Ante ‘Transformers: Age of Extintion’, no hay por dónde perderse… es un postre veraniego para los fans de la guerra entre Autobots y Decepticons. Un chispazo de entretenimiento, con secuencias fáciles de seguir y cuyos excesos están en su duración.
Visualmente impresionante, esta película ha significado la renovación del elenco en los filmes dirigidos por Michael Bay.
Shia LaBeouf –Sam Witwicky- cedió ante Mark Wahlberg –Cade Yeager-, y si los conflictos personales del protagonista los imponía la novia del primero, ahora lo hace la hija del segundo, Tessa. Pensando en ella, Yeager pretende vender las partes de un viejo camión.
Tal vehículo es Optimus Prime, lo que lleva a Cade a vincularse en una guerra extraterrestre, con cazarrecompenzas y agentes gubernamentales.
Pero Tessa no es un personaje, es un pretexto para las reacciones de su padre, una motivación para su heroísmo.
El intento de conflicto familiar -Cade no acepta el crecimiento de su hija- es el colchón de una película de sobrecogedora parafernalia efectista. Tanto se debe Bay al espectáculo –de un lenguaje audiovisual que bebe más y más del videojuego-, que desubica al nudo dramático. El director se prueba que, en términos de show, nada es suficiente, incluso arriesgar lo fantástico por lo absurdo.
Entre la escasa narrativa y el ‘product placement’, aparecen elementos para ribetear reflexiones. Tras la destrucción de Chicago, las acciones de los Transformers se mueven a Hong Kong. Los contextos asiáticos, además de dar otra textura a los filmes de la franquicia, vinculan al cine estadounidense con esa cultura pop de monstruos y robots de cuna oriental.
También, bajo este desplazamiento, se da un giro en la relación filmes de acción-política: el Gobierno de EE.UU. queda relegado por el rol que asumen los gobernantes chinos. Pero no es gratis, Hollywood sabe que China apunta como potencia fílmica y que es el mercado emergente de sus producciones.
Otras consideraciones: en ‘Transformers 4’, discursos sobre la libertad, la corrupción y la extinción sobrevuelan por la película, pero nunca llegan a concretar un anclaje emocional.