Cuando el médico le diagnosticó cáncer, hace casi un año, Steven Ávila (17 años) sintió que le arrancaban la vida de un zarpazo. Pero este joven no dejó de luchar y ayer se sometió a un trasplante de células madre.Con él ya suman 28 los pacientes que han recibido trasplantes en el hospital de la Sociedad de Lucha contra el Cáncer (Solca) de Cuenca, desde el 2006, cuando se implementó este tratamiento. Steven padece de linfoma anaplásico de células T, una enfermedad poco frecuente.
Llegó a Solca tras la búsqueda acuciosa de su madre, Alba Novillo. Es el único hospital en el país calificado y pionero en tratamientos innovadores de leucemias, linfomas, mielomas, enfermedad de Hodgkin…
El primer trasplante con células de cordón umbilical se practicó a Marisela Galarza, de 16 años, quien tenía leucemia. Su madre, Diana Orellana, cuenta que la enfermedad apareció súbitamente. “Mostró síntomas de gripe y sangrado de las encías”.
Luego de practicarle algunos exámenes, le diagnosticaron leucemia. “El dolor fue tan intenso que tenían miedo de explicar a los demás sobre la enfermedad. Fue lo más triste”, recordó la madre.
Entonces buscó ayuda en Solca. El hematólogo Édgar Becerra, quien dirige el programa de trasplante de células, determinó el tipo de enfermedad y le explicó que el único tratamiento posible era el trasplante.
Pero debían sortear otro problema. Marisela necesitaba un donante externo porque sus células madre estaban dañadas. Tampoco tenía hermanos y las células de sus padres no eran compatibles. La única opción fue adquirir las células del banco cordón umbilical de México.
Según Becerra, esta técnica es costosa y demanda un trámite muy largo. En un banco internacional las células de cordón umbilical cuestan entre USD 25 000 y 30 000. En su caso, la traída de las células tardó tres meses.
Solca ha realizado dos trasplantes bajo este método. El otro paciente cumplió dos años bajo atención y seguimiento y su salud es buena. El especialista recuerda que hace un año tuvieron programado un trasplante para un niño. Tras dos meses de trámites y cuando las células de cordón umbilical estaban por salir de México, su salud se agravó y falleció.
Los restantes 25 pacientes trasplantados recibieron células del mismo paciente o familiar. El tratamiento para estos tipos de cáncer es el más costoso en este tipo de enfermedades. En Solca, Cuenca, puede costar entre USD 30 000 y 50 000.
No todos son favorecidos
Pero no todos los pacientes son candidatos a un trasplante. Steven y Marisela respondieron bien a la quimioterapia. Ese es el primer paso y la condición básica para avanzar y enfrentar la enfermedad. El paciente diagnosticado con cáncer entra en sesiones de quimioterapia para eliminar -con medicamentos administrados por la vena en megadosis- las células malignas en la sangre. En la leucemia, esto aumenta la posibilidad de la cura en un 40%.
De allí se pasa al trasplante que eleva al 70% las posibilidades de sanación, precisa Becerra y en el caso de los niños el margen de curación es mayor (80%). Este tratamiento no es quirúrgico. Las células obtenidas y preservadas en laboratorios especiales son trasplantadas por la vena mediante una transfusión sanguínea.
El paciente no está sometido a dolor ni anestesia. El pasado viernes, Steven Ávila estaba tranquilo y relajado en la sala de trasplante. Seis especialistas rodeaban su cama. Unos controlaban sus signos vitales, otros descongelaban las células. La enfermera Anita Puente ubicaba, una tras otra, las 10 fundas que contenían las células madre, obtenidas una semana antes de su mismo cuerpo.
La administración de estas células madre, que demoró dos horas, regenerará en la médula ósea nuevas células sanas. Steven permanecerá 15 días internado, bajo estricto control de los especialista, en una habitación especial donde hasta el aire que ingresa se autopurifica a través de un sistema especial.
A este hospital llegan pacientes para trasplante remitidos de centros de Quito y Guayaquil.
José Luis Pupiales, de 22 años, por ejemplo, padecía de anemia aplásica (su médula ósea no producía células sanguíneas). Él fue transferido del hospital del IESS Andrade Marín, de Quito.
Hoy (domingo) cumplió 200 días del trasplante. Los primeros 25 días permaneció interno. Para seguir los controles médicos (dos por semana) se quedó a vivir cuatro meses en Cuenca. Su familia está agradecida con Becerra por la confianza y profesionalismo entregado a José Luis.
Los gastos de la atención médica de José Luis los cubre el IESS. En otros casos, el Programa de Protección Social financia la asistencia médica de las enfermedades catastróficas. No obstante, la mayoría de pacientes atendidos son de escasos recursos.
Para ellos, tras una categorización social, Solca costea parte o la totalidad del tratamiento, dice el director Raúl Alvarado. Él insiste en que del Gobierno solo reciben USD 2,5 millones anuales, que representa el 49% de las necesidades económicas para la operatividad de la entidad.
Aparte dejaron de percibir más de un millón por el impuesto que recibían de los créditos bancarios y que suspendió el Gobierno. Desde el 2006, este hospital tiene entre sus proyectos ambiciosos crear un banco de cordón umbilical. Pero la falta de dinero imposibilita la ejecución del plan. Actualmente esta entidad tiene 10 pacientes en espera para trasplantes de células con donantes. Marisela se siente curada y su vida transcurre con normalidad. Hace poco procreó a su primer bebé. Steven reza porque su tratamiento sea un éxito.
Becerra explica que en tres años un trasplante queda integrado completamente. “Con el trasplante se retira toda la memoria inmunológica del paciente para introducir otro de un cuerpo diferente”. Por eso, el enfermo se vuelve propenso a crear infecciones. Incluso, un tiempo determinado después debe volver a recibir todas las vacunas de la infancia (polio, tosferina, tétano’) porque va desarrollando un nuevo proceso inmunológico.
José Luis sostiene que esta enfermedad es tan dura que a veces cree que nunca desaparecerá por completo. “Por muy bien que estés te entra un pavor horrible cuando se acerca al control médico. Pienso que el cáncer pudo despertar y hacerme vivir un terrible desamparo. Me da miedo, pero ya tengo más esperanzas”.