Las técnicas de la agroecología se anclaron en las comunidades kichwa

Para las mujeres de Cotama, el buen vivir es un nexo entre la tierra y la familia. Foto: Cortesía Rolando Cangás y Francisco Espinoza/PARA EL COMERCIO

Para las mujeres de Cotama, el buen vivir es un nexo entre la tierra y la familia. Foto: Cortesía Rolando Cangás y Francisco Espinoza/PARA EL COMERCIO

Para las mujeres de Cotama, el buen vivir es un nexo entre la tierra y la familia. Foto: Cortesía Rolando Cangás y Francisco Espinoza/PARA EL COMERCIO

Olga Carlosama, nativa de la comunidad karanki de San Clemente, en Imbabura, siempre entrega una ofrenda a la Pachamama antes de plantar las primeras semillas.

En un hueco, que abre en el centro del huerto, coloca las mejores simientes de maíz o cualquier otro producto, envueltas en fundas. Es una especie de altar que mantiene con respeto y devoción.

“La agroecología es más que producir alimentos sanos. Es una forma de vivir en armonía con la naturaleza y los demás”.Carlosama se refiere al estrecho nexo del humano con el campo; una cosmovisión del mundo andino que ella conserva como una norma de vida.

Como la mayoría de labriegos indígenas de la región, Olga Carlosama adquirió estos conocimientos en talleres.
Desde el 2007, la Federación de Pueblo Kichwas de la Sierra Norte (FICI) difunde la agricultura integral, es decir, que todos los elementos tienen vida. Es por ello que se promueve la producción libre de químicos en los cultivos.

Ahora hay varias agrupaciones que están trabajando con este eje. Uno de ellos es el Movimiento de Economía Social y Solidaria del Ecuador (Messe), que aglutina a varias entidades comunitarias.
Esta organización, junto a la FICI, Colectivo Agroecológico, Fundación Pueblo Vibrante, entre otros, impulsa la Escuela de Interaprendizaje de Agroecología, que inició sus actividades el pasado abril.

Cada mes, unos 50 productores de los pueblos Karanki, Natabuela, Otavalo, Pasto y mestizo asisten a los módulos de formación, explica Rosa Murillo, agrónoma del Messe. Comenta que para establecer este proyecto en la provincia de los Lagos, se hicieron varios sondeos en escuelas agroecológicas a escala nacional.

Una de las razones es que hubo experiencias anteriores que fracasaron. Por eso, este grupo le apostó a una metodología de enseñanza propia que está inspirada en el sentir, pensar y actuar, explica Rolando Cangás, técnico del Messe.

“Esto permite establecer un diálogo de saberes ancestrales, porque sin ellos no se podría practicar la agroecología”.
Hasta el momento han impartido tres módulos relacionados a la cosmovisión, paradigmas y códigos andinos.

Entre estos temas, comenta Cangás, han visto el calendario solar y lunar, los principales raymis (fiestas), que coinciden con el ciclo de las plantas.

Todo está en base a la tecnología ancestral. Incluso la interpretación de la chacana o cruz andina, que es considerada el eje de la vida.

Ahora preparan un nuevo ciclo que es la planificación de las chacras. Hay experiencias como las de Olga Carlosama.
La campesina, de 45 años, posee en un terreno, de aproximadamente 100 m2, una variedad de plantas alimenticias, medicinales y ornamentales.

La dama sabe de memoria las propiedades de todas las plantas. Una de ellas, llamada buscapina, es buena para aliviar cólicos estomacales, asegura.

En los cursos aprendió varias técnicas que pone en práctica en su huerto. Una de ellas es la producción biointensiva, que posibilita ocasionar un menor impacto a la tierra.

Al pie de las plantas excava con sus manos unos hoyos de 60 cm. Ahí deposita deshechos orgánicos de la cocina y excrementos de cuyes y vacas.

Sobre esta cama florecen plantículas de maíz, remolacha, lechuga, cebolla, col, fréjol, arveja, nabo, entre otros. Es un sistema parecido al que utilizan 27 campesinos de Ayllukupanak, asentados en la comuna Cotama, en el vecino cantón de Otavalo.

Ellos incursionaron en la producción agroecológica hace tres años, comenta María Olga de la Torre, una de las socias.
En este lapso de transición de la agricultura tradicional a la ecológica aprendieron a preparar la tierra, cultivar, aporcar y cosechar bajo esta técnica.

A De la Torre le agradó tanto esta modalidad que aumentó de 10 a 33 camas. Algunas miden 2 metros de largo por 1 m de ancho y otras 1 m por 80 cm.

En su predio cuida con esmero la col, coliflor, zanahoria, brócoli, culantro, apio... cuyas matas empiezan a florecer.
Hoy la agroecología es una herramienta que usan los pueblos originarios para recuperar el equilibrio con la naturaleza, comenta Edward Pinzón, de Fundación Tierra Vibrante.

El excedente de la producción de las huertas se ofrece en las ferias solidarias de Otavalo, Ibarra y Pimampiro.
Uno de los éxitos de la agroecología es establecer estos circuitos cortos de comercialización, señala Murillo.

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