Escilda Bravo dedica tres días a elaborar un sombrero; para ella es importante seguir la tradición familiar. Foto: El Diario (Manabí).
Escilda Monserrate Bravo Rodríguez es una de las tejedoras de petates y sombreros de paja mocora de Manabí. Su abuela le enseñó a tejer, aunque nunca logró aprender a hacer canastos.
La mujer menciona que primero debe darse forma a sombreros o petates, conocidos como el colchón de los montuvios. La paja “se cocina cuando se la va a teñir para darle diferentes colores”, indica Bravo.
A la artesana, nacida en Loma Amarilla de Olmedo, le toma tres días hacer un sombrero. Los hace con dos cogollos de paja, que corta con machete de la palma de mocora. “Antes tejíamos con la luz de alguna lamparita, ahora que ya hay electricidad podemos quedarnos hasta tarde tejiendo”.
Las pavas son un tipo de sombreros de ala ancha, como los mexicanos, pero de colores. Se los tiñe con anilina.
En muchas escenas de su infancia que vuelven a su mente, aparece su abuelo con sombrero. Lo usaba para protegerse del sol y a veces para ir a fiestas o a otros sitios.
Desde su juventud, su familia vivía gracias a la venta de productos de mocora. “A mi abuelita le encargaban los petates. Mi papi (abuelo) trabajaba (en otra cosa), pero se ayudaban con las ventas”, reseña.
Doña Escilda aprendió a tejer petates a los 14 años. “Me acuerdo que cuando mi abuelita tejía, yo esperaba a que ella se fuera para empezar a tejer, pero en lugar de eso los destejía. Cuando me descubrió empezó a enseñarme a tejer los petatitos para niños y así fui aprendiendo”, relata.
Doña Escilda destaca que los petates eran los favoritos para dormir, por su frescura. Antes, “a cualquier persona que llegaba de afuera, le tendían su petate. Ahora, eso es raro, ya nadie lo hace. Ya no”. Por eso ya no los vende, pero no deja de tejerlos por tradición.