Lugareños como Pedro Criollo mantienen la tradición de instalar una teja decorada, con figuras de animales y papel brillante, tras finalizar la construcción de un inmueble. Foto: Francisco Espinoza / EL COMERCIO
Una teja, decorada con un burro y papeles de colores brillantes, adornará la cubierta de la casa de Sairy Túpac Carlosama, en el sur de Ibarra.
La colocación de la última teja es parte de un antiguo ritual que en el mundo indígena es conocido como wasipichai (limpieza de la casa, en español).
Las tejas anaranjadas resaltan en las mayoría de viviendas de la zona rural de Imbabura. Es por eso que este tipo de ceremonia se realiza periódicamente, durante la inauguración de un inmueble nuevo.
Sobre los tejados también resaltan figuras de toros, gallos, santos, entre otros, que contrastan con el cielo celeste.
Según Laura Criollo, vecina de la comunidad de Puwnku Huayco, cantón Ibarra, cada diseño tiene un significado. “El burro representa el trabajo. El toro la buena energía y el coraje. Mientras que el gallo la fortuna y la prosperidad para las personas que habitarán en la nueva vivienda”, explica.
Fernando Núñez es uno de los últimos constructores de esta variedad de tejas llamadas alichirkarni(compuesta).
El artesano tiene un local en el mercado Amazonas, de la capital imbabureña. Ahí ofrece el producto, cuyas imágenes son elaboradas con resina. La tarea incluye la pintura con esmalte.
La mayoría de sus clientes son campesinos de Ibarra, como Laura Criollo. Otros vienen de Otavalo, Cotacachi, Pimampiro y Antonio Ante, en busca de las reliquias.
La colocación de la última teja es una fiesta comunitaria. El dueño del inmueble recibe a sus familiares, amigos y vecinos, que casi siempre llegan sorpresivamente con la singular teja y comida. En la primera, a más de flores de papel, se acostumbra a colocar billetes.
Así lo hará Criollo con la teja que adornará la casa de su hijo. Sin embargo, no toda persona puede instalar la última teja.
La tradición dicta que el indicado es el maestro mayor, como se le denomina al albañil que dirige la construcción.Una vez que coloca la pieza de cerámica, el maestro mayor toma los billetes y, cuando desciende del tejado, entrega el dinero a los dueños de casa.A cambio recibe un plato con papas, pollo y cuy, llamado mediano.
Este ritual va acompañado de música andina, como los sanjuanitos, mientras todos los invitados bailan en círculo.
También, se lanzan voladores y más pirotecnia al aire, por cada teja compuesta que se lleva para concluir la cubierta de la vivienda.
Julio Saransig, catedrático de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica, de Ibarra, considera que el rito de wasipichai tiene una fuerte carga espiritual. “La teja simboliza una mancomunidad de convivencia entre los nuevos huéspedes y los ayas o espíritus que existen en el contexto natural”.
Se considera que el ritual de bendición y de petición de permiso a los espíritus incluye un barrido de todos los rincones del inmueble con una especie de escoba, armada con ramas de mora, marco y chilca.
Las anteriores son hierbas aromáticas a las que se consideran poseedoras de poderes curativos y energizantes.
Antes de que lleguen los familiares, amigos y vecinos, el dueño de casa o una persona cercana aromatiza la nueva construcción utilizando palo santo e incienso. Según Saransig, esta actividad garantizará que los habitantes del la casa nueva cohabiten con armonía.
Su criterio se sustenta en la cosmovisión andina, que considera que, incluso, los inmuebles tienen una gran carga energética. La unión, la fiesta y la simbología de la teja aportan hacia ese fin.
Intercultural
En comunidades indígenas de Imbabura, en la inauguración de una vivienda nueva se desarrolla el ritual denominado wasipichai
La colocación de la última teja es una tradición indígena que se mantiene”.Fernando Núñez, fabricante imbabureño de las tejas compuestas.