El autor propone una aproximación historiográfica a los mitos afroesmeraldeños. Foto: Enrique Pesantes/EL COMERCIO
En el mito del Pacífico norte del Ecuador, la Tunda es una mujer monstruo que atrae a las personas hacia el monte; el ‘entunde’ es el embrujo o hechizo con el que mantiene a sus víctimas encantadas. En la tesis del educador e investigador afroecuatoriano Ibsen Hernández Valencia, la mujer o las mujeres que dieron pie a la historia eran en realidad cimarronas rebeldes que huían en busca de libertad, y el ‘entundamiento’ era un proceso de instrucción ideológica.
“El ‘entunde’ viene a ser el proyecto político cimarrón, lo que te meto en la cabeza para que entiendas la necesidad del cambio y de la transformación social. Estos cimarrones son los que construyen los palenques libres”, dice Valencia, autor del estudio antropológico ‘Te daré una Tunda’ (2019, publicado por la Universidad de las Artes). “La idea era desbaratar una sociedad esclavista y construir un proyecto insurgente contra la colonización y la esclavitud”, le dijo el investigador a EL COMERCIO.
El autor, esmeraldeño que ha vivido en Guayaquil 51 de sus 59 años, ofreció una charla sobre el libro la semana pasada como parte del evento ‘Mito, Magia y Realidad: El mundo afroesmeraldeño a través de La Tunda’, organizado por la Coordinación Zonal 8 del Ministerio de Cultura en Guayaquil. Explicó por qué considera que el mito tiene un fondo emancipador según sus indagaciones y compartió las lógicas de cómo la figura de la Tunda pudo invitar a romper con la dominación y la colonialidad.
Lo primero que hay que saber es que la Tunda es un personaje que, según la mitología de Esmeraldas, rapta a quienes desobedecen, a los niños malcriados por ejemplo, a quienes se les presenta con la apariencia de alguien a quien las víctimas quieren. Los introduce en el monte y los alimenta con camarones de río que lleva en el trasero. “En Internet encuentras imágenes monstruosas, pero para seguirla tiene que ser alguien tentador”.
Para poder rescatar a estos niños se precisaba convocar a la madrina –a la Iglesia–, llevar escopetas, perros, bombos e ir en su búsqueda rezando. Con los disparos se decía que la Tunda se asustaba y dejaba al niño o a la persona entundada.
“En la época de la esclavitud cuando te escapabas, contrataban a mercenarios con escopetas y perros pagados para buscarte, la Tunda venía a ser ese personaje que te incita a ir al monte para proponerte otro estilo de vida, convertida en figura demoníaca gracias a la Iglesia”, sostiene Ibsen. Alos esclavos que atrapaban se los castigaba para escarmentarlos y se los azotaba frente a los demás para disuadirlos del escape, explica. Muchos volvían a escapar. Si eran atrapados por segunda vez, les cortaban un pie. Y otra de las características del personaje mítico es que tiene una pierna humana y otra de palo, un molinillo.