El taller de bordado religioso guamoteño arrancó en noviembre pasado en la PUCE. Las técnicas usadas involucran la pedrería, por ello se puede aplicar en el diseño de vestuario. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO.
En redes sociales, las publicaciones que promocionan talleres de bordado tradicional no son aisladas. El mexicano y el zuleteño son los más constantes y son ofrecidos por diferentes artesanas. También hay espacio para tradiciones textiles menos conocidas, como el bordado guamoteño.
Wilfrido Haro, profesor de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) y gestor cultural, inició una investigación sobre el bordado religioso guamoteño hace seis años. Haro viene de una familia de esta localidad del centro del país, que se ha dedicado por generaciones a bordar piezas para la Semana Santa.
Ahora es el único que realiza el bordado religioso guamoteño, por el tiempo que implica y el costo que supone elaborar piezas como el Anagrama de la Virgen, con telas y piedras de buena calidad. Para evitar que la tradición desaparezca, organizó un taller junto a la Coordinación de Cultura de la PUCE. Desde noviembre, Haro ha enseñado a un grupo de seis mujeres técnicas el bordado en pedrería y en cartulina falsa.
El bordado mexicano se caracteriza por el tipo de relleno de las figuras: es voluminoso. Por lo tanto, es ideal para crear figuras orgánicas, inspiradas en el mundo floral. Los mandálas son una alternativa. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO.
La actriz y vestuarista Anita Cobacango, una de las alumnas, asegura que todas las puntadas aprendidas son versátiles y, por lo tanto, aplicables a la creación de vestuario.
Otro bordado típico ecuatoriano es el zuleteño. Esta técnica es ampliamente reconocida, pues por al menos 60 años las mujeres de esta comunidad imbabureña se han dedicado a comercializar productos de hogar y vestimenta con sus bordados.
A finales del año anterior, la tienda Bordados de Zuleta de la Fundación Galo Plaza Lasso organizó el primer taller de bordado zuleteño. Mercedes Naula, bordadora de Zuleta que vive desde hace 22 años en Quito, imparte el taller. Explica que a las estudiantes se les entrega la tela dibujada y se les enseña desde lo básico hasta las técnicas más complejas.
El bordado de Zuleta se dio a conocer a mediados del siglo pasado, gracias a la iniciativa de comercialización de Rosario Pallares, dueña de la Hacienda Zuleta. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO.
Una técnica que también se ha difundido, aunque no sea ecuatoriana, es la del bordado mexicano, que se lo reconoce porque el relleno es volumétrico. Sarita Betancourt dicta este y otros talleres de bordado y tejido durante todo el año. Los anuncia en el fanpage de Facebook Manos de Hada.
En su mayoría, a estos cursos asisten mujeres de todas las edades, desde la adolescencia hasta la tercera edad. Betancourt, quien tiene solo un tallerista hombre, anima a que otros más se animen a romper el estereotipo de que el bordado es solo para mujeres.
Alejandra Olmeda, diseñadora gráfica y alumna de Betancourt, dice que uno de los beneficios del bordado es la relajación. “Cuando me pongo a bordar estoy presente y ausente a la vez, me ayuda a canalizar ideas”, asegura Olmeda.