Mayo de 2021 les dio un respiro. Había pasado un año de angustia y encierro, de falta de insumos vitales para el control de la diabetes y de citas médicas aplazadas por el colapso de los hospitales.
Por eso, cuando recibió una alerta de la Federación Internacional de Diabetes, Aracely Basurto no dudó en tramitar un escape. Una carta del organismo pedía sumar a las personas con diabetes tipo 1 en el listado de prioridades en los planes de vacunación contra el SARS-CoV-2.
No fue fácil lograr que su grupo fuera incluido. La presidenta de la Fundación Aprendiendo a Vivir con Diabetes (Fuvida) envió al menos tres solicitudes que no avanzaron por los continuos cambios en el Ministerio de Salud.
En abril arrancó la vacunación de personas con enfermedades crónicas. Ahora, con el plan masivo, pueden acudir sin restricciones, desde los 16 años en adelante. El único requisito es el certificado médico, validado por el MSP, IESS, los seguros de la Policía y las Fuerzas Armadas, o servicios de salud municipal.
“El encierro, el estrés, la falta de actividad física y el déficit de medicación influyen. Por eso nos esforzamos para incluirlos en la agenda -recuerda Basurto-. En una semana fueron 90 jóvenes en Guayaquil, luego nos extendimos a Quito y Santo Domingo”.
En total se inmunizó a 220 jóvenes con diabetes tipo 1, de entre 16 y 40 años. Andrea recibió la primera dosis el 12 de mayo. Tuvo estragos, pero fue la mejor decisión.
“Una vacuna siempre suma porque ayuda a prevenir. La diabetes tipo 1 es una enfermedad inmunodeficiente y sabemos que el covid-19 podría afectarnos en un porcentaje mucho más elevado. La vacuna es lo más cercano a nuestra vida sin covid”, dice Andrea, hija de la presidenta de Fuvida.
Camilo también es parte de la fundación y antes de vacunarse vivió consecuencias del virus. Comenzó como un ligero, pero permanente malestar y su glucosa se mantuvo por encima de 180, mientras duró la infección. Las dosis de insulina subieron de a poco, hasta que pensó que era demasiado.
“Tuve una hipoglucemia severa y con las justas alcancé a llegar a la cocina a comer miel. Cuando volví a estar consciente vi cómo las sábanas, veladores, lámparas, habían caído al suelo en mi búsqueda de algo dulce”. Por eso sugiere contar con el apoyo de un especialista durante la infección.
Óscar Mosquera superó el covid porque buscó atención cuando surgieron los primeros síntomas. No podía esperar; por su tratamiento con inmunosupresores sabía que el cuadro podría pasar de una fiebre a algo mucho más grave.
En el 2009 le detectaron insuficiencia renal crónica por problemas de hipertensión. El diagnóstico fue devastador. Pasaron seis años de hemodiálisis antes de recibir una llamada que le devolvió la fe.
Accedió a un trasplante y recordarlo aún lo conmueve. Pero la medicación para evitar el rechazo del órgano, que desequilibra el sistema inmunológico, lo incluye en el grupo de personas vulnerables.
Por eso, cuando le preguntaron si aceptaba vacunarse, no dudó. En abril completó el esquema con el apoyo de la Asociación de pacientes renales Caminando hacia la luz y ahora siente más seguridad para retomar su rutina.
“Hay que tener confianza en la vacuna y no dejarse llevar por comentarios no fundamentados. Me cuido, pero sé que no tendré complicaciones si vuelvo a contagiarme”.
Gaby Fuertes también logró inmunizarse. Ella es parte de la fundación Jóvenes contra el cáncer y con la vacuna tiene otra batalla vencida. Los cuidados, que empezaron con su tratamiento oncológico, hace ocho años, se volvieron más rigurosos durante la pandemia.
Su mamá, Mariela Lagos, ha sido su soporte y también accedió a la vacunación como parte del grupo de cuidadores de personas con enfermedades crónicas. Pero hace pocas semanas, por su trabajo como enfermera, contrajo el virus.
“Agradezco estar vacunada. Los síntomas no han sido tan fuertes porque habían pasado 15 días de la primera dosis. Y mi hija está tranquila, aunque estuvimos juntas cuando comenzó el malestar”.
Los últimos días se aisló en casa, mientras se recuperaba con su hijo. Ambos enfermaron, pero la mayor motivación es que Gaby está bien.
Blanquita Rosero no logró esquivar al virus a inicios de este año. Nueve integrantes de su familia lograron superar la enfermedad con cuidados domiciliarios. Pero al décimo día del inicio de los síntomas, ella requirió hospitalización.
“Recuerdo algunos momentos, no tan lúcidos. Ingresé al Eugenio Espejo, me colocaron oxígeno y estuve internada por ocho días”. Al cuarto, cuando recuperó el conocimiento, solo pudo elevar una oración para agradecer por su vida.
Hace casi seis años le detectaron cáncer de seno y sigue en controles. El 13 de abril, poco después de superar el covid-19, acudió a un centro de vacunación en Quito, donde superó obstáculos para recibir la primera dosis. “Con mi ejemplo sé que puedo motivar a otras personas, para que no teman”.