Worldcoin lanzó su proyecto en Ecuador desde el 26 de junio de 2024. Utiliza dispositivos llamados Orbs para escanear el iris de los usuarios.
Este proceso busca crear una identidad digital única y verificar la humanidad de los participantes, diferenciando entre humanos y bots en la era de la inteligencia artificial, según informó esta compañía.
El escaneo se realiza en Quito y Guayaquil y se ofrece una compensación de 20 dólares en criptomonedas a quienes se someten al escaneo. Este proceso ha generado polémica.
Las personas que hacen cola con sus familias para que capten el iris de sus ojos, ¿están en la capacidad de detectar los riesgos a los que se están sometiendo?
Esa interrogante se plantea Lorena Naranjo es directora de la Maestría en Derecho Digital e Innovación de la UDLA y del Área de Derecho Digital del Estudio Jurídico Spingarn.
Según ella, no hay que olvidar que las legislaciones son tan diversas en todos los países, por lo que se torna un tema complejo.
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Naranjo dice que las empresas dicen que tienen peritajes internacionales, pero no se conoce si son oficiales o si son emitidos por una autoridad independiente o autónoma o son sesgados.
Otro justificativo que dan es que la información de los iris es anónima, señala Naranjo.
Pero hay que entender que existe geolocalización de dónde fue captado el iris y la hora, que puede ser cruzada con la información que se entrega a la otra empresa que entrega los bitcoins, agrega.
¿Qué son los datos biométricos?
Según Naranjo, primero es necesario entender qué son los datos de identificación e individualización de las personas.
Los datos genéticos y biométricos permiten no solo ser identificador único, sino también la individualización.
El Registro Civil, por ejemplo, convalida que somos nosotros a través de las huellas dactilares.
Para eso existe personal calificado que sabe revisar visualmente las huellas y comparar con sus bases de datos. En la cédula de identificación existe el código dactilar.
Esta es la biometría más sencilla y con la que estamos más familiarizados, explica Naranjo.
Existen otras formas de biometría como el reconocimiento facial, que no es más que la identificación de las distancias que existen entre todas las características y elementos que tienen los rostros.
También es una biometría para individualizarnos, dice Naranjo.
El próximo nivel es el reconocimiento mediante el iris de los ojos, que es diferente entre todas las personas.
Riesgos de entregar los datos biométricos
Naranjo explica que, en la actualidad, las personas muestran sus rostros y dedos en las fotografías y videos que se publican en las redes sociales.
Ella dice que hay que considerar que cada día mejora la calidad de los dispositivos que se usan para captar fotos y videos.
Con ello, aumentan las posibilidades que, mediante herramientas tecnológicas, se puedan reconstruir por fragmentos nuestras huellas dactilares y los rasgos faciales.
Según Naranjo, los principales riesgos son las tecnologías porque ya existen reportes de reconocimientos fáciles que tienes sesgos.
Hay software de reconocimiento que fueron diseñados en áreas geográficas como Asia, que no pueden reconocer a personas de raza blanca.
El uso de las huellas y rasgos fáciles
Los lectores de las huellas son de uso masivo. Se emplean para la entrega de una firma electrónica, marcar la hora de llegada a los trabajos, en el Registro Civil o hasta para ingresar a un gimnasio.
Hay que considerar, dice Naranjo, que una empresa o institución donde laboramos, el Registro Civil o el mismo gimnasio tienen controles en Ecuador y no tienen un alcance global. “Tenemos una suerte de localidad. Una empresa o institución reconocida en Ecuador que maneja la biometría es manejada para una finalidad específica”.
El reconocimiento fácil es lo mismo. Lo usamos, por ejemplo, para aplicación de instituciones financieras y estas son reconocidas legalmente en el país.
La entrega del iris de los ojos
¿Cuál es el problema con la entrega del iris de los ojos? Para Naranjo, no sabemos dónde está almacenada esa información. Si bien se conoce que es una transnacional, que tiene una oficina en Ecuador, pero no existe una responsabilidad local, insiste la experta.
Naranjo se pregunta, ¿cómo sabemos que en el futuro no cambiará de opinión sobre el uso de esa información? “No hay forma para monitorear los usos posteriores”.
Solo pensemos lo que pasa con Facebook, dice la experta. “Se suponía que nuestras fotos y mensajes solo servían para que nos comuniquemos, pero el 26 de junio enviaron un comunicado en el que informan que van a alimentar con eso la inteligencia artificial”.
Naranjo insiste en qué nos da la garantía que en lo posterior no cambien de opinión con lo relacionado al iris de los ojos y que solo nos avisen.
Ella se pregunta si en el futuro los datos biométricos podrían ser vendidos a empresas de seguridad internacional, publicidad en elecciones, controles fronterizos u otras cosas.
Esos son los riesgos de entregar de forma indiscriminada nuestra información que nos individualiza, destaca Naranjo.
Los controles en Ecuador
Para Naranjo, Ecuador requiere autoridades que tengan los recursos económicos y tecnológicos para realizar las verificaciones.
En Ecuador existe la Ley de Protección de Datos y un superintendente, pero no tiene los recursos, insiste Naranjo.
En otros países ya se ha debatido si esto puede afectar la soberanía digital de un país. “Nosotros solo tenemos las huellas y empresas externas tiene el iris de los ojos”.
Un caso histórico sobre los datos
La Ley de Protección de Datos en Europa surgió, dice Naranjo, por lo ocurrido con los judíos en Países Bajos, en la Segunda Guerra Mundial.
En Países Bajos se llevaba un censo que registraba a mano en libros grandes. Allí, constaban los nombres del padre de familia y de cada uno de los integrantes, así como de la iglesia a la que pertenecían. De esa forma se asignaban los recursos a cada jurisdicción.
Llegaron los Nazis y tuvieron acceso a toda esa información y les fue fácil identificar a los judíos, cuenta Naranjo. Solo el 10% de esa población sobrevivió al Holocausto en Países Bajos.
“Eso nos demuestra que es impredecible lo que puede suceder con información que nos hace únicos e individuales. Ahora, ya no solo es el nombre y el número de mi cédula, sino que ya no me podré esconder”.
La capacitación a la población
¿Quién debe capacitar a la población para que tenga conciencia sobre la información que entrega?
Según Naranjo, la Ley de Protección de Datos establece que los ecuatorianos tenemos derecho a la educación digital como el empoderamiento de derechos.
Todas las instituciones del Estado son responsables del tratamiento de datos personales, al igual que las privadas que tienen acceso a esa información. Tienen la obligación de formar a su personal en protección de sus datos.
El Ministerio de Educación y Senescyt, dice la experta, tienen la obligación de incluir en las mallas curriculares estos temas. Además, formar profesionales sobre ética y derecho tecnológico. Allí, no solo está la protección de datos, sino también lo referente a inteligencia artificial y seguridad digital.
Toda la sociedad, ONG, empresas tecnológicas, instituciones educativas, comunidades científicas… deben tratar estos temas y, por el contrario, no existe casi nada, señala Naranjo.