La orquesta se formó con la alianza del Centro Intercultural Yawar Wauki Yarina y el Programa de acción cultural Takiri.
Unos 30 músicos indígenas y mestizos interpretan la canción Yumbo, utilizando flautas, quenas, violines, contrabajos… Los ritmos retumban en las paredes de un salón del Museo de las Culturas de Cotacachi, en Imbabura.
Los integrantes de la Orquesta Intercultural de Otavalo Takiri-Yarina cautivaron con su repertorio musical. Se trata de músicos en formación, que tienen entre 8 y 18 años, que aprenden los secretos del dominio de los instrumentos andinos y occidentales.
La orquesta está formada por miembros del Centro Intercultural Comunitario Yawar Wauki Yarina, que aportó con 13 integrantes, y el Programa de acción cultural e inclusiva Takiri, con 17, comenta Rommy Miller, uno de los educadores musicales.
Desde hace un año y dos meses, se acoplaron en busca de un nuevo tratamiento de los ritmos identitarios, sin perder la esencia de sus melodías. “Hemos juntado dos metodologías. La kichwa que se caracteriza por la imitación de la tradición oral, con la académica”.
En la última presentación, los músicos leían las partituras y seguían las indicaciones de Darío López, quien dirige al grupo.
Antes, en los talleres de música tradicional la enseñanza era solo auditiva. El dominio del lenguaje musical ha facilitado el trabajo en la orquesta. El ensamble de Yumbo, por ejemplo, estuvo listo en una semana.
Por ahora, el repertorio de esta orquesta infanto-juvenil tiene una veintena de obras. Se trata de composiciones y arreglos realizados por Ati Cachimuel. Este musicólogo kichwa otavalo, de 32 años, ha fusionado los sonidos de quenas, rondadores, pallas, flautas, pingüllos y bandolines con los de la viola, violonchelo, contrabajo, violín, flauta traversa… “Es una tímbrica particular”.
Hace un año, Cachimuel hizo un arreglo a la melodía Urpigo (Palomita, en español), para que sea interpretada por el conjunto Yarina y la Orquesta Sinfónica Nacional. La sonoridad le gustó tanto que decidió replicarla en Imbabura.
Taki-Yarina busca implementar y sistematizar un proceso de aprendizaje en la educación musical intercultural. Para el ensamble de cada obra, las dos escuelas trabajan por separado, aunque con un método similar. En cada una se imparten clases individuales y luego grupales, por instrumentos. Por último, se hace el acople de la melodía.
Al final, López se encarga del ensamble de la orquesta en pleno. Ahí, es cuando los sonidos de los instrumentos andinos y occidentales se fusionan para producir una magia que se plasma en energía sonora.