El mundo aún no termina de superar la crisis provocada por la pandemia del covid-19 y ya debe pensar en cómo enfrentará la próxima crisis económica, que puede estar a la vuelta de la esquina.
Mientras los gobiernos siguen intentando reactivar sus economías a través de planes masivos de vacunación, la factura por la pandemia sigue al alza, porque aún hay gastos que atender en salud y en apoyo a la población vulnerable.
Por más de un año, esos gastos se han financiado básicamente con deuda pública, la cual está en niveles históricos.
Dos datos ilustran lo anterior: el promedio mundial de deuda pública alcanzó la cifra sin precedentes de 97% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2020, y se proyecta que este año se estabilice en torno a 99% del PIB, según el FMI.
Y si se toma en cuenta los pasivos de gobiernos, empresas, entidades financieras y familias de todo el planeta, la deuda actual alcanza USD 289 billones, equivalente al 360% del PIB mundial, según cifras hasta marzo del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés) y publicadas por el diario El País.
Por eso, varios organismos como el FMI, la Cepal y la ONU advierten que la próxima crisis económica puede tener su origen en el endeudamiento, que ya era abultado antes del 2020 y que se disparó para enfrentar la pandemia.
A inicios de este año, el exgobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, alertó de la posibilidad de una crisis financiera en la eurozona. “Lo que se avecina es una crisis de endeudamiento, que llegará pronto. La deuda global está por encima de los niveles de 2007, y empresas y Estados la han aumentado con la pandemia. Cuando se retiren las muletas del Estado habrá quiebras de empresas, y muy probablemente crisis de deuda soberana en los países emergentes”.
Aunque es imposible saber cuándo y dónde sucederá esa crisis, dijo, todo apunta a que será por el lado de la deuda.
En medio de la pandemia, los países han tenido un escenario favorable para endeudarse y así afrontar los mayores gastos de la pandemia. Las tasas de interés en las economías desarrolladas son prácticamente nulas, mientras en los países en desarrollo rondan el 4%.
Este escenario no va a durar para siempre y lo normal será que los tipos de interés aumenten en el futuro. Eso pudiera ocurrir en un par de años si los países desarrollados logran reactivar sus economías, lo que a su vez les permitiría desmontar los estímulos fiscales que han ayudado a mantener las tasas de interés bajas.
Si eso ocurre y los países altamente endeudados no logran bajar sus déficits fiscales y corregir sus desequilibrios económicos, el riesgo de un ‘default’ de deuda aumentará.
América Latina tiene experiencia en eso, pues ya vivió una crisis de deuda en la década de los ochenta, la cual derivó en programas de ajustes que se tradujeron en dos décadas de bajo crecimiento.
La economía de la región mejoró hasta que llegó la gran recesión del 2008. En ese año la deuda pública de la región rondaba el 30% del PIB, pero desde el 2012, el peso de la deuda ha ido en aumento hasta terminar en 56% el año pasado (ver gráfico). Todos los países aumentaron sus niveles de deuda, unos más que otros, pero en general, la región está hoy en una situación más débil.
Desde el inicio de la pandemia, 40 naciones que se financian en los mercados de capital han visto que la calificación de sus papeles de deuda se ha degradado, lo cual encarece sus costos de financiamiento, señaló la ONU el mes pasado. De ahí que propuso un alivio de la deuda para los países de ingresos bajos y medios, que les permita liberar recursos para reactivar sus economías.
Por su parte, el FMI planteó la aplicación temporal de un impuesto solidario, mientras que la Cepal propuso reformas que graven a los sectores de mayores ingresos, además de reducir la evasión de tributos, mejorar la eficiencia del gasto público, entre otras medidas.
Pero, en medio de la pandemia, toda reforma estructural generará tensiones sociales. La probabilidad de que los gobiernos no logren aplicarlas aumenta, y con ella el riesgo de una crisis de la deuda.