El triunfo de la Muerte, de Pieter Brueghel el Viejo, retrata, entre otros elementos, la devastación de la peste negra. Fotos: wikicommons
A lo largo de la historia, el desarrollo de la humanidad no solo se ha medido por las innovaciones tecnológicas o la creación de grandes estructuras urbanas. De hecho, en cuanto más avanzan las sociedades, mejores son sus servicios de transporte y comunicación, lo cual facilita las migraciones.
Paralelamente, este progreso ha permitido un intercambio de enfermedades que, en más de una ocasión, han amenazado a la humanidad.Frank M. Snowden, investigador médico de la Universidad de Yale, afirma en su más reciente publicación, titulada Epidemics and Society (Epidemias y Sociedad, 2019), que las epidemias son parte del gran cuadro del desarrollo humano junto con las guerras, las crisis económicas, las revoluciones o los cambios demográficos. De cierta manera, estas han sido detonantes para transformaciones, radicales o tenues, que han reconfigurado el entretejido social.
El primer registro escrito del impacto que puede tener una pandemia fue la Plaga de Justiniano, entre 541 y 543. En la cumbre del gobierno del emperador Justiniano, esta enfermedad, relacionada posteriormente con la peste negra o bubónica gracias a los análisis de ADN a osamentas de la época, fue responsable de la muerte de entre 25 y 50 millones de personas en varias localidades del Imperio Bizantino. Tanto en los relatos escritos por Juan de Éfeso, en Siria, y de Procopio de Cesarea, en Constantinopla, se constata que la enfermedad no solo diezmaba la población. Esta también supuso nuevos escenarios para el imperio como la expansión del cristianismo a causa del miedo en la población (las devociones a los santos crecieron), los problemas financieros que suponían las muertes de personas económicamente activas o con deudas (se crearon leyes para heredar las deudas de los padres) y el debilitamiento de las fronteras por la muerte de los soldados.
Durante los siguientes siglos, la plaga iba y volvía del imperio, sin la ferocidad que tuvo en sus orígenes. Pero fue en 1346 cuando resurgió bajo la temible Peste Negra.
El puerto de Caffa, en Crimea, que en ese entonces se encontraba bajo asedio de los mongoles, fue el sitio por donde la bacteria Yersinia pestis entró a Europa. Esta se propagaba gracias a la picadura de pulgas que anteriormente estaban alojadas en roedores y, según los relatos de la época, por el hecho de que el ejército mongol lanzaba los cuerpos de sus soldados infectados hacia las zonas pobladas para esparcir la enfermedad.
Las noticias sobre este virus rápidamente se difundieron entre los mercaderes del Mediterráneo, los cuales abandonaron el sector, llevando consigo la bacteria hacia otras localidades de Italia y, finalmente, al resto del continente. En los próximos años, 50 millones de personas murieron a causa de la peste.
La llegada de la enfermedad no solo mermó la población, también supuso el inicio de la creación de las primeras medidas sanitarias coordinadas por una autoridad central. La más conocida hasta la actualidad es la cuarentena, que se deriva del italiano ‘quaranta giorni’ y que fue implementada por las autoridades de Venecia para separar, por 40 días, a posibles personas contaminadas para evitar la propagación de la enfermedad. Sin embargo, uno de los problemas sociales que trajo consigo la pandemia fue la persecución a grupos minoritarios como, por ejemplo, los judíos y los gitanos, quienes eran llevados a hogueras o enviados a cuarentena.
Hasta el siglo XIX aparecieron varios brotes de la peste negra a lo largo de Europa y Asia. Tan solo en la India, 10 millones de personas murieron a causa de la enfermedad.
A mediados del siglo XVI, en el delta del Ganges, fue descrita una epidemia que afectó a la población con fuertes dolores de estómago, diarrea y muertes en cuestión de horas, según los relatos del historiador Gaspar Correia y autor de ‘Leyendas de India’. Hacia 1817, esa enfermedad, denominada como cólera, se volvió a manifestar violentamente en este país y se propagó rápidamente a Birmania, Sri Lanka, Tailandia, Indonesia, Filipinas, China, Japón, el Golfo Pérsico, Turquía, Tanzania y Rusia. Esta duró hasta 1824 y mató miles de personas a su paso.
Tras este primer brote, el cólera se ha convertido en una de los males constantes en la historia de la humanidad en los últimos tres siglos. Desde 1817 hasta ahora se han contabilizado siete pandemias. Hasta la actualidad se calcula que entre 21 000 y 143 000 personas mueren cada año a causa de la bacteria Vibrio cholerae.
En el caso de la pandemia del cólera, esta dejó una de las lecciones más importantes para el estudio de enfermedades: analizar los comportamientos de las personas para determinar las posibles causas. En este caso, el médico John Snow analizó un brote de cólera en Londres en 1854. Al analizar cómo las fuentes obtenían el recurso vital en dos barrios distintos, el investigador determinó que el cólera se contagiaba por fuentes contaminadas de agua. Esto permitió establecer la teoría moderna de la transmisión de gérmenes, por lo que se convirtió en el padre de la Epidemiología como se la conoce en la actualidad.