Pocos buscadores restringen tanto la información como ImHalal, una herramienta diseñada en Holanda para el mundo musulmán.
Cada vez que el cibernauta introduce una palabra ‘pecaminosa’, corre el riesgo de que la herramienta emita una alerta. Es como un halón de orejas que obliga al usuario a reconsiderar la búsqueda. El aviso que se despliega se llama Haram o contenido no permitido.
El sistema de filtros que emplea esta plataforma demuestra cómo el componente religioso incide en la libertad que tiene el usuario para hacer búsquedas.
Si escribe sensualidad, lo censurará, si escribe suicidio aplicará la misma lógica. ¿Quién determina qué términos están permitidos y cuáles vetados? Si el cibernauta quiere realizar una investigación con estas y otras palabras tendrá que renunciar de antemano.
La aparición de esta herramienta contradice la concepción, siempre difundida, de que vivimos en un mundo globalizado donde los usuarios interactúan en un ambiente virtual libre de restricciones.
China y Corea del Sur imponen sus regulaciones. China dobló el brazo a Google, que tanto defendía la libertad. Tuvo que ajustar sus contenidos para no perder este mercado. Ahora aparece esta herramienta. ¿Qué viene después?