Jimmy Olsen dejó de ser un ario pelirrojo para ser afrodescendiente. Elektra ahora es interpretada por una actriz de raíces camboyanas. El jefe de Policía de Ciudad Central, la patria de Flash, es gay, con un novio que le llora en el lecho del hospital. Thor, musculoso y varonil, cede su Mjolnir a una mujer.
¿Acaso el universo de los superhéroes, heredero legítimo de la mitología, se está convirtiendo en la mejor expresión de lo inclusivo? ¿O acaso solamente estamos ante una corrección política que puede rayar en la hipocresía? Disney, que es dueño de Marvel desde 2010, es el campeón de la corrección política, con sus series y filmes de televisión basados en fórmulas para incluir a todos.
Lo vimos en ‘High School Musical’ y ahora en ‘Descendientes’, donde ambos elencos parecen haber sido definidos por estrictos porcentajes raciales de Estados Unidos: un tanto para los blancos, otro para los afros, otro para los latinos, un tanto para los asiáticos. Y no solo eso: también se aplica para los obesos, ‘nerds’ y personas con discapacidad.
El mundo de los superhéroes es diferente. Ahí la corrección política, que sí la hay, está matizada por una permanente experimentación de caminos, de formas de recontar las historias que ya nos sabemos de memoria, de reescrituras que van más allá de complacer a las minorías y al comercio.
Mucho tiene que ver el origen racista de los superhéroes en los cómics. Como todo producto cultural, las historietas son hijas de su tiempo y el papá de los superhéroes, el Tarzán de 1927, impactó por varias razones en el mundo del cómic: se escribía sin globos de texto sino al pie de cada cuadro, por primera vez se presentaba a un humano poderoso y, obviamente, representaba la superioridad de los blancos.
Tarzán fue creado por el novelista Edgar Rice Burroughs en 1912 en un contexto colonialista, pero Harold Foster lo llevó al cómic y desarrolló, no solo el virtuosismo gráfico que pasó a la historia, sino también el modelo mental del hombre blanco superior al resto.
El cómic también fue (sigue siendo) un arma cultural. Por eso, el Capitán América aparece en 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, y sus enemigos son los alemanes de Hydra. Y Flash Gordon, creado en 1934, se enfrenta al Emperador Ming, explícita alusión a los asiáticos, reforzada por los conflictos posteriores. Iron Man también tenía un rival asiático, el Mandarín.
Un cambio potente al mundo de los superhéroes llegó desde la televisión. En 1973 se estrenó ‘Los Súper Amigos’, que contaba las aventuras de la Liga de la Justicia, club selecto que reunía a Superman, Batman, Robin, la Mujer Maravilla y Aquaman (sí, todos blancos).
Ocasionalmente aparecían otros, como Flash y Linterna Verde, pero lo innovador llegó con la creación de héroes abiertamente pensados para las minorías de Estados Unidos. Uno fue Volcán Negro, un afro con poderes sobre la electricidad. Otro fue Samurái, un japonés (cuyo uniforme no era para nada de guerrero nipón) que manipulaba el aire y el fuego. El tercero fue el nativo americano Jefe Apache, que crecía de tamaño. Y el cuarto fue El Dorado, un latino que ponía en una bolsa a los aztecas y a los incas. ‘Los Súper Amigos’ fueron un éxito y el programa se extendió hasta 1986.
Los cómics comenzaron a cambiar alrededor de 1992 con la consigna de que los personajes no podían ser iguales en un mundo en constante evolución. Los cambios fueron primero de orden rupturista con lo clásico, con la muerte (y resurrecciones) de Superman, Flash, Linterna Verde y otros. Se volvieron más juveniles (Spiderman), más violentos (Batman), cambiaron de bando (Profesor X).
Luego vino la ola inclusiva, una tendencia que también asumió la televisión en 2001, cuando la serie animada de la ‘Liga de la Justicia’ optó por tener dos mujeres (Chica Halcón se sumó a la Mujer Maravilla) y se incluyó a un Linterna Verde afro, John Stewart, quien ya existía en los cómics desde 1971.
La Liga de la Justicia ya está considerada por Imagine Games Network como una de las 20 mejores series animadas de la historia por su impacto (alentó que el gran público se interesara por los superhéroes) y su manejo de temas, con romances al interior del poderoso equipo y la desconfianza de los gobiernos hacia los metahumanos.
Los cómics, por supuesto, fueron más allá. Se ofreció un Spiderman mitad afro mitad latino, el ya famoso Miles Morales, tan neoyorquino como el mismo Peter Parker. También llegó Jane Foster, la terrenal novia de Thor que superó un cáncer de seno y termina manejando elMjolnir mejor que el propio Dios del Trueno. Hasta Odín lo dice. “Es más digna”. Auch.
No hay que olvidarse de Kamala Khan, que desde el 2013 asumió el manto de Ms. Marvel. Kamala es musulmana de Nueva Jersey con raíces en Pakistán y posee su propia serie gráfica, la cual ya ganó el Premio Hugo al Mejor Cómic en el 2015.
La TV y el cine no han hecho más que adaptarse a estos cambios. Nick Fury, el jefe de Shield, pasó de blanco a afro. La novia de Flash, Iris, también. Las mujeres ya están a la par de los varones incluso como villanas, como Harley Quinn y Amanda Waller. ¿Corrección política o reflejo de un mundo más justo y equilibrado? Ojalá fuera lo segundo.