Los pescadores artesanales comercializan en el cantón San Lorenzo. Foto: Marcel Bonilla / EL COMERCIO
Sobre un potro (canoa pequeña), dos hombres lanzan su atarraya para pescar lisas y camarón, que son usados para coger colorado, un pez de la familia del bagre, en la población de Tambillo, cantón San Lorenzo, norte de la provincia de Esmeraldas.
La pesca la hacen junto al manglar donde se ubican las casas, en las que viven afrodescendientes y negros dedicados a la recolección de conchas y pesca artesanal, únicas fuentes de ingreso económico.
Desde el 14 de abril del 2000, los habitantes de la parroquia Tambillo mantienen bajo conservación 2 576,60 hectáreas de manglar que bordea la isla, desde donde se ve el mar.
Los manglares de Tambillo y la actividad de las concheras fueron parte de una exhibición de gigantografías presentadas a mediados del 2017, al interior del manglar, con la participación de toda la comunidad.
Con los responsables de la Reserva de Manglar Cayapas- Mataje, la comunidad maneja procesos de reforestación para mantener la flora y fauna de la zona, hábitat de churos, cangrejos, jaibas, conchas y área de desove de peces.
Los habitantes de Tambillo realizan cada tres meses una limpieza al manglar, de donde retiran el material plástico y basura que es arrastrado por la marea hasta el borde costero.
La basura se retira en canoas tipo lanchones para ser llevada hasta San Lorenzo, vía fluvial. La comunidad es orientada con charlas sobre el cuidado del medioambiente, en especial del manglar, fuente de alimentación de los habitantes.
En Tambillo, el 80% de la población se dedica a la extracción de conchas en pequeñas canoas, que son arrimadas en el borde del manglar mientras que las concheras realizan su actividad; el 20% se dedica a la pesca artesanal con trasmallo.
La actividad se ejecuta dentro de esta área. Esa población es una de las 56 comunidades que está dentro de la Reserva de Manglar Cayapas-Mataje (Remacam), en San Lorenzo.
Farnelli Hurtado y Joffre Solís son dos cocheros, ellos sacan hasta 300 conchas diarias y las venden en USD 8 el ciento, a los intermediarios que acuden a comprar. Eulalia Reasco, una de las antiguas concheras de Tambillo, explica que los riesgos de extraer concha de las raíces del manglar persisten: les puede morder el pez tapiaco o picar el pejesapo, que vive en el lodo de donde extraen las conchas.
En los años 80 y hasta finales de los 90, Tambillo fue uno de los principales puertos concheros, porque por ahí se procesaba al producción que venía de Tumaco (Colombia) y la que se
recolectada en la comunidad.
Las calles de Tambillo, que están hasta un metro bajo el nivel del mar, lucen con conchillas de color blanco, que evidencian la actividad comercial del molusco en la zona.
Los extractores saben que no deben coger la concha pequeña, por eso tienen su propia autoveda, para regular el tamaño de la concha. Las de menos de 4,5 cm son devueltas al manglar. En Tambillo, los afros también trabajan en emprendimientos como la cría de cangrejos y jaibas en cautiverio. Lo hacen en jaulas elaboradas con caña guadúa, donde crían hasta 100 cangrejos. Jaulas parecidas se usan para criar jaibas.
En la isla no hay agua potable, tampoco sistema de alcantarillado. La Organización Internacional del Migrante (OIM) construyó un sistema de agua en el 2000. Después de cinco años dejó de funcionar porque se afectaron los pozos de captación que estaban en San Lorenzo, desde entonces no se ha podido recuperar. Para dotarse de agua, usan una lancha-tanque, con la que transportan el líquido hacia la isla en el verano. En invierno toman el agua de lluvia.