Toom Pak ofrece una auténtica propuesta escénica y musical. Foto: María Isabel Valarezo / EL COMERCIO.
El ensamble de percusión español presentó ayer, jueves 7 de agosto, su show en el MIC
En el mundo hay una gran cantidad de grupos de percusión. Hay muchos activos y pocos se destacan. Toom Pak es uno de ellos.
No se dice esto sólo porque han dado una serie de presentaciones en Quito que concluyen hoy a las 11:00 en el mismo MIC, sino que su performance va más allá del dominio del ritmo y la sincronización percutiva. Esto porque existe todo un despliegue escénico difícil de superar.
Desde el primer segundo del quinteto sobre el escenario decorado con los propios instrumentos reciclados en una estructura industrial de tres pisos, uno sabe que hay una narrativa. La misma no tiene palabras. Toda la comunicación se desarrolla con los repiques de botellas, pelotas de básquet, fundas, barriles, pomas de agua, tuberías, el piso, partes del cuerpo y unos instrumentos novedosos de varios sonidos y colores. Y claro, el diálogo también era con el público que trató de poner a prueba su métrica con la percusión de las palmas.
Además, el ensamble no sólo compone sus partituras con todo lo que puede ser golpeado en el escenario, sino que entregan magníficas coreografías mientras tocan. De hecho, verlos tocar y moverse en escena es parte vital de la experiencia Toom Pak. Ellos hacen uso del color de las luces con efectos generados por sus propios instrumentos como los chispazos rítmicos de fuego producidos por el choque entre una especie de sierra eléctrica con el metal.
Toom Pak ofrece una auténtica propuesta escénica y musical. Foto: María Isabel Valarezo / EL COMERCIO.
Para colmo sus entregas musicales no se limitan a los sonidos concretos de objetos reciclados. Existe un desarrollo melódico, es decir, hay notas y frases musicales comprensibles detrás de las percusiones. Esto se evidenció aún más en el clímax de la noche cuando el grupo hizo rendición de temas populares como Entre dos aguas, de Paco de Lucía -con solo de guitarra extraído de un extraño instrumento de cuerdas-, una elaboración libre del tema principal de Für Elisse, de Beethoven, y un popurrí de Michael Jackson.
A esa espectacularidad musical se unió la conmovedora participación de un ensamble de baile de jóvenes b-boys y b-girls (bailarines de escuela hip hop) que con sus espectaculares movimientos complementaron a la perfección la robótica musical propuesta por los españoles.
Al final, tras una ovación de pie, el público se retiró y no faltaron los que empezaron a golpear, con ritmo, cada tubo que encontraban dispuesto desde el escenario hasta los parqueaderos.