comunitario de protección y cuidado de los páramos que los proveen del líquido vital.

En este pacto están inmersos dirigentes de las comunidades Pucará Grande, Tamboloma, Yatzaputzan, Cunugyacu, Cusumbo y La Esperanza, ubicadas al sur de Ambato. Humberto Matiag, presidente de la Cocap, dice que en los últimos cinco años las sanciones severas son “esporádicas” y solo llegan al pago de una multa.

El aumento del caudal en las fuentes de agua y la participación de los comuneros en proyectos como la crianza de truchas, el riego tecnificado, el mejoramiento genético de la ganadería y otros son algunos de los beneficios reportados en los últimos años.

El dirigente indica que aumentó el caudal a 12 litros por segundo a 45, en zonas devastadas. También se ha reportado la presencia de venados de cola blanca, conejos silvestres, lobos de páramo y aves. “En 18 años hemos logrado recuperarlo”, indica Matiag.

Los indígenas, con el apoyo de la Prefectura de Tungurahua, del Instituto de Ecología y Desarrollo de las Comunidades Andinas (Iedeca) y de organizaciones de Europa, se encargan de sembrar árboles de polylepis y plantas nativas.

La comunidad de Yatzaputzan fue la primera en iniciar el proceso de recuperación, en 1999. Rodrigo Chontasig, técnico de Iedeca, cuenta que 34 familias tuvieron que abandonar el páramo donde vivían y cuidaban sus ovejas, caballos y ganado bravo.

Las pezuñas de estos animales destruyeron los musgos, almohadillas y toda planta nativa que almacenaba y retenía agua. “Se logró concienciarlos sobre la recuperación del agua. Fue difícil para esas familias, porque era su sustento económico”, asegura Chontasig.

Ahora hay un bosque de polylepis de 2 metros de altura, que es el hábitat de conejos, venados y lobos. Las casas abandonadas se convirtieron en refugio de los animales.

Las fuentes de agua recuperadas alimentan al río Ambato y los canales de riego Ambato-Huachi-Pelileo y Casimiro Pazmiño. Unos 24 300 usuarios utilizan el agua para sus actividades diarias.

“Los compañeros comenzaron a enfrentarse por el agua en aquellos años”, recuerda Rafael Mazabanda. El indígena, junto a Tomas Azas, cuenta que las sequías eran producto del deterioro del páramo. “Con los acuerdos hemos recuperado esta zona y ahora la estamos defendiendo”, indica Azas.

Los indígenas son los encargados de promover actividades socio-productivas, organizativas y ambientales de las 13 comunidades de Pilahuín, además de promover estrategias ante las amenazas que enfrentan, como las vicuñas. Los camélidos abandonan sus espacios y bajan hasta el área protegida para alimentarse. Una de las medidas es ubicar cercos alambrados para mantenerlas alejadas y continúe su plan de recuperación del agua.

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