Había cansancio entre los estudiantes. La hora de almuerzo ya había pasado. Puestos unas botas enlodadas y con un poncho de agua entre las manos, el ánimo del grupo empezaba a flaquear. Tan solo el frondoso paisaje verde y el potente sonido del río parecían servir de distracción.
“Esto era pura selva virgen”, comentó el Sargento Primero, Braulio Carvajal, experto en supervivencia. El día anterior se había preparado la zona para un grupo de estudiantes de periodismo de la USFQ y su profesor. Al cruzar un río seco que se asemejaba a una gran calle empedrada, se divisaba un sitio agradable con una mesa de madera llena de todo tipo de frutas, semillas y plantas.
El grupo se sentó aliviado sobre un tronco y Carvajal empezó la clase de plantas y frutos medicinales. “Llegamos ayer y nos organizamos con mi compañero. El buscaba plantas medicinales yo buscaba plantas comestibles tóxicas y alucinógenas”, precisó.
Este es uno de los conocimientos de supervivencia innatos de Carvajal, al provenir de una comunidad indígena amazónica. El y los demás militares que nos acompañaban forman parte de la Escuela de Iwias, que en Shuar quiere decir “demonios de la selva”.
“Ellos son nativos y que desarrollen varias destrezas en el mundo militar es un reto. Lo estamos haciendo de la mejor manera. Escogemos sus habilidades y destrezas, el conocimiento del terreno y complementamos con nuestra parte académica militar”, explica el director de la escuela de Iwias, el Teniente Coronel Mario Corrales.
Dentro de la formación que reciben estos ‘demonios’, está la disciplina militar, el uso de armas y la navegación con brújula y GPS. Posterior al entrenamiento básico, todos elijen una especialización como exploración de cavernas o navegación fluvial de rescate o de inserción.
Parado detrás de la mesa y con todos muy atentos, Carvajal explicaba las propiedades de las semillas, frutos y plantas. Lo había aprendido de sus abuelos y su madre. “Vivíamos en la selva, entonces teníamos la necesidad de utilizar la vegetación para obtener nuestros alimentos y medicinas”, recordaba el Sargento.
Mientras tanto, los otros militares repartían sangre de drago, pitajaya, mora silvestre, aloe vera, palmito y otras plantas poco conocidas en la ciudad, cada una con bondades nutricionales y medicinales.
En 1995, los Iwias fueron elementos centrales para la victoria ecuatoriana en el Alto Cenepa. El Sargento Segundo William Chicaiza, quien repartía las plantas medicinales, estuvo presente en el conflicto. “Cuando uno se está en la realidad, frente al enemigo las cosas son muy diferentes”, señala. El sargento recuerda que en un enfrentamiento “cayó un compañero que hoy en día presta servicios en la base militar de la Shell en Pastaza. El se amputó la pierna con una mina…
“Recibí la orden de sembrar minas en las picas de avance del ejército peruano. Pero como ya empezaron a mediar los países para la paz, tuve una meditación muy grande durante una semana. Mi mismo comandante me dio la orden de retirar las minas. Mi Dios me dio esa mentalidad para estar con la conciencia limpia y haber evitado quizá la muerte de cuantos seres humanos. No importa si son enemigos, para mí son seres humanos”, mencionó orgulloso el Sargento.
Una de las funciones más importantes que los Iwias brindan al ejército es el conocimiento de los alimentos necesarios para sobrevivir. “Hay frutos que son comestibles y otros que no son comestibles. Hay que saber diferenciar la copa de los arboles, porque arriba están los alimentos. Donde existe gran cantidad de animales, monos, loras, ahí está nuestra comida”, explica.
Después de haber degustado los alimentos silvestres, los estudiantes fueron sometidos a una prueba no apta para paladares débiles. El chontacuro, gusano de la palma, fue ofrecido como la única fuente de grasa y proteína de la presentación. Para algunos primó el hambre, para otros la curiosidad, pero los gusanos fueron saboreados.
Para alivio de muchos invitados que ansiaban alimentos más tradicionales, los Iwias habían preparado arroz y pescado asado envuelto en hojas. Las porciones de alimento circulaban libremente entre el grupo de estudiantes y los militares. Los rangos, las costumbres y los formalismos se difuminaron en un momento de camaradería. Las sofisticaciones de la ciudad nunca habían tocado ese lugar.
Una de las finalidades de ese momento “es dar a conocer lo que nosotros somos, lo que nosotros hacemos. Pocas personas en realidad toman verdadera consideración de lo que un militar realiza. A la final un militar tiene su familia, padres, hijos, esposa. Es una persona que tiene sentimientos, dolor, sueño, hambre.Nosotros damos lo mejor para mantener nuestra patria soberana”, puntualiza el Teniente de Infantería Carlos Naranjo.
Para la mayoría de los Iwias, la preservación de la selva es un tema de preocupación. “La selva se está muriendo. No solamente por la amenaza del petróleo sino también por la amenaza de los madereros. Existe una tala indiscriminada de bosques”, denuncia el Sargento Carvajal. “La única filosofía es mantener viva nuestra selva. Mantenerla limpia sana para el futuro de nuestros hijos”, agrega.
Terminado el ‘buffet amazónico’, los militares guiaron al grupo a la zona donde pernoctarían. La noche se la pasaría sobre una pila de hojas secas y debajo del poncho de aguas templado a cinco plantas, que lo asemejaban a un pequeño circo. Insectos, frío y lluvia serían “bienvenidos” durante la noche en las carpas improvisadas.